sábado, 11 de mayo de 2013

NOTAS SOBRE EL FASCISMO (18)

El Nacional - Sábado 17 de Febrero de 2007     A/9
El fascismo y los fascismos
Ramón Escovar Salom
Res@cantv.net

El simplismo de que los Gobiernos deben ser electos por el pueblo convertido en obsesión internacional ha venido teniendo efectos comprobadamente negativos. No es el único caso ni ejemplo en que la pobreza conceptual de la comunidad internacional ha aceptado que formen parte de la Comisión de Derechos Humanos en Ginebra países como Cuba, Libia y otros parecidos. El foro donde más se ha abusado de esto es la OEA, en donde el simulacro de la democracia formal ha obtenido máxima tolerancia. No tiene este organismo a estas alturas un detector eficaz para advertir o identificar las imposturas. El caso de Venezuela es elocuente. El sistema internacional ha sido lento e ineficaz para entender lo que ha aquí ha venido ocurriendo y esto se ha agravado por la obsesión del presidente Busch al imaginarse o pretender que es posible la democracia instantánea en Afganistán o Irak, o en cualquier otro país parecido. La ingenuidad culmina con una elección al cabo de la cual se declara el éxito del propósito. ¿Hay democracia en Afganistán ? ¿La puede haber en Irak? ¿O en Egipto? Si hay elecciones libres en esos países habrá gobiernos nombrados por el pueblo pero anticipadamente no serán democráticos y sus mismos líderes o promotores lo proclaman.
En los pliegues de estos hechos y fenómenos políticos viene oculto o mal identificado el componente fascista de una cantidad de gobiernos o supuestos sistemas que son simultáneamente revolucionarios, socialistas o claramente comunistas y que al mismo tiempo califican como fascistas, lo cual es antes que todo, una identificación del régimen, del estilo, del programa. El hecho de ser comunista y fascista al mismo tiempo no es nada nuevo, y por eso ha sido tan fecundo este último tema hasta el punto de que se publican en número creciente biografías sobre Mussolini y se analiza al fascismo como un hecho no necesariamente identificable con su líder, el cual no es necesariamente el fundador. El fascismo es un fenómeno más complejo que el comunismo. El profesor Renzo de Felice, el primer experto mundial en el asunto, prematuramente fallecido, escribió numerosos libros sobre el fascismo y una biografía en cinco tomos sobre Mussolini y consideraba que todavía había mucho más que investigar. Hay un fascismo italiano de la primera posguerra mundial claramente identificado e irreproducible. Y hay otros fascismos o estilos fascistas. En esta lista entran promiscuamente Franco, Salazar, Perón. Está comprobado que Lenin observó con mucha atención a Mussolini.
Y está pendiente nada menos que el Partido Nacional Socialista y Adolfo Hitler. Nazi es nacional socialismo. Así se anunciaba, esto es, como un partido que era a la vez nacional y socialista, distinto al Partido Comunista, por definición internacional, obrero y revolucionario. El fascismo en Italia agrupó al principio a las clases medias del campo y de la ciudad y al final, los sectores más poderosos de la economía lo apoyaron contra los obreros. En Italia y Alemania el fascismo tuvo el respaldo de los grandes industriales, banqueros y hombres de negocios, que creían así defenderse del comunismo. El comunismo se alimentó de Marx y de Engels. El fascismo lo más intelectual y filosófico que recogió fueron pensamientos aislados de Nietzche. Ni en Italia ni en Alemania, países de abundantes y poderosas culturas, hubo un material tan directamente oportuno para sustentar un programa como el marxismo.
El fascismo y el comunismo se parecen en que ambos son totalitarios y por eso los autoritarismos, cuando se identifican con evangelios y doctrinas políticas, tienen el temperamento fértil para que en ellos aparezca la vocación totalitaria, que no es otra cosa que querer abarcar todo, cultura, historia, economía, política y poder en definiciones únicas y totales.
El fascismo es más vocal que el comunismo. ¿Nos imaginamos a Stalin en la radio o la televisión? Usó la radio pocas veces y en momentos dramáticos de la guerra.
La televisión no existía, pero es más fácil imaginar a Hitler o Mussolini en ella que a Stalin. El fascismo es ruidoso, es el ambiente de grandes oradores como Mussolini y Hitler.
El comunismo es organización, represión, dogmatismo. El fascismo es ruido y movilización permanente. El poder autoritario fascista necesita el micrófono. El comunismo lo puede usar también pero su dependencia es menor. El estilo fascista es menos eficaz. Mussolini decía que tenía 16.000 aviones en los años treinta, pero la mayoría de ellos no podía volar, era una gran aviación en tierra.
El fascismo puede ser de derecha, lo es la mayoría de las veces. Pero puede ser también de izquierda.
Perón representa una mezcla de fascismo de masas con militarismo de cuartel suramericano. Nasser es fascismo de izquierda.
La historia es pródiga. Se puede ser comunista, fascista y militarista. Es el siglo XX.
A mi entender, en Italia se ha mostrado más la diferencia entre la personalidad de Mussolini y el fascismo. Eso permite que el lenguaje gestual, el aire movilizador permanente, la necesidad de agitar, crear zozobra, anunciar restricciones a los ciudadanos va bien con el fascismo. El nazismo era de una naturaleza criminal más cruel y obsesiva; pero el fascismo amenazaba y asesinaba a los adversarios con obsesión policial represiva.
Mussolini, desde la Plaza Venecia, se creía un republicano romano. Hitler, desde los estadios alemanes, se anunciaba como el vengador de la raza germana y como el profeta del porvenir. Si viviese hoy, pretendería ser el ideólogo y anunciador del siglo XXI. Hay por eso en el fascismo y en el nazismo variados anuncios y estilos que pueden renacer en cualquier continente y en variadas perspectivas históricas.
Perón es fascismo suramericano, verborreico e ineficaz. Getulio Vargas es fascismo de cepa exclusiva, pero incompleta e ineficaz. Los fascismos que puedan venir tendrán en común con los viejos el culto a la ineptitud. Son milenaristas de muerte prematura. Se anuncian para vivir varios siglos y perecen en la primera esquina de la historia.
Hitler llegó al poder en 1933 y se suicidó rodeado de sangre en 1945.
Fotografía: Ed van der Elsken.

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