lunes, 13 de mayo de 2013

CANTARES

Lc 24, 46-53 La bendición de Jesús Un lugar en Dios
La bendición de Jesús
José Antonio Pagola

Son los últimos momentos de Jesús con los suyos. Enseguida los dejará para entrar definitivamente en el misterio del Padre. Ya no los podrá acompañar por los caminos del mundo como lo ha hecho en Galilea. Su presencia no podrá ser sustituida por nadie.
Jesús solo piensa en que llegue a todos los pueblos el anuncio del perdón y la misericordia de Dios. Que todos escuchen su llamada a la conversión. Nadie ha de sentirse perdido. Nadie ha de vivir sin esperanza. Todos han de saber que Dios comprende y ama a sus hijos e hijas sin fin. ¿Quién podrá anunciar esta Buena Noticia?
Según el relato de Lucas, Jesús no piensa en sacerdotes ni obispos. Tampoco en doctores o teólogos. Quiere dejar en la tierra “testigos”. Esto es lo primero: “vosotros sois testigos de estas cosas”. Serán los testigos de Jesús los que comunicarán su experiencia de un Dios bueno y contagiarán su estilo de vida trabajando por un mundo más humano.
Pero Jesús conoce bien a sus discípulos. Son débiles y cobardes. ¿Dónde encontrarán la audacia para ser testigos de alguien que ha sido crucificado por el representante del Imperio y los dirigentes del Templo? Jesús los tranquiliza: “Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido”. No les va a faltar la “fuerza de lo alto”. El Espíritu de Dios los defenderá.
Para expresar gráficamente el deseo de Jesús, el evangelista Lucas describe su partida de este mundo de manera sorprendente: Jesús vuelve al Padre levantando sus manos y bendiciendo a sus discípulos. Es su último gesto. Jesús entra en el misterio insondable de Dios y sobre el mundo desciende su bendición.
A los cristianos se nos ha olvidado que somos portadores de la bendición de Jesús. Nuestra primera tarea es ser testigos de la Bondad de Dios. Mantener viva la esperanza. No rendirnos ante el mal. Este mundo que parece un “infierno maldito” no está perdido. Dios lo mira con ternura y compasión.
También hoy es posible buscar el bien, hacer el bien, difundir el bien. Es posible trabajar por un mundo más humano y un estilo de vida más sano. Podemos ser más solidarios y menos egoístas. Más austeros y menos esclavos del dinero. La misma crisis económica nos puede empujar a buscar una sociedad menos corrupta.
En la Iglesia de Jesús hemos olvidado que lo primero es promover una “pastoral de la bondad”. Nos hemos de sentir testigos y profetas de ese Jesús que pasó su vida sembrando gestos y palabras de bondad. Así despertó en las gentes de Galilea la esperanza en un Dios Salvador. Jesús es una bendición y la gente lo tiene que conocer.
Se separó de ellos

UN LUGAR EN DIOS

Qué sentido puede tener la «Ascensión» de Jesús al cielo en una época en que ninguna persona lúcida se imagina ya a Dios como un ser que vive en un lugar celeste, por encima de las nubes?
Pero, sobre todo, ¿qué puede significar para nosotros un Salvador que ha desaparecido lejos de nosotros, cuando lo que importa de verdad es la solución de los problemas de nuestro mundo cada vez más graves y amenazadores?
Y, sin embargo, en este tiempo en que la progresiva explotación del mundo no parece ofrecernos toda la felicidad deseada y cuando se perfila incluso la posibilidad de un final catastrófico de la historia y no su consumación feliz, necesitamos escuchar más que nunca el mensaje que se encierra en la Ascensión del Señor.
Creer en la Ascensión de Jesús es creer que la humanidad de Cristo de la que todos participamos, ha entrado en la vida íntima de Dios de un modo nuevo y definitivo.
Jesús se ha ocultado en Dios pero no para ausentarse de nosotros sino para vivir desde ese Dios una cercanía nueva e insuperable, e impulsar la vida de los hombres hacia su destino último.
Esto significa que el ser humano ha encontrado en Dios un lugar para siempre. "El cielo no es un lugar que está por encima de las estrellas, es algo mucho más importante: es el lugar que cualquier persona tiene junto a Dios".
Jesús mismo es eso que nosotros llamamos cielo, pues el cielo, en realidad, no es ningún lugar sino una persona, la persona de Jesucristo en quien Dios y la humanidad se encuentran inseparablemente unidos para siempre.

 Esto quiere decir que nos dirigimos al cielo, entramos en el cielo, en la medida en que dirigimos nuestra vida hacia Jesús y vamos adentrándonos en él.
Dios tiene para los hombres un espacio de felicidad definitiva que Cristo nos ha abierto para siempre. Una patria última de reconciliación y paz para la humanidad.
Esto que será escuchado por muchos con sonrisa escéptica es, para el creyente, la realidad que sustenta al mundo y da sentido a la apasionante historia de la humanidad.
Y cuando se desvanece esta esperanza última, el mundo no se enriquece sino que se vacía de sentido y queda privado de su verdadero horizonte.
Los creyentes somos seres extraños en un mundo racionalizado, cerrado sólo a sus propias posibilidades, optimista unas veces y triste y desesperanzado otras, según los ciclos tan cambiantes de los éxitos y fracasos de la humanidad.
Pero somos seres gozosamente extraños que llevamos en nosotros una fe que nos ofrece razones para vivir y esperanza para morir.

Fuente: http://www.musicaliturgica.com/0000009a2106d5d04.php. Podemos ver el magnífico texto de Isabel Tenreiro: http://elimpulso.com/articulo/segunda-venida-de-cristo#.UZD3wkpxpUo


Nota LB: No ha sido posible abrir el reciente texto del Padre Joel Núñez Flautes (Notitarde, Valencia), aunque no hubo problema para hacerlo con otro de 2010, por cierto, más fácil de hallar con Google que con el propio buscador de Blogspot (http://lbarragan.blogspot.com/2010/05/cumplir-la-promesa.html).  Las fotografías pertenecen a la misa de ayer del Padre Alí Villegas (Redentorista), en la Iglesia de La Coromoto, quien - por cierto - señaló en su homilía que no podíamos quedarnos  con la vista en el cielo, por siempre, faltando tareas que hacer terrenalmente.

Nos sorprendió la grata irrupción de los mariachis que, junto al Padre Villegas, cantaron a las madres en su día, siendo conmovedora la interpretación que se hizo a la Vírgen de La Coromoto. Y, aunque no propendemos a este tipo de misas, la aplaudimos. Y nos llamó la atención la intervención final de Robert, seminarista de 23 años de edad, cursando el primero de teología, quien brevemente relató el llamado que hizo le hizo Dios, los conflictos que acarreó en casa, incluyendo una circunstancia: tenía novia. Mostró mucho temple y nos remitió al ya viejo reconocimiento que hacemos a los jóvenes que tienen la bendición de descubrir tempranamente su vocación, como la sacerdotal, pero también los que se están formando en otros campos. Hoy, en el político, hay una clara desentaja frente a los muchachos que incursionan y se preparan en áreas como la eclesiástica, artística, militar....

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