viernes, 17 de mayo de 2013

BASES

EL NACIONAL - Domingo 20 de Marzo de 2011     Siete Días/7
¿Un arquitecto pillastre?
TULIO HERNÁNDEZ

Desde hace ya unos cuantos años, cuando a pocos meses de su nombramiento como presidente del Consejo Nacional de la Cultura ordenó prohibir la presencia de la obra plástica del artista Pedro Morales en la Bienal de Venecia, desconociendo así la decisión soberana del jurado que lo había seleccionado, el arquitecto Francisco Sesto se fue convirtiendo en ­además de público censurador­ el más despreciado y menos respetable entre todos los altos funcionarios con los que ha contado la institucionalidad cultural venezolana desde la primera y titubeante experiencia democrática de 1948.
Es una lástima. Porque, para bien de un sector cuya legitimidad y reconocimiento no ha sido siempre fácil, nuestro país ha contado con una saga de autoridades culturales de reconocido valor ético y talento intelectual que lograron no quedar asociados en sus gestiones a escándalo alguno de abuso de poder, maltrato a artistas o prácticas de corrupción.
Todo lo contrario. Pensemos, por ejemplo, por sólo nombrar a figuras referenciales, en el agradecimiento con el que se recuerda al poeta Juan Liscano, primer director del Servicio Nacional de Folklore en 1946; al gran ensayista Mariano Picón Salas, fundador del Instituto de Cultura y Bellas Artes en los años sesenta; o, salvando los prejuicios que genera su relación con el actual Gobierno, el que se tiene por José Antonio Abreu, fundador del Sistema Nacional de Orquestas Infantiles y Juveniles en 1975 y eficiente presidente del Conac durante el segundo ejercicio de Pérez.
Pero esa tradición, que mantenía la gestión cultural un tanto al margen del proceso de envilecimiento que fue corroyendo el aparato estatal venezolano, también llegó a su fin. Y el encargado de iniciar la nueva era ha sido Francisco Sesto, el primer ministro de cultura de la logia militar que nos gobierna.
Quienes, desde el campo de la cultura y las artes, adversamos al Gobierno bolivariano veníamos señalando el carácter arbitrario y personalista de la gestión de Sesto; el ensañamiento vergonzante en destruir la institucionalidad construida durante la etapa democrática, especialmente el sistema de museos nacionales; la voracidad centralizadora para quitarle autonomía a lo que Abreu y sus equipos se habían empeñado en desconcentrar y descentralizar; la obsesiva persecución ideológica desatada contra los artistas, grupos y asociaciones culturales no afectos al régimen; la utilización de los recursos públicos para promover impúdicamente su dudosa creación artística personal, y el evidente desconocimiento de las técnicas de la gestión cultural que ha tornado el aparato público en un capítulo extremo de la improvisación.
Pero lo que no formaba parte del expediente que colectivamente hoy le arman trabajadores culturales de diversas disciplinas, era que el arquitecto Sesto ha incurrido también en las tristes y moralmente degradantes artes de la corrupción que, según la prédica oficial, se suponían monopolio de la democracia bipartidista. Es de lo que nos hemos enterado en estos últimos días.
Gracias a una extraordinaria pieza de buen periodismo de investigación firmada por Lisseth Boon en El Mundo ("Entorno del ministro Farruco construye mausoleo para el Libertador", 09/03/11) y a un editorial de Teodoro Petkoff en Tal Cual ("Farruco Sociedad Anónima", 14/03/11), sabemos ahora que el, hasta el sábado pasado, ministro de cultura es el factótum de un consorcio todopoderoso que se ha ido apropiando poco a poco de jugosos contratos oficiales que, violando las leyes de licitación de obras públicas y utilizando el poder personal y la influencia que a fuerza de halagos ha logrado sobre el jefe único, ha asignado a dedo a las empresas de sus socios de años, de las que, sustituyéndole o representándole, ha formado parte también su hermano mayor.
Francisco Sesto, es lo más seguro, no será investigado por la Fiscalía General ni por la Asamblea Nacional. Hugo Chávez protege como fiera a sus incondicionales. Nada lo detiene. Pero como la opinión pública independiente todavía existe, sobrevive, es el término adecuado, un juicio popular ­ya no hay retorno­ ha comenzado. En el futuro Francisco de Asís Sesto dará mucho de qué hablar. Por ahora Petkoff lo ha bautizado "pillastre". Sesto no se ha defendido aún.

Infografía: El Nacional, Caracas, 17/05/13.

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