lunes, 29 de abril de 2013

CUADERNO DE BITÁCORA (3)

Es difícil manejar una cámara fotográfica y hasta manipular el más modesto teléfono celular en un medio de transporte, por los consabidos riesgos  que comporta.  Peor, desde la acera que es el ámbito natural del voceador de las paradas, un fenómeno de estos años: mejor, el llenador de la buseta.

La rutina dice visualmente familiarizarnos con una figura que, suponemos, ha de luchar por dominar el "punto" que él u otros han hecho. Además, ofrecen asistencia a cada uno de los conductores, vendiéndoles agua mineral y café, principalmente, aunque unos más distendidamente que otros.

Algunas veces, hemos atestiguado sendas escenas de violencia en las que el velador de ese punto, lo defiende no sólo ante la competencia de sus sobrevenidos colegas, sino también de las incursiones del malandraje, incluyendo a aquellos pedigüeños de oficio que muestran toda su agresividad contra él por abordar anticipadamente el vehículo o agredir al conductor con el que, por esos instantes de llenado, ha de solidarizarse  - por lo menos - inicialmente.

El voceador ha de tener una voz potente y una disposición orientadora de las personas que se arremolian, pero  también el tácto necesario para entendese con los agentes de policía que, en sus horas de trabajo,  dominan o dicen dominar el espacio. Fuera de este horario, confrontará a los delincuentes abiertamente  , combinando la directa voluntad para la refriega cuando tocan su interés inmediato, con la prudencia de la diplomacia callejera que más de las veces, sabiéndose frente a las bandas que administran la zona invisiblemente, imponen la conveniente distracción y silencio.

Por fin, entre las varias veces que ofrecía la estampa, captamos un momento importante en la agitada oficina de un voceador. Comenzó a almorzar sentado en un mojón incomprensible de la acera que no sabe de fronteras, convertidos el kiosco y los buhoneros volantes en el mejor hito. Hubo de pararse, a falta de suplente, y - con la sopa y el sol - maniobrar en los resquicios que explican la acera inundada. No imaginamos la reacción si se hubiese enterado como objeto de nuestra atención fotográfica, a lo mejor creyéndola de la policía; además, llenándose el vehículo, apenas disparamos nuestro perol electrónicos - casi a ciegas - en tres o cuatro oportunidades.

LB

No hay comentarios:

Publicar un comentario