viernes, 1 de febrero de 2013

BITÁCORA

Ciudad insegura, revuelta, peligrosa.  Vemos a muchos recién nacidos, caminándola en brazos de sus jóvenes y  también demasiado jóvenes madres. Inevitable, sentimos la angustia del tránsito. Frágiles caminantes de la ciudad insegura, revuelta, peligrosa.


 El martes próximo pasado, nos detuvimos para intentar algunas fotografías de la pieza de Jesús Soto que se encuentra en la estación de Chacaíto del Metro de Caracas, en el deplorable estado que se ha hecho costumbre. Acordonada, lamentablemente acordonada,  pues, invita a sentarse, como ocurría antes, pero los espacios para departir se reducen: la incompetencia para combatir el delito, nos conduce a esa reducción como castigo. Sin embargo, a un costado, nos sorprendió y conmovió el bebé que cuidaba de su madre. Tuvo la osadía de sentarse en el lugar, iluminándola e iluminándonos.


Escasas horas después, en la autopista, a la altura de Parque Central, tuvimos otra sorpresa y otra conmoción: la madre irresponsable llevaba a la niña (rosado inconfundible), apretada contra el conductor. Impotencia frente a los motociclistas de veredas rápidas que, cargando de urgencias ajenas a la prole, la condenan. Iban relativamente despacio, aunque preferimos el disparo tardío de la cámara del móvil antes que el grito desesperado para sordos de conveniencia.

Ciudad insegura, revuelta, peligrosa. Por fortuna, son pocos los casos de negación, porque el hábito es ceder el asiento en el transporte público a quien tenga un niño en los brazos.

Niños que nos cuidan, nos abrigan, nos enternecen. Y, a medida que crecen, pueden perder la sonrisa en la ciudad insegura, revuelta, peligrosa.

LB

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