domingo, 27 de enero de 2013

SALVACIÓN INTEGRAL

DOMINGO 3º DEL TIEMPO ORDINARIO /C
Lc 1, 1-4; 4, 14-21
Profeta No solo un asunto privado
José Antonio Pagola

PROFETA

En una aldea perdida de Galilea, llamada Nazaret, los vecinos del pueblo se reúnen en la sinagoga una mañana de sábado para escuchar la Palabra de Dios. Después de algunos años vividos buscando a Dios en el desierto, Jesús vuelve al pueblo en el que había crecido.
La escena es de gran importancia para conocer a Jesús y entender bien su misión. Según el relato de Lucas, en esta aldea casi desconocida por todos, va a hacer Jesús su presentación como Profeta de Dios y va a exponer su programa aplicándose a sí mismo un texto del profeta Isaías.
Después de leer el texto, Jesús lo comenta con una sola frase: "Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír". Según Lucas, la gente "tenía los ojos fijos en él". La atención de todos pasa del texto leído a la persona de Jesús. ¿Qué es lo que nosotros podemos descubrir hoy si fijamos nuestros ojos en él?
Movido por el Espíritu de Dios. La vida entera de Jesús está impulsada, conducida y orientada por el aliento, la fuerza y el amor de Dios. Creer en la divinidad de Jesús no es confesar teóricamente una fórmula dogmática elaborada por los concilios. Es ir descubriendo de manera concreta en sus palabras y sus gestos, su ternura y su fuego, el Misterio último de la vida que los creyentes llamamos "Dios".
Profeta de Dios. Jesús no ha sido ungido con aceite de oliva como se ungía a los reyes para transmitirles el poder de gobierno o a los sumos sacerdotes para investirlos de poder sacro. Ha sido "ungido" por el Espíritu de Dios. No viene a gobernar ni a regir. Es profeta de Dios dedicado a liberar la vida. Solo le podremos seguir si aprendemos a vivir con su espíritu profético.
Buena Noticia para los pobres. Su actuación es Buena Noticia para la clase social más marginada y desvalida: los más necesitados de oír algo bueno; los humillados y olvidados por todos. Nos empezamos parecer a Jesús cuando nuestra vida, nuestra actuación y amor solidario puede ser captado por los pobres como algo bueno.
Dedicado a liberar. Vive entregado a liberar al ser humano de toda clase de esclavitudes. La gente lo siente como liberador de sufrimientos, opresiones y abusos; los ciegos lo ven como luz que libera del sinsentido y la desesperanza; los pecadores lo reciben como gracia y perdón. Seguimos a Jesús cuando nos va liberando de todo lo que nos esclaviza, empequeñece o deshumaniza. Entonces creemos en él como Salvador que nos encamina hacia la Vida definitiva.
Para dar la Buena Noticia a los pobres...

NO SOLO UN ASUNTO PRIVADO

Para dar la Buena Noticia a los pobres...
Está muy extendida entre nosotros la tendencia a comprender y vivir la fe como un asunto puramente privado. Bastantes piensan que la presencia comprometida de la Iglesia en la vida pública es algo totalmente ajeno a la acción evangelizadora querida por Jesús.
La Iglesia tendría una misión exclusivamente religiosa, de orden sobrenatural, ajena a los problemas políticos y económicos, y debería limitarse a ayudar a sus fieles en su santificación individual.
Pero luego se observa una postura curiosa. Se bendice y aprueba la intervención eclesial cuando viene a legitimar o fortalecer las propias posiciones, y se la condena como una degradación de su misión o una intrusión ilegítima cuando critica las propias opciones.
Este doble criterio a la hora de valorar la intervención de la Iglesia, ¿no está indicando una fidelidad mayor a la propia opción socio-política que a la búsqueda sincera de las auténticas exigencias de la fe?
Es indudable que la Iglesia puede en algún caso no respetar debidamente la autonomía propia de lo político y económico. Pero lo que resulta sospechosa es esa reacción casi visceral ante cualquier posicionamiento de la Iglesia que trate de concretar las exigencias sociales de la fe, sin coincidir con nuestra propia posición.
Lo paradójico es que, con frecuencia, se le pide a la Iglesia que «se dedique a lo suyo». Pero, resulta que «lo suyo», es actuar animada por el mismo Espíritu de Jesús quien se veía «enviado a dar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos... y a dar libertad a los oprimidos».
No se quiere entender que la Iglesia, si quiere seguir a Jesús, debe buscar la salvación integral del hombre, que abarca a las personas concretas, los pueblos, las estructuras y las instituciones creadas por el hombre y para el hombre.
La Iglesia es entre nosotros una institución de gran incidencia pública, un «poder fáctico», como dicen algunos. El problema de la Iglesia es cómo convertirse en servicio evangelizador, inspirador de una sociedad más humana y fraterna, cómo poner su influencia social al servicio de los más desheredados de la sociedad.
La salvación cristiana no puede reducirse a lo económico ni a lo político o cultural, pero la Iglesia «no admite circunscribir su misión sólo al terreno religioso, desentendiéndose de los problemas temporales del hombre». Es un deber suyo «ayudar a que nazca la liberación... y hacer que sea total. Todo esto no es extraño a la evangelización» (Pablo VI).


Fotografía: Rafael Barrios.

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