miércoles, 23 de enero de 2013

NOTICIERO RETROSPECTIVO

- Abdón Vivas Terán. "¿Por qué COPEI?". Últimas Noticias, Caracas, 18/07/79.
- Eduardo Mendoza G. "Producción y doctrina". El Nacional, Caracas,  22/09/72.
- Alirio Ugarte Pelayo. "Una política para Venezuela". El Nacional, 04/12/65.
- Domingo Alberto Rangel. "Los neoliberales". El Nacional, 11/09/62.
- Carta del Br. Raimundo González a José Herrera Oropeza. Qué Pasa, Caracas, 07/03/64.

Nota LB:

Puede decirse que, después de 1958, nos urbanizamos políticamente. La modernización era una vieja demanda burlada. Y, con ella, vino el pluralismo y la comunicación, la convivencia y - contrastando con 150 años de vida republicana - el fin del golpismo sistemático. No obstante, parce que en el tintero del debate, quedaron muchos acontecimientos pendientes de debatir, más allá de lo estrictamente histórico.

La lastimosa sesión de ayer, en la Asamblea Nacional,evidenció no sólo la legitimación de la agresión por el oficialismo, sino la torpeza recurrente de la oposición, pero - lo más importante - el revanchismo enfermizo. Es cierto que ocurriero hechos lamentables y, en estos días, por ejemplo, fue recuperado el cadáver de Noel Rodríguez, tan injustificadamente torturado y fallecido a manos de la policía política. Empero, no menos cierto es que hubo también muertos inocentes en ese esfuerzo insurreccional, por los cuales - terca, sorprendente y desenfadadamente victimazado - el oficialismo no responde, ni cuestiona un sólo milímetro de esa ya añeja decisión errada de levantarse en armas.

Asistimos a una trampa del debate público, pues, en nombre del pasado irredento, que dice legitimarlo, el gobierno no gobierna, profundizando la cultura de la muerte, empecinado en legitmarse por el entero e impúdico ejercicio del poder.  Trampa que dibuja exactamente una crisis, entre las peores que hemos padecido en Venezuela, que consiste en el extravío del sentido.

Y, para concluir, extravío que, en el lado de la oposición, pricipalmente, convierte el llamado a la concordia, al diálogo, a la reconciliación, en un exacto domicilio del lugar común. Vale decir, en una carencia de imaginación política que, por si fuera poco, genera suspicacias.

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