miércoles, 26 de diciembre de 2012

SEMIÓTICA DE DIOS

CIUDAD CARACAS, 26 de Diciembre de 2012
Jesús, primer excluido de la Era Cristiana
PADRE NUMA MOLINA S. J.

Queridas hermanas y hermanos, vicepresidente ejecutivo de la República señor Nicolás Maduro Moros y su tren ministerial, demás personalidades que asisten a esta celebración eucarística de la Navidad. Querido pueblo católico de Caracas asiduo a este templo de San Francisco, bienvenidas y bienvenidos todos.
Es muy significativo que el Alto Gobierno venezolano tenga como punto de agenda en esta Navidad asistir a la celebración de la Eucaristía para celebrar el nacimiento de Jesús y dar gracias a ese Dios de la vida por todos los beneficios alcanzados en este año que ya casi llega a su fin. Así deberíamos todas y todos celebrar la Navidad, haciendo un alto en el camino para contemplar el misterio que celebramos esta noche: un Dios que se hace hombre, que se hace barro de nuestro barro, un Dios que al hacerse hombre nos eleva, nos diviniza.
El evangelio que acabamos de escuchar está todo él atravesado de símbolos, de expresiones que nos deberían cuestionar profundamente hoy si queremos ser auténticos seguidores y seguidoras de Jesucristo. La primera expresión que me parece digna de reflexión es esta: “Le llegó a María el tiempo de dar a luz y tuvo a su hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no hubo lugar para ellos en la posada”. He aquí un primer símbolo, el de una humanidad excluyente donde el pobre no tiene espacio, desde esta actitud egoísta de todos los tiempos Jesús se convierte en el primer excluido de nuestra era. Es un Dios desconcertante este Dios que se nos muestra en Jesús. Mientras los sabios y entendidos esperaban al Salvador como un hijo de palacio, “¿de Nazaret puede salir algo bueno?” se decían, el mesías nos viene de una aldea insignificante y tiene por cuna un comedero de animales en la periferia de una ciudad que había sido cuna del gran rey David; mientras los instalados gozaban de las mejores posadas Dios entra en nuestra historia humana desde el espacio más inesperado para hacerse compañero de camino, entra por lo insignificante de un establo reservado a los animales. Nadie se enteró, los de la ciudad de Belén seguían en sus comilonas y en sus comodidades, Herodes el rey se enteró tarde y cuando lo supo entró en cólera porque aquel niño de la pesebrera, según los expertos, se convertía en un peligro inminente para su reinado. Por eso, hablando de la opción por los pobres, el papa Benedicto XVI hace la siguiente afirmación en Aparecida, Brasil (durante su discurso inaugural de la V Conferencia del episcopado latinoamericano y del Caribe en mayo de 2007): “La opción preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza”.
LOS PRIMEROS TESTIGOS
La narración evangélica señala como primeros testigos a unos pastores “que pasaban la noche en el campo vigilando por turno sus rebaños” Pero, ¿quiénes son los pastores? Es la clase social más insignificante, más baja en tiempo de Jesús. Hoy en nuestro imaginario hemos introyectado una figura muy tierna y romántica de los pastores pero es necesario mirarlos con toda su crudeza histórica para entender la opción de Dios en favor de los considerados no pueblo. Los pastores eran vistos como transgresores de la ley, ya que no podían cumplir con los preceptos de la religión debido a su oficio. Además se les atribuía la venta de la lana para su beneficio, el aprovecharse del producto de rebaños ajenos, etc. Los pastores eran nómadas sin vivienda fija. Un pastor no tenía ningún significado en aquella sociedad, y es a ella a quien Dios se manifiesta para darle la buena noticia. Ellos se convierten en testigos presenciales, sus ojos están capacitados para ver en aquel niño el misterio trascendente que los entendidos no eran capaces de ver. Son los sencillos sin ningún tipo de formación en las escuelas rabínicas quienes interpretan los signos de que una “buena noticia ha llegado que será motivo de alegría para todo el pueblo”. Los signos (la semiótica de Dios) sólo pueden ser comprendidos por un corazón sencillo, desprendido de ataduras y de preceptos como el de los pastores, sin prejuicios dogmáticos, sin racionalismos académicos, sólo con la escuela de la vida. Jesús dirá al respecto: “gracias Padre, Señor del cielo y de la tierra porque has revelado estas cosas a los sencillos de corazón y te las has ocultado a los que se creen sabios y entendidos”. Los signos que acompañan el acontecimiento de la Navidad son la debilidad de un niño, envuelto en pañales que tiene por residencia un establo, una pesebrera y por cuna un comedero. El emperador romano había ordenado un censo para enterarse qué propiedades tenían los colonos y así alimentarse cobrándoles mayores impuestos. En cambio este rey que es Dios aparece en un comedero, de ese modo se muestra a la humanidad como comida, como pan que alimenta los sueños y esperanzas de la humanidad nueva que comienza. Dios desde la humildad de un establo confunde a los poderosos de ayer y de hoy. El profeta Isaías en la primera lectura nos dice “el pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz”. Eso es Jesús para los pueblos que no tenían esperanza, para quienes creían confiscados sus derechos de por vida, la autoestima del hombre y de la mujer se transforman, se elevan por la estima amorosa de Dios al hacerse uno de nosotros.

 Deberíamos preguntarnos los cristianos y cristianas ¿Qué hemos hecho entonces de la Navidad hoy?, intoxicada por el mundo del mercado y alienada por la industria publicitaria inmoral, que nos crea necesidades ficticias, nos programa como robot para lo que debemos hacer y consumir mientras lo elemental que es la solidaridad de los pastores, la gratuidad, la sencillez de un establo queda desplazada de nuestros valores cristianos. Ciertamente que de eso hay mucho en el pueblo venezolano, solamente que nos hemos dejado influenciar por los antivalores egoístas de un capitalismo inhumano.
Razón tenía Francisco de Asís cuando se empeñó en crear el nacimiento viviente, el santo quería mostrar a los cristianos de todos los tiempos que los signos de la presencia de Dios en la tierra no son los del poderío aplastante de los magnates de este mundo ni la arrogancia del capital de las minorías ricas, sino la simplicidad de quienes siendo pobres saben dar desde su propia pobreza.
Afortunadamente esas tradiciones de gratuidad compartida, hecha pan, hecha hallaca, hecha amor al lado de los que sufren, esas tradiciones se niegan a morir en nuestra América y se alimentan en nuestro tiempo desde los movimientos sociales y desde los proyectos de emancipación de los pueblos, se han hecho cultura de la solidaridad, de la organización comunitaria, de los sueños de fraternidad de las iglesias y de las comunidades eclesiales de base.
Los pastores escucharon que la paz en el proyecto de Jesús venía destinada para aquellas y aquellos de “buena voluntad” y ¿qué es una voluntad buena? Es aquella que hace lo que a Dios le gusta y Jesús describe a quienes hacen la voluntad de Dios como “bendecidos por el Padre” porque “tuve hambre y me diste de comer, estaba preso y me visitaste, tenía sed y me diste de beber; etc.” La Navidad y toda la vida cristiana se juega allí, son actitudes indispensables que deben acompañar la vida de los auténticamente seguidores de Jesús. Hoy el hambre, la cárcel, la enfermedad siguen vigentes pero también otras carencias nuevas aparecen. Hoy otros rostros nos interpelan: los jóvenes manipulados por la droga y por el consumismo, los inmigrantes a quienes se les niegan sus derechos más elementales, los pueblos como Palestina la tierra de Jesús, atropellados por la violencia de las potencias armamentistas, los millones de pobres generados por el capital inhumano que unas minorías defienden impunemente, los indígenas, los campesinos, los niños olvidados a su suerte producto de una paternidad irresponsable, etc. Hoy, ser hombres y mujeres de buena voluntad consiste en vivir una espiritualidad de ojos abiertos para percibir con hondura lo que el espíritu nos está diciendo como Iglesia desde cada hombre y desde cada acontecimiento.
Hermanos aquí presentes y todos quienes nos siguen a través de los medios de comunicación televisivos y radiofónicos, esta Navidad es única, no olvidemos lo que Victor Frank llamara la unicidad del instante. Vivamos este instante como un momento de gracia y de crecimiento humano-espiritual único. Dejemos que una fe alimentada por la lucha diaria a favor de un mundo más justo y más humano, sea nuestro signo de ser cristianos. No nos conformemos con la superficialidad de lo efímero ni con la mediocridad de una vida cristiana sin incidencia en la historia. Pongámonos en camino junto a los pueblos que sueñan utopías, ellos están viendo más lejos que los sabios y entendidos. Dejémonos guiar por el olfato histórico de las mayorías pobres porque desde allí, desde esos espacios Dios se nos está revelando, son lugares habitados por el Dios que se nos reveló en Jesús.
Finalmente nuestro saludo de aliento y esperanza como pueblo unido al presidente Chávez. Que Jesús te sane Presidente y que la paz del pesebre de Belén te inunde. Que el calor de todas y todos como pueblo lo puedas sentir muy dentro de su corazón en esta Navidad, estamos contigo hermano Presidente, hoy más que nunca, porque un misterioso vínculo de amor se ha establecido entre tu corazón y el de tu pueblo. Te abrazamos desde aquí y te ponemos junto a Jesús en la humilde pesebrera de la periferia de las grandes ciudades, que sigas alimentando tu mejoría con mucha fe porque si tenemos fe El Señor podrá hacer maravillas en nuestra vida.

NOTA LB:

La primera fotografía es tomada del edio impreso, mientras la segunda de la pantalla del televisor que sintonizamos tarde. Quizá la primera vez que vemos al Padre Numa leyendo una homilía. Opuestos al régimen, nos incomodó la transmisión, aunque jamás hemos rechazado o condenado las simpatías políticas del sacerdote por el proceso en curso. E intentamos un mínimo de sensatez al respecto: por ejemplo, de un lado, el Padre Numa nunca ha hecho proselitismo político en sus misas, y - concretamente - valoramos la perspectiva que asume en sus sentidas homilías; hay un sentido de autenticidad que admiramos, incluyendo su disposición a innovar el servicio eclesiástico; por lo demás, en el ámbito cívico, tiene absoluto derecho a asumir posturas, como otros sacerdotes y hasta cardenales, lo han hecho. De modo que defendemos el ejercicio de sus posiciones que parten de un compromiso genuino de fe, como pueden esgrimirlo otros integrantes de la Iglesia que somos todos. De otro lado, la discrepancia sería con la utilidad y manipulación que el régimen hace, pues, exacerbado culto a la personalidad presidencial, queman cualquier incienso y en cualquier altar con olvido de sus propias responsabilidades: la misa en cuestión, luce como un acto de gobierno con todo su tan privilegiado tren, sumadas las consecuencias publicitarias del caso; pudo dedicarse al Niño Jesús e incribir ahí a Chávez Frías, a Franklin Brito, a los miles de inocentes que mueren en las calles - precisamente - por falta de gobierno.  No obstante, siendo nuestra aspiración, privilegiada la maquinaria propagandística del oficialismo, deseamos entender - finalizando la nota - tres posibles facetas del problema: a) las complejidades impuestas por un discurso tan radical como maniaco-depresivo - por llamarlo de alguna manera - de la polarización artificial y artificiosa;  la labor pastoral del Padre Numa, asumiendo que Dios le ha dado una misión de conversión en el corazón mismo del oficialismo; y la inmensa y constante necesidad para una feligresía de discernir,  incluyendo a aquella que va a misa solamente cuando repican las campanas de su desesperación, agasajándose delirantemente bajo el pretexto del bautizo, la primera comunión o el matrimonio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario