lunes, 31 de diciembre de 2012

JUVENTUDES

EL NACIONAL, Caracas, 31 de Diciembre de 1997
Jóvenes de entonces, jóvenes de hoy
Jesús Sanoja Hernández

A quienes contaban 20 años, un poco más o un poco menos, lo que entonces sucedió les parecerá un sueño: Algo vaporoso, huidizo, pero irrepetible en su belleza histórica. Llegaba, ­al fin!, la democracia que no habían vivido. Comenzaba (se decían) una nueva era.
Pasó el Año Nuevo de 1959, con Betancourt electo pero no posesionado. Parte de aquellos jóvenes no gustaba del estilo del ``fundador de la democracia'', pero defendía lo que ésta representaba. Era la constitucionalidad lo que estaba en juego. Y vino el Año Nuevo de 1960 y daba la impresión de que Punto Fijo, un pacto a tres, que había excluido a los comunistas y pronto excluiría a la izquierda de AD, llegaría tranquilamente a 1964, cuando Betancourt abandonara Miraflores.
En el Año Nuevo de 1964, ya electo Leoni pero no posesionado (pues aún mandaba el presidente que estaba próximo a marcharse a Nápoles primero, a Berna después), aquellos jóvenes de 1958, ahora más o menos con 25 años encima, habían tomado rumbos diferentes. Unos estaban en el gobierno, otros en la oposición y hasta en cárceles: O en Las Brisas o en Tocuyito, penal recién fundado. Habían cruzado por El Vigía, por La Orchila, por Tacarigua, por el Castillo Libertador.
Betancourt elogió al régimen democrático, legitimado por las votaciones del 1§ de diciembre de 1963 y recordó cómo la hacienda pública, en bancarrota en 1959, se había recuperado. Ya Sidor estaba funcionando, orgullo del Estado; ya había nacido Ciudad Guayana, ya había sido creada la CVG. A Matanzas la llamó, ``el nuevo Ruhr, el Pittsburgh venezolano''.
Un quinquenio más y los jóvenes veinteañeros del 58 cruzaban la treintena. Atrás venía el relevo, impulsado por la contestación a escala mundial, Mayo francés y universidades libres, poder joven y ``problema checoslovaco''. Los nuevos se metieron en el baile de ``la izquierda divina'' y en la renovación universitaria. Leoni dejaba el mando a Caldera, con la primera etapa de Guri, la pequeña plantea alcasiana y los intentos de conciliar los Teatros de Operaciones antiguerrilleros con la apertura política.
A la vuelta de un lustro, el hombre que camina, fantasma de los 60, se preparaba para conquistar el poder. El bipartidismo se afirmaba mientras aquellos jóvenes del 58 traspasaban la mitad del camino de la vida. La izquierda se había convertido en la Polinesia y, en cambio, AD y Copei en el péndulo fatal. El inicio de la era saudita significó el viaje de los muchachos, no para el Iracara, los extenuados frentes guerrilleros o la acción directa, sino para Boston, París y Londres, fundayacuchos postgraduados, bilingües y, sin saberlo, modernizados avant la lettre .
"Nuestros años locos", dijo de los perecistas un ensayista amigo mío y de las frases elocuentes. Muchos de los que en el 58 fueron los jóvenes que tomaron la antorcha, empezaron a tirarla en la pista de la bonanza, desechando a Marx y viendo en Moscú el socialismo petrificado. Los mismos extremistas de la JRC, más los astronautas que los avanzados o se fueron de Copei, o se refugiaron en el MAS, o retrocedieron en sus posiciones. La juventud de AD ni siquiera entonaba el himno del partido. Pasaba, en vuelo directo, del acto de graduación a altos cargos en los Ministerios y la diplomacia.
Después de recibir un país hipotecado, Informe Bolinaga de por medio, Herrera entregó una Venezuela superhipotecada aunque con monto respetable de reservas internacionales. El tarabatismo se estremeció con el Viernes Negro, que puso a danzar al bolívar y a pensar diferente a una parte de la sociedad. Para tales días, los jóvenes de ``la gloriosa madrugada'' traspasaban los 45 años. Fueron a votar, como los relevos y la retaguardia, y votaron por Lusinchi o Caldera, como antes, en 1978, habían votado por Herrera o por Piñerúa. El yugo del bipartidismo los esclavizaba a todos.
Reeligieron en 1988 a quien luego decapitarían con una Constitución victimaria. Los fundayacuchos y similares, apertrechados de neoliberalismo, arrancaron en 1989 con el plan de ajuste, y Pérez dejó el mando que hasta la víspera creyó seguro en sus manos. El sistema bipolar se estremeció. Los emergentes se agruparon en el MBR-200 y, electoralmente, en la Causa R. Con 55 años encima, los jóvenes del ayer utópico entraron a la tierra baldía que nadie quería cultivar. El tiempo cumplía su misión degradante, erosiva, adormecedora.
Con medio siglo de recorrido sinuoso, hundidos en la desmemoria, veo a los jóvenes del 23 de Enero, algunos de ellos aferrados al Congreso o al tren ejecutivo, otros enriquecidos o lanzados al sótano de la clase media, terceros con el hervor de la edad perdidas, aunque minoritarios de aquella nutrida secta: Dinosaúricos de Fundapatria, bolivarianos exaltados, estalinistas residuales y tercos. Tendrán un fin de siglo que no se merecían.

Fotografía: Domingo Alberto Rangel. Reportaje de Eloy Enríquez Porras:"Transfugas y disidentes en la política venezolana". Momento, Caracas, nr. 637 del 29/09/68.

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