viernes, 28 de diciembre de 2012

COMEDERE (2)

EL NACIONAL, Caracas, 14 de Julio de 2002
Tendencias de la postmodernidad
El asalto a la mesa ajena
Alberto Soria

Lo que se lleva a la olla o cacerola asoma como el próximo escenario de conflicto. En él, los países abandonan la diplomacia y el discurso de hermanos en el mundo todos somos, para tratar que el otro compre, cocine y coma, lo que yo produzco en situaciones ventajosas. Después de veinte años de campañas sobre la moral de los alimentos, de soterradas campañas, para enseñarle a la gente qué es bueno y qué malo por prohibido, y de otros veinte años de despoblar los campos porque el glamour está en las ciudades y los jóvenes prefieren las oficinas al arado, la sociedades que tendencias marcan avanzan hacia una confrontación en la que se aplicará moral de cacerola.
Los veteranos observadores de las tendencias en la alimentación señalaban en el siglo pasado cuando las fronteras eran eso, y además aduanas, que los privilegiados ciudadanos de las naciones industrializadas cuando deseaban comer bien, iban de visita o asaltaban cacerola ajena. Sobre esa convicción de que los industriales saben producir pero no comer se montaron después los estereotipos y chistes sobre cómo se come en Inglaterra, Alemania y después en Norteamérica. Franceses e italianos primero, y después españoles, portugueses y griegos ingresaron tarde a las mesas de las naciones opulentas con derecho a timonel, porque sospechosos eran de disfrutar comiendo, y hacerlo seguido.
Adónde van de vacaciones y qué disfrutan decenas de millones de turistas de sociedades opulentas, sirve más para entender sobre estilos de vida que las estadísticas aburridas de los economistas criados, educados y diplomados con hamburguesas, sandwichs chatarra y bebidas con pitillo. Para paliar las diferencias, los estrategas de la alimentación industrializada crearon en diez años el estereotipo de la felicidad pegada al hueso. La vendieron por cápsulas en el cine, la televisión, los conciertos de rock, y los videoclips, que son los únicos mensajes subliminales que no lo son porque se ven, pero funcionan.
Así, después de ser lo contrario desde la Edad Media hasta la década de los pasados años 70, gordo dejó de ser opulencia y poder para convertirse en fracaso. La estética basada en el hambre autoimpuesto pasó a tener glamour y diferencia ante el hambre sufrido y el vegetarianismo por obligación, como el biafrano por ejemplo. Se terminó asociando la gordura con cosa campesina, impropia en las oficinas y ciudades. Los veteranos campesinos de Francia, España, Italia, Portugal y Grecia no supieron admitir su derrota y siguieron trabajando, cosa que los enfrenta ahora con la tecnología agroalimentaria. Siguieron produciendo animales de granja de primera, junto a huertos de tomates que tienen perfume y saben a tomates, papas con sabor, olivas jugosas, granos, frutas y lechugas.
Los industrializados han decidido meterle mano a la indisciplina del placer del huerto que sobrevive según dicen, gracias al subsidio que los estados recaudan gracias a los famélicos que pagan impuestos para vivir bien y en unión europea y continental. Liquidados estos campesinos improductivos, el mundo será más feliz y equilibrado cuando la leche, la berenjena, la papa frita, el plato de arroz y el guiso sean planetarios. Es decir uniformes, desabridos pero perfectamente empacados. Y lo más importante, económicamente válido para los contables que no tuvieron tetero, pero sí pitillo.


Fotografía: LB, edificio Ambos Mundos (Caracas, 17/11/12).

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