lunes, 22 de octubre de 2012

COMISARÍAS

Del artefactismo político
Luis Barragán


Consabido, el fracasado proyecto de reforma constitucional de 2007 se ha impuesto a través de las leyes ordinarias, e – incluso – las de carácter orgánico por la indebida ruta de las habilitaciones presidenciales. Una de las materias más delicadas es el de la pretensión de crear sendos consejos en los más variados ámbitos sociales y políticos, golpeándolos (SIC) institucionalmente.

Los referidos consejos están destinados a la sustitución de todo dispositivo y mecanismo natural en el medio sindical, estudiantil, gremial, vecinal, etc. La naturaleza habla de aquellas sociedades intermedias  surgidas en el propio y específico ámbito, con sus objetivos, reglas, experiencias, tareas, vicisitudes y actores, sensatamente independientes del poder estatal y deseablemente de todo otro poder de facto que las contamine y distorsione.

Y es que, con todas sus bondades y defectos, un sindicato pertenece a sus miembros, quienes libremente así se desean, eligen y revocan a sus directivos, cuentan con sus particulares circunstancias y se esfuerzan por mejorar aquellos derechos y garantías que legitiman una lucha a veces accidentada. La creación de un consejo de trabajadores, en los términos de la actual Ley Orgánica que los rige, obliga a una afiliación que es, en última instancia al gobierno nacional, actuando las inspectorías del trabajo cuales comisariatos político-partidistas, encuadrándolos en las tácticas de un socialismo rentista que sólo permitirá un simulacro de selección de los dirigentes, contrariando las libertades sindicales universalmente reconocidas.

El oficialismo tiene por empeño sustituir los centros y federaciones por los consejos estudiantiles, cuyo objetivo inicial reside en burocratizar la dirigencia, tal como logró domesticar a sus propios y escasamente representativos cuadros a través de una dizque comisión presidencial para las políticas de juventud, ahora ministeriales. O las sociedades de padres y representantes de noble origen, participadas mucho antes que los reinventores de esta democracia de neón, a reemplazar por consejos que suman a personas extrañas y dispuestas a involucrarlos en coyunturas que los desespecialicen, redondeando una comisaría que es la del partido gobernante.

Instituciones como la de  los partidos (opositores), las desean simples asociaciones de ocasión; o la de las juntas parroquiales, otrora conformadas por la votación universal, directa y secreta, desconocidas y suplantadas por las comunas adedocráticas y burdas receptoras del financiamiento central, como premio a la efectiva adhesión que pulverice toda manifestación independiente, libre y espontánea en el mundo vecinal.  Siendo así, la institucionalidad – por llamarla de alguna manera – revolucionaria es, en esencia, contrarrevolucionaria, pues, temiendo a la libertad, entereza y riqueza de la pluralidad y complejidad de la lucha cívica, política y social, obra a favor de la sobresimplificación y manipulación de los procesos clientelares de tan peculiar socialismo, procurando generar y multiplicar los artefactos que neutralicen y liquiden toda inconformidad, anegándola en el fondo de nuestra existencia personal y colectiva.
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Pobrísima imaginación tuvieron los redactores de la resolución que prevé los consejos educativos, en nombre de una rara participación que desintegra. Sobrada cobardía al no denominarlos como las comisarías que dependerán del aparato político-partidista, reservándose el más comisario de los comisarios las grandes decisiones estratégicas, como gusta y regusta decir.

Fuente: http://www.opinionynoticias.com/opinionpolitica/13060-del-artefactismo-politico

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