lunes, 17 de septiembre de 2012

¿RÓMPASE EN CASO DE EMERGENCIA?

Socialismo campamental y transición
Luis Barragán


El modelo socialista en curso, jamás debatido entre sus propios partidarios y propulsores, constituye una doble y nefasta curiosidad. Grosera imitación del cincuentenario cubano que dice actualizarse y actualizarnos apelando al viejo imaginario de la década de los sesenta,  no hubiese sido posible sin el prodigio de la renta petrolera. Empero, la curiosidad se convierte o convertirá en una trágica paradoja del generoso financiamiento.

Evidentemente agotado tal imaginario, propio del llamado douglismo que rompió con la dirección más seria del PCV, reimpulsando el entusiasmo del MIR por aquellos años,  la cada vez más costosa maquinaria propagandística y publicitaria inventará otros heroísmos, aunque no encuentre epopeyas donde afincarse. Un conflicto interno o internacional,  nos atrevemos a aseverar, suerte de la guerra de Angola que impuso Fidel Castro para amortiguar sus fracasos, asomará sus fauces en medio del enloquecimiento simbólico que habrá de militarizar los sueños, justificando el constante llamado al sacrificio individual y colectivo.

Desindustrializado, el petróleo no alcanzará a mediano y largo plazo para soportar las inmensas necesidades que los festines plebiscitarios del gobierno han logrado ocultar.  De modo que el post-rentismo hallará la peor cabida en un futuro que, culpando a terceros, como aquella humorada negra, también nos llevará a comer basura aunque tampoco ella… alcance para todos.

Ese socialismo campamental, por siempre provisional,  no tiene salida después de los comicios del 7-O. En el supuesto negado de un triunfo de Chávez Frías, tenderá a una pronta radicalización de la franqueza que nunca ha tenido como la del aumento vertiginoso y más desvergonzado de las  importaciones de alimentos, resignándonos a consumir lo que se encuentre a la vez que desaparecerá cualquier mecanismo alterno de comercialización; la confiscación masiva de inmuebles que la burocracia no atina en construir, dándole refugio – incluso – a esa clase media a la que le está ya prácticamente prohibida vivir en el extranjero de sus sueños fatuos; el reenmascaramiento del empleo precario, cuya única relación laboral será la que determinará el Estado Patrono; o la exhibición abierta del armamento que se sabe está en la calle, surgiendo las juntas comunales como sendos  comités de defensa de la revolución a la caribeña.

Hay un camino, en el supuesto afirmado de un triunfo de Capriles, para iniciar una experiencia harto distinta e inédita de transición que nos recoloque en el siglo XXI al que todavía no hemos llegado. Y, por más que – preventivamente – intenten satanizarlo, la pluralidad de fuerzas sociales y corrientes políticas que lo legitiman, con las habilidades y talentos que las circunstancias obligarán, el desmontaje será el de un cuadro autoritario, improductivo y temerario que no, olvido de la agenda social a perfeccionar desde la otra perspectiva que será la del  cabal respeto a la dignidad de la persona humana.

La intranquilidad que se respira por doquier, alimentada por el gobierno, cederá frente a la confianza que suscitará el nuevo mandatario nacional. Obviamente, hay medidas que tomar, como el control de cambio tan dramáticamente suicida para la economía que requerirá de un gigantesco salto cualitativo, pero – consabido – no será por decreto, a sabiendas de las consecuencias que pudiera suscitar en el caso de no programarlo progresivamente, por ejemplo.

La primera y gratuita constatación de una inmensa validez simbólica, será la de reencontrarnos con un país que nada tiene ya que abonar a la superada década de los sesenta, ni a sus interesadas deformaciones. Piso necesario para echar las bases del otro post-rentismo que nos merecemos, construyendo una sociedad de derechos humanos, calidad de vida, en la que el desarrollo económico bien lo explique la equidad social, en libertad y democracia.

Fuente: http://www.analitica.com/va/politica/opinion/6753509.asp

Fotografía: Rodney Castro Soto, Parque Central, Caracas.

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