viernes, 17 de agosto de 2012

PERSISTENCIA (1)

EL UNIVERSAL, Caracas, 01 de Agosto de 2012
Bolívar es el enemigo
ANGEL OROPEZA 

Para la gran pensadora Hanna Arendt, la "política" trata sobre el hecho de estar juntos los diversos. Esto es, la política surge de la necesidad de que vivamos juntos quienes pensamos distinto. Por eso el acontecimiento originario que deriva en el concepto de política es la pluralidad. La política es lo contrario a la intolerancia, al pensamiento único, a la guerra, a la aniquilación y a los métodos de la muerte y división como forma de dominación social.
En un excelente trabajo titulado "La Política extraviada: una historia de Medina a Chávez" (Fundación para la Cultura Urbana, 2002), Andrés Stambouli define el concepto de "comunidad política" como una relación inherente a la noción arendtiana de "Política" en la cual las personas y componentes diferenciados de una sociedad "se reconocen recíprocamente como co-miembros de la asociación y comparten algunos valores, metas y actitudes, cultivando la persuasión, la tolerancia y el diálogo para resolver sus desencuentros, como método preferido a la represión o destrucción del adversario".
Parte de ese conjunto de valores comunes que identifican y le dan sentido de pertenencia colectiva a una nación, gira en torno a sus símbolos patrios, su historia,  sus figuras referenciales. Y en el caso venezolano, uno de estos personajes referentes que ayudan a sentirnos parte de un todo común, es sin duda el Libertador Simón Bolívar.  Desde mediados del siglo XIX, su nombre y su figura han sido símbolos de la unicidad venezolana, esa en la cual todos nos reconocemos a pesar de nuestras necesarias diferencias ideológicas, políticas y de pensamiento.  ¿Qué pasa cuando un modelo político de dominación requiere para su viabilidad de la división social y la exclusión de quienes piensan distinto, y así poder justificar la naturaleza de sus acciones y métodos? Pues que esas figuras que convocan a la unión y al entendimiento nacional deben ser destruidas o, en su defecto, reinterpretadas y sometidas a un proceso de neo-representación en el imaginario colectivo.
Desde sus inicios, el modelo militarista que hoy gobierna a Venezuela se ha esmerado en privatizar la figura del Libertador, y degenerarla en una especie de fetiche propagandístico para el uso particular e interesado de una facción con vocación hegemónica. El último intento de esa larga cadena de expropiación partidista de la figura de Bolívar lo constituye el "otorgarle" un nuevo rostro, e incorporarlo rápidamente a la gastada iconografía oficialista. Desde el punto de vista psicológico, el "nuevo rostro" introduce a un "nuevo Bolívar", ya no el de todos, sino el que ha "creado" en plena campaña electoral el grupo gobernante. Así, en una operación de típico condicionamiento clásico, el "nuevo rostro" acompaña ahora todas las presentaciones del líder supremo, buscando una asociación pavloviana que refuerce la idea de que ambas caras se evocan recíprocamente.  No se trata aquí de la simple presentación de un trabajo técnico de reconstrucción ideográfica, que obedezca a razones de interés histórico y científico. Lo único que se busca, de cara a las urgencias electorales, es reforzar la identificación reduccionista del Padre de la Patria con un político circunstancial aspirante a su tercera reelección.
Para las necesidades continuistas de dominación de la elite gobernante, el Bolívar de todos es un enemigo que debe ser reducido, desdibujado y disminuido a ficha de una facción. El Bolívar que conocemos los venezolanos, ese que llamaba a que cesaran los partidos y se consolidara la unión nacional para poder bajar tranquilo al sepulcro, es inconveniente y contrario a su diseño de polarización y división social.  Había que inventar otro Bolívar, un Bolívar oficialista y gobiernero, para que no se oyera al verdadero, aquel que se levantaba contra cualquier clase de opresión, y que alertaba sobre por qué no se puede dejar que un solo hombre ejerza el poder durante mucho tiempo, so pena de propiciar tiranía y sumisión en lo que él soñaba debía ser un pueblo libre.

Nota de LB:

El gobierno nacional (e, imaginamos, los regionales y locales afines), masivamente propulsan el novísimo rostro de Bolívar. Poco importaría si el debate fuese histórico e iconográfico, pero hay un problema: el de la persistente intención de convertirlo en issue político y electoral.  Quizá los escolares recibirán tal bombardeo del rostro al reiniciarse las clases que obligará al resto del país, a distraerse sobre los problemas fundamentales que confrontamos. Mejor todavía, independientemente de los resultados electorales, sea cual fuere el signo de la inmediata transición, Bolívar se convertirá en un misil cotidiano.

Fotografía: LB, aproximación a laesquina de La Bolsa, Caracas (16/08/12)


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