jueves, 23 de agosto de 2012

EL DOBLE DEL SEPTENIO

La trama estéril del petróleo
Luis Barragán


Martes, 2 de enero de 2007

Libre de toda sospecha, Premio Casa de las Américas en 1974, Héctor Malavé Mata examina las intenciones y realizaciones del régimen que se ha hecho de nuestro siglo XXI, a través de un título que circula desde mediados de noviembre del presente año: “La trama estéril del petróleo. Petróleo y economía en el septenio perdido del Hugo Chávez” (Rayuela Taller de Ediciones, Caracas, 2006).

Rompiendo otra vez con la definición convencional del crecimiento económico, apuesta por el registro de su densidad social, para sentenciar que nuestra economía “no se desarrolla porque no se transforma, ni cambia porque no se despliega en mudanza de perspectivas” (50). Extremada la crisis del modelo petrolero de crecimiento, a la asimetría estructural, dependencia externa y vulnerabilidad, suma los enconos dogmáticos de los mentores del capitalismo monopolista de Estado y las afanosas versiones ideológicas del desactualizado modelo de desarrollo “desde dentro”, mal concebido e implementado, inviable por sus elevados costos y baja productividad: “La trama estéril del petróleo, entendida como expediente de extracción del crudo que no plantea racionalizar su producción ni optimizar su rentabilidad, consiste en asignar la plusvalía petrolera al financiamiento del gasto público de manera que más sirve al asistencialismo clientelar que a la inversión productiva” (22).

En cinco estupendos capítulos diserta sobre la densidad petrolera del crecimiento, la Venezuela recesiva y el conflicto, los espejismos y las falacias del petróleo, con un útil apéndice estadístico. Sólidos argumentos y oportunas cifras apuntan al radical, dispendioso e improductivo gasto público, así como a la “Nueva PDVSA”, dibujando el síndrome de la petrolización o el de la financierización de la economía, cuestionando gestiones como del otrora ministro de Finanzas, Tobías Nóbrega.

Ayudando a la sinceración del régimen, cuyas características tienden a confundir a los incautos, deseamos resaltar algunas de las paradojas señaladas por el autor desde la perspectiva marxista y la estrictamente económica. A guisa de ilustración, por una parte, el envilecimiento maniqueo del marxismo, devenido protocolo de gobierno (13); la sustitución del análisis de las formaciones sociales, a favor de la glorificación de los héroes (idem); la exacerbación de la ideología divisiva para degradar la conciencia social en encono de clase (56); la dependencia fiscal del petróleo asumida como metáfora, más que como rasgo endémico del Estado rentista (80); o, evitando el riesgo de las tensiones sociales por los grandes declives del crecimiento o de la distribución de la renta fiscal en razón del deficitario gasto público, prefiere la confrontación del Estado y la sociedad civil antes que la lucha de clases (95). Y, por otra parte, la elevada renta petrolera como premisa del deterioro del modelo petrolero de crecimiento (24); la estrategia subsidiaria hacia fuera y la descapitalización hacia dentro (14, 25, 232); la paradójica sustitución de importaciones que las ha suscitado más de las que ha sustituido (30); la desindustrialización generada por la caída de la política sustitutiva (104); la óptica estructuralista de los enunciados que contrasta con las fórmulas monetaristas aplicadas (121 ss., 214); la soberanía petrolera dependiente de la volatilidad de los precios (155); o la alta rentabilidad petrolera contrastante con su baja productividad (174, 198).

Otro aspecto necesario de destacar, hace una brevísima consideración teórica de la revolución, concluyendo que la llamada bolivariana desvirtúa el sentido del crecimiento económico e impulsa las condiciones de reproducción de la pobreza (52, nota 1). Iniciativas como el Plan de Desarrollo Económico y Social de la Nación (2001-2007), claman a favor del incremento de las exportaciones no petroleras, mientras la CEPAL cataloga a Venezuela como el país con menos diversificación de sus exportaciones en América Latina (110). Entonces, ¿ha habido un cambio real?: por ejemplo, sobre la “Nueva PDVSA”, no se sabe si “es un ente petrolero que ejecuta proyectos sociales o si es un organismo de competencia social que se dedica a la producción del petróleo” (177).

Frecuentemente, el manejo del lenguaje le concede un profundo aliento al ensayo, aunque la repetición de los argumentos avisan de una posible compilación de trabajos independientes que muy bien hacen uso de la prensa diaria, pues no hay afirmaciones aisladas por más efímera que sea la noticia, sobre todo cuando se trata de los voceros del oficialismo. Insiste en un elenco reducido de mentores, suerte de gúrues del mandatario nacional, aunque estimamos que, más allá de “cierta filiación” (189), Mazhar Al Shereidah representa una tendencia más radical en los asuntos petroleros no impidiéndole cuestionar los resabios neoliberales que todavía caracterizan la política oficial.

A lo mejor anunciando un futuro ensayo, Malavé Mata reconoce al inicio el inevitable contexto existencial de sus inquietudes como la circunstancia de haber nacido en un país bajo la dictadura de Gómez, haber realizado sus estudios de pregrado en la de Pérez Jiménez, sin resignarse a vivir bajo el chavezato, aunque subyace la interpelación de un marxismo que espera un cupo editorial. Finalmente, reconocido por el suministro de información y citado por sus contribuciones periodísticas, el autor de marras olvida considerar los tres últimos títulos aportados por José Guerra para una consideración más sistemática, sobria y profunda del régimen que pronto cumplirá ocho largos años en nuestro país.


Fuente:http://www.analitica.com/va/economia/opinion/4583845.asp

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