martes, 17 de julio de 2012

UCRÓNICAMENTE, SUYO

Ucronías sobre la Guerra Civil
Juanma Santiago (Madrid. España)

¿Qué hubiera pasado si Franco no hubiese ganado la guerra civil? Desde siempre, la ucronía ha sido una de las facetas más interesantes de la ciencia ficción, en la cual, aunada a la historia, se plantean rumbos diferentes de hechos auténticos acontecidos. Este artículo nos ofrece un recorrido por la obra literaria que se ha producido sobre este importante evento histórico español...

1. La introducción de rigor
En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército faccioso, han alcanzado las tropas republicanas sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado.
Madrid, 1 de abril de 1939. Manuel Azaña, Presidente de la República.
Este último parte de guerra, mera transposición de términos del que firmara Francisco Franco, aparece recogido en las dos ucronías literariamente más satisfactorias sobre la guerra civil, En el día de hoy, de Jesús Torbado, y la ganadora del último premio UPC, El Coleccionista de sellos, de César Mallorquí. Tanto Mallorquí como Torbado han sucumbido a la tentación de decir "faccioso" donde decía "rojo", cambiar a Francisco Franco por Manuel Azaña y Burgos por Madrid y respetar el resto del texto. Como boutade hay que reconocerle una cierta gracia, y desde luego permite al lector no perderse en un marasmo de datos, fechas y nombres alterados, pero ¿hasta qué punto se trata de una aproximación superficial a la verosimilitud histórica?¿Cabe creer de un gobierno demócrata, civil y progresista expresiones como "cautivo y desarmado", más propias de una mentalidad autocrática, castrense y reaccionaria? ¿No pecamos de ingenuos deterministas al suponer que una hipotética victoria republicana habría de producirse precisamente el 1 de abril de 1939? Tal vez haya que conceder mayor crédito en ambos aspectos a la versión de Fernando Díaz-Plaja (paradojas de la vida) en su por otra parte insostenible novela El Desfile de la Victoria, que hace concluir la contienda el 13 de abril e introduce algunos cambios en la redacción del último parte de guerra:
En el día de hoy, las tropas republicanas han desarmado a las pocas fuerzas facciosas que todavía resistían nuestro victorioso avance. La guerra ha terminado.
Juan Negrín, Presidente del Consejo de Ministros y ministro de la Guerra.
Dejando al margen estas imprecisiones, poco indicativas de los méritos o defectos de planteamiento de sus respectivos autores, interesa aquí destacar el carácter fantástico de sus obras: en las tres se plantea una situación ucrónica, el triunfo de la República en la guerra civil. Y ello, tratándose de una ciencia ficción como la española, desdeñosa de la fantasía histórica en general y de lo ucrónico en particular, es algo digno de estudio.
Si atendemos a la fecha de escritura de las ucronías españolas sobre la guerra civil, observamos un curioso boom de las mismas en 1976, es decir recién muerto Franco. Se publican en los primeros años de la Transición cantidades ingentes de obras en las que, ya con plena libertad de expresión, se aborda el conflicto civil y la figura del dictador. Algunas de ellas añaden a sus argumentos un cierto componente fantástico, por primera vez se atreven con ciertos asuntos hasta entonces tabúes y se permiten especular con la posibilidad de que la guerra civil,origen del franquismo, no se hubiera producido o, de producirse, se hubiera saldado con una victoria republicana. Para sus autores, se trataba de puro divertimento, especulación sociohistórica o "política-ficción". Para los lectores asiduos de ciencia ficción, se trata de obras claramente adscritas al género. A esta "primera oleada" de 1976, y dejando aparte el precedente que sentó Ramón Sierra con su inocente Anales de la IV República Española, pertenecen las ya citadas En el día de hoy, de Jesús Torbado y El Desfile de la Victoria, de Fernando Díaz-Plaja, más 1936-1976. Historia de la II República Española, de Víctor Alba.
Con el paso del tiempo, la Guerra vuelve al olvido y, veinte años después, con la proliferación de publicaciones acerca de la Transición, las mentalidades más abiertas y los ánimos menos encrespados, regresan las ucronías sobre el enfrentamiento civil. A diferencia de la "primera oleada", la "segunda oleada" de los noventa no tiene como autores a franquistas comprometidos (Díaz-Plaja) ni republicanos exiliados (Alba) ni periodistas de prestigio (Torbado), sino a gente del fandom; por tanto, la guerra es analizada desde una nueva perspectiva, menos ideologizada y más centrada en la ucronía por la ucronía, en el ejercicio puramente narrativo aderezado con algunas gotas de especulación histórica. Salvo omisión, tenemos tres obras reseñables: los relatos "Baraka", de Rafael Marín, "Confesiones de un papanatas de mierda", de Juan Manuel Santiago (para servirles a ustedes) y la ya citada novela corta de César Mallorquí El Coleccionista de sellos.
2. Las obras en sí
Si hemos de ser precisos, ni la obra de Víctor Alba ni la de Ramón Sierra pueden considerarse propiamente ucronías sobre la guerra civil, pues en la primera el conflicto no llega a producirse y en la segunda la acción arranca en 1984. De hecho, la división va mucho más lejos: el ensayo-novela de Alba es una ucronía; la novela de Sierra es simple anticipación. A pesar de estas cuestiones, hablaremos de ambas a continuación.
Como muy bien comenta Agustín Jaureguízar al referirse a ella, la inocente Anales de la IV República carece de otro interés que el de la fecha de su publicación, 1967, en vida del Caudillo. Concebida como un manuscrito hallado por un astronauta americano, pasa revista a la historia de España entre 1984 y 1987, desde la instauración de la III República hasta el final de la epónima IV República. La premisa no puede ser más estúpida: muerto Franco, España queda en manos del Regente, el Cardenal Primado don Federico Cejuela Aboitiz, Jefe de Estado de acuerdo con la Ley de Sucesión, pero éste dimite de su cargo y huye de España "incorporándose a una peregrinación que se dirigía a Fátima". Las Cortes aprueban una República Presidencialista que es mal acogida tanto por monárquicos como por republicanos y que encabeza, con carácter provisional, el Presidente del Consejo del Reino (sic). Convocadas elecciones, triunfa la candidatura republicana, frente a los "saguntinos" (sic, de nuevo) y los "leales". Se suceden los cambios de gobierno, circunstancia ésta que aprovechan los "coloraos" (otro sic, y van...) para imponerse a "grises" y monárquicos. Se instaura tras esta victoria la IV República, de carácter ligeramente socializante, y acceden al Gobierno fuerzas como los castristas, comunistas pequineses, federalistas e incluso un "Partido del Califato"... Insisto, la novela es muy inocente, incluso para haberse publicado en vida de Franco, y abunda en chascarrillos y guiños pasados de moda, por lo que su único valor es el puramente testimonial. Hay, no obstante, buenos momentos, como el capítulo dedicado a caracterizar los distintos grupos políticos o algunas apreciaciones aisladas acerca de la política internacional, como la caricatura que se ofrece de la Confederación de Estados Europeos, de la cual se espera la supresión de las aduanas y, pasmáos, lectores,
...se acuñó una supermoneda, el Europeo, que poco a poco se fue abriendo camino (p. 46).
Más seria y lograda es 1936-1976. Historia de la II República Española, de Víctor Alba. Exiliado durante la dictadura, Alba ejerció el periodismo y la docencia en París, México y Estados Unidos. Posee, por tanto, una sólida base teórica y ello, unido a su participación directa en la guerra, la permite trazar un esquema mucho más verosímil a su obra.
Alba parte de la premisa de que la guerra civil pudo haberse evitado. La noche del 6 de julio del 36 se desarticula una conjura militar y civil gracias a las denuncias de Lluís Companys. El gobierno Casares Quiroga pasa a la reserva a doce generales, entre ellos Franco, Saliquet, Mola y Goded. Sorteado el peligro involucionista, hay que afrontar, también con cierto éxito, las exigencias cenetistas y comunistas. El Partido Socialista aglutina a prácticamente todas las fuerzas de la izquierda en un gobierno de "Front Populaire" a la francesa. Ello no obstante, Alba considera inevitable el ascenso de los comunistas, su alianza con el sector del PSOE encabezado por Negrín y las purgas contra los trotskistas del POUM: no olvidemos que es la época de los procesos de Moscú y el ascendiente de Stalin sobre las izquierdas europeas occidentales es aún claro.
Con respecto a la Guerra Mundial, España opta por la neutralidad, pero no se puede evitar una serie de agresiones fascistas -como el bombardeo de Guernica- ni la invasión alemana, que Alba plantea a imagen y semejanza de la campaña napoleónica: el gobierno republicano se traslada a Cádiz, los ejércitos se organizan en forma de guerrillas y se crean unos Consejos -a semejanza de las Juntas de 1808- soberanos como forma de gobierno con carácter local. La Liberación se produce en 1944, curiosamente con Franco y Rojo como héroes nacionales, y acarrea la instauración de la III República, pero eso ya queda fuera del ámbito de este artículo. Quedémonos con la idea de que Alba urde un libro que tiene más de ensayo que de novela, que se lee con auténtico interés y que es de una verosimilitud innegable, pero en su contra hemos de señalar la tendencia a considerar inevitables ciertos hechos contingentes y la proliferación de guiños al lector. En todo caso, se trata de una obra recomendable, que hay que leer con mucha clma y una buena historia de España a mano.
A medio camino entre la ucronía y la anticipación está El Desfile de la Victoria, de Fernando Díaz-Plaja, ambientada treinta años después del triunfo republicano en la guerra civil. Todo lo que os diga sobre la babosería que impregna esta novela es poco, pero intentaré ser objetivo. La República vence, se beneficia del Plan Marshall y queda integrada en el bloque occidental tras la II Guerra Mundial; sin embargo, y fijáos en la incongruencia, los gobernantes ejercen una especie de Dictadura del Proletariado y gerontocrática que margina a las fuerzas políticas de derechas y monárquicas. Frente a semejante estado de cosas, un grupo de jóvenes, auténticos españoles preocupados por la degeneración progresiva de su Patria, luchan valerosos contra la dictadura y las descerebradas masas obreras que el gobierno lanza como fuerza de choque contra ellos. Carlos -hijo de un dirigente histórico republicano, para mayor inri-, su novia Elisa y sus amiguitos falangistas son unos chicos tan buenos y razonables que no tienen más remedio que poner una bomba en el Desfile conmemorativo de la Victoria republicana y cargarse a unos cuantos dirigentes políticos para hacer oir sus sensatas demandas de democratización del régimen...
No niego la necesidad de una visión franquista de un posible triunfo republicano en la guerra, pero Díaz-Plaja equivoca el enfoque. En primer lugar, por atribuir a los dirigentes republicanos comportamientos calcados del franquismo, por lo que la credibilidad es mínima. En segundo lugar, por la inconsistencia del sistema mixto soviético-occidental aquí propuesto, impensable en una época como la guerra fría. En resumen, resulta insostenible esta visión de una España pseudodemocrática tan inmovilista, con unas Cámaras que no se han renovado en treinta años y todo eso. Se nos ofrece un retrato en negativo de los últimos años del Movimiento, dividido en familias más que en partidos políticos y clamando por mantener su status quo. Como crítica al franquismo desde posiciones declaradamente franquistas, El Desfile... no parece muy creíble: dudo que fuera esa la intención del autor. Una novela, pues, pésima tanto en su concepción como en su ejecución.
Adentrándonos ya en las ucronías propiamente dichas, tenemos En el día de hoy, de Jesús Torbado, la más famosa de todas, puesto que ganó el premio Planeta de 1976. Se trata de una novela coral, con múltiples protagonistas y acciones yuxtapuestas.La acción transcurre entre abril de 1939 y finales de 1940 y comienza, como es de rigor, con el desfile de la victoria republicana en el paseo de la Castellana. Con tal vez demasiadas referencias a sucesos o personajes reales, Torbado nos va ambientando en esta España alternativa. Franco perdió la batalla del Ebro, y con ella la guerra. Azaña y Negrín han huido de España, con lo que Besteiro y Prieto ejercen las funciones de Jefe de Estado y de Gobierno, respectivamente. El gabinete socialista incluye numerosos elementos del PCE, como Alberti y Pasionaria. Los militares insurrectos parten hacia el exilio, con su séquito de cardenales y acólitos. Franco es acogido en Cuba por Batista, y su apatía irrita a un Hitler que no puede comprender la manía del general gallego de dejarle colgado en medio de una trascendental conversación para echarse una siesta. Demostrada la ineptitud de los generales españoles, toda solución pasa por un atentado pagado por los servicios secretos italianos contra la Pasionaria y, más adelante, una invasión alemana. Torbado se nos muestra fatalista: el fascismo triunfa.
El ritmo de la novela es tal vez demasiado lento, "no pasa nada", y ello ahoga un tanto a la narración, pese a los innegables rigor histórico y calidad literaria. Las intrigas políticas son algo muy secundario y las apariciones de personajes históricos no pasan de meros cameos, con muy contadas excepciones, como Indalecio Prieto -cuya figura es tratada con verdadero cariño por Torbado-, Franco -un verdadero inútil- y Ernest Hemingway, espectador impasible de la vida cotidiana del Madrid de la postguerra, aburrido del provincianismo de la capital pero incapaz de abandonarla... Ya digo, tal vez con un carácter algo menos especulativo y algo más de acción, Torbado podría haber escrito un clásico menor y entrañable del género. Aun así, En el día de hoy sigue siendo la novela más digna de la "primera oleada" del 76, porque logra un mayor equilibrio entre especulación histórica, narración y credibilidad.
Y llegamos a la por el momento última ucronía destacable sobre la guerra civil: El Coleccionista de sellos, de César Mallorquí, recién aparecida en el mercado editorial. Dado que Mallorquí publica en colecciones especializadas en género fantástico, El Coleccionista... es, y ello no debería sorprendernos, la novela más genuinamente de ciencia ficción de las aquí reseñadas, aunque su justificación sea "poco científica" y bastante "fantástica" (y espero no estar desvelando nada acerca de su desarrollo)... El caso es que es más "de género fantástico" que las otras, contiene un mayor gusto por la narración y su lectura es más fácil.
Es difícil hablar de El Coleccionista... sin contar demasiado acerca de su argumento. Bástenos saber que Mallorquí juega con un par de vueltas de tuerca acerca del desenlace de la guerra y que, lejos de contarnos una simple ucronía, habla de la aflicción por una muerte cercana y de los dilemas que se le pueden presentar al protagonista... y ya he contado demasiado.
La trama es en principio de novela policíaca. En el Madrid de finales de marzo de 1939, inminente ya el triunfo republicano, el comisario de policía Telmo Vega se encarga de un extraño caso cuyo único nexo de unión son las víctimas, coleccionistas de sellos. Las pistas conducen hacia unos extraños sellos y un enigmático personaje, Leonor Hidalgo, cautivadora mujer muy bien relacionada en las altas esferas y vagamente relacionada con algunos momentos históricos cruciales de los últimos veinte años. La guerra, en cierto modo, es lo de menos, se reduce a meras referencias tangenciales, a través de las cuales sabemos que un atentado contra Franco a finales de 1937 condenó a la derrota alas descoordinadas fuerzas golpistas (con un Saliquet que se limita a hacer lo que buenamente puede), privadas del apoyo alemán e italiano, todo lo cual facilita las cosas al general Rojo. En suma, se aportan pocas aunque coherentes ideas ucrónicas; pero la narración se desliza por otros derroteros, y no pienso desvelarlos.
3. ¿Pudo haber sido así?
Ahora bien, ante la lectura de todas estas novelas y relatos, no cabe sino plantearse cuál fue el hecho decisivo para que la República ganase la guerra. Hayexplicaciones para todos los gustos. Víctor Alba prefiere abortar la conspiración, con lo que el conflicto no se produce. Jesús Torbado sitúa el punto de inflexión en la batalla del Ebro. César Mallorquí, en un atentado contra Franco. ¿Cuál es más verosímil, si es que alquna lo es?
3.1. La guerra evitada
La España de julio de 1936 se encontraba en un momento de máxima tensión. La fractura ideológica entre izquierdas y derechas y centralistas y nacionalistas era ya insalvable desde la represión subsiguiente a la revolución de octubre de 1934 en Asturias y Cataluña. Por un lado, la revolución del 34 inflamó de revanchismo losánimos del movimiento obrero y nacionalista, y, por otro, sirvió como excusa para que los gobiernos de derechas situasen a hombres clave como Franco al frente del Ejército. La victoria del Frente Popular en febrero de 1936 no fue más que otro paso adelante en la espiral hacia la guerra, así como la destitución de Alcalá-Zamora como presidente, que terminó de privar a la República de apoyos entre la derecha moderada. A la altura de julio la guerra se percibe como inevitable (excepto para el gobierno de Casares Quiroga) y no es necesario recurrir a los asesinatos del republicano teniente Castillo y el filofascista Calvo Sotelo el 12 de julio como desencadenante para la conspiración: ésta ya estaba en marcha, y se hubiera producido de todas maneras antes de agosto. Por ello, situar la desarticulación de la trama golpista el 6 de julio, como hace Alba, parece razonable, siempre y cuando se hubiera producido una acción policial adecuada y hábil que conjurase definitivamente el riesgo de asonada militar. El punto de partida de Alba es, pues, factible, aunque por completo indemostrable.
3.2. Una guerra sin Franco
¿Hasta qué punto hubiera sido viable el triunfo nacionalista sin Franco? César Mallorquí lo ve imposible:
No obstante, el curso de los acontecimientos sufrió un brusco giro de ciento ochenta grados cuando... un atentado acabó con la vida del general Franco. Aquello ocurrió el dos de diciembre de 1937 en el monasterio de Santa María la Real de las Huelgas, en Burgos, durante la ceremonia de juramento de lealtad de los miembros del recientemente creado Consejo Nacional de Falange Española Tradicionalista y de las JONS. Una bomba oculta en el estrado de autoridades explotó, mandando al otro barrio al Generalísimo y medio Consejo Nacional.
(VV.AA.,Premios UPC 1995, pag.53)
Desde luego, es una posibilidad a considerar. A finales de 1937, Franco carece de oposición interna en el seno del Ejército ("se le han muerto" Sanjurjo y Mola, y Cabanellas ha pasado a la reserva) y, no sin dificultades -los sucesos de Salamanca en abril de 1937, en que depuró el conato de resistencia de los falangistas de Manuel Hedilla, nostálgicos de la figura de José Antonio, otro muerto bastante oportuno-, ha unificado en torno a su figura a todas las fuerzas políticas más reaccionarias en un Partido Único a lo fascista, FET y de las JONS, en cuyo acto inaugural sitúa con muy buen tino Mallorquí el hipotético atentado. A lo largo de 1937, Franco ha ido erigiéndose en dirigente indiscutible del Alzamiento; por ello, situar el atentado en esa fecha y ese acto concretos se nos aparece como el momento ideal. Lástima que Mallorquí no se recreara más con el escenario teatral de la ceremonia:
(...) una pomposa puesta en escena sacada del Siglo de Oro. (...) .Precedidos por tambores y cornetas, ataviados a la usanza del siglo XVI, los miembros del Consejo desfilaron por los claustros. Juraron lealtad a Franco ante una imagen de mármol de Cristo y el pendón de la histórica batalla de las Navas de Tolosa(...)
(Paul PRESTON, Franco. "Caudillo de España". Ed. Grijalbo. Barcelona, 1994. pp. 363-4.)
Rafael Marín, sin embargo, juega en su relato "Baraka" con un atentado acaecido en los primeros compases del Alzamiento. Al Franco de 1936 se le aparece el Franco moribundo de 1975, advirtiéndole del peligro que corre y del futuro glorioso que le depara si salva la vida. (Dicho atentado anarquista fue planeado tal y como relata Marín.) Tras el diálogo con su alter ego, el Franco de 1936 adopta las correspondientes medidas de seguridad. El curso de la Historia ha sido enderezado. Franco salva la vida y la guerra... El relato merece la pena, desde luego, pero nos deja con la duda de si algún otro general -Mola, Sanjurjo, Saliquet, Queipo de Llano...- hubiera podido ganar la guerra de todas maneras; dicho de otro modo, si Franco era realmente imprescindible para el triunfo de la rebelión. Otra posible ucronía.
3.3. El ejército del Ebro, rumba la rumba...
Jesús Torbado nos explica la victoria en la batalla del Ebro de la siguiente manera:
Los franceses dejaron pasar trenes y trenes cargados de armamento traido de media Europa y durante cuatro meses se desencadenó una de las más sangrientas batallas de la historia del mundo. ¿Con qué iba a ganar la República sin aquellas armas? ¿Alzando los puños? ¿A base de arengas de los poetas y de los comisarios comunistas?
(En el día de hoy, p. 14)
Desde luego, es indudable que Torbado pone el dedo en la llaga. Las dos causas con que se suele explicar la derrota republicana en una guerra que no estaba necesariamente perdida son las disensiones internas y la falta de ayuda internacional. Es difícil saber si en 1938 Francia y en general las naciones europeas estaban dispuestas a colaborar, aunque fuera indirectamente, con la Unión Soviética y, mucho peor aún, a desafiar la amenaza nazi con un movimiento táctico de consecuencias tal vez fatales. La inhibición de Francia y Gran Bretaña tuvo tanto de miedo como de desinterés por la suerte que pudiera correr el gobierno republicano.
En cuanto al desarrollo de la batalla del Ebro, a su inicio ambos bandos estaban relativamente equilibrados, y la victoria republicana bien podría haber desequilibrado la guerra en su favor, y mucho más con el apoyo internacional. Lo que estaba en juego era no permitir que Cataluña y el resto del bando republicano quedasen separados, pues en ese caso la guerra sí estaría decantada en favor de los nacionales, como fue el caso, y lo único que cabría esperar por parte de la República sería una resistencia numantina hasta el inicio de la temida guerra mundial, y entonces ya se vería. Esa fue la táctica del gobierno Negrín durante el último año de la guerra, y ese es el cuadro que trazo en mi relato "Confesiones de un papanatas de mierda". La República consigue concatenar ambos conflictos, y ello origina un caos incomprensible y una disgregación de la Península en reinos de Taifas enfrentados entre sí.
3.4. ¿Se hubiera salvado la República?
Esta es la cuarta y última cuestión fundamental que se plantea en este artículo, y desde luego la más controvertida, pues no se sustenta en ningún hecho histórico, sino en especulación pura y dura. En el ya citado "Confesiones..." doy a entender que sí: el partido monárquico de Don Juan, desgajado de las fuerzas golpistas, obtiene el apoyo de Gran Bretaña y desembarca en las costas andaluzas. Víctor Alba también "salva" a la República con un desembarco británico que libera a España de los nazis. Por contra, Torbado se muestra más pesimista y finaliza su novela con la invasión nazi: triunfara quien triunfara en la guerra civil, parece querer decirnos, nadie hubiera librado a España de una agresión fascista.
4. ¡Construye tu propia ucronía!
Escribir una ucronía es una tarea complicada, requiere muchas horas de documentación para cuidar hasta el más ínfimo detalle, como si de una novela histórica se tratara, y una imaginación disciplinada hasta grados muy elevados. Pero es divertido, divertido y enriquecedor para quien la escribe... y para quien la lee, si está bien escrita.
Como ya hemos visto, pocas, muy poquitas ucronías se han escrito en España, y casi todas ellas acerca de la guerra civil. Que yo recuerde, sólo hay otra ucronía, ésta sobre la Armada Invencible -"La derrota de la Grande Armada", de Carlos Sáiz Cidoncha, finalista del Pablo Rido del 94-95-, y sigue inédita, a la espera de que Deus Ex Machina arranque de una santa vez. El hecho es que tanto la guerra civil como cualquier otro hecho de la Historia de España abren numerosos interrogantes que muy bien merecerían ser desarrollados por vuestras imaginaciones. Por lo que a este artículo respecta, hemos analizado sólo cuatro cuestiones clave relacionadas con la guerra civil -la desarticulación de la trama golpista, un posible atentado contra Franco, un vuelco en el desenlace de la batalla del Ebro y la prolongación del conflicto hasta hacerlo coincidir con la II Guerra Mundial-, pero no son las únicas. ¿Qué hubiera sucedido de sobrevivir Mola y Sanjurjo a sus respectivos "accidentes" aéreos? ¿Y si una Falange acaudillada por José Antonio hubiera conseguido relegar a los militares a un segundo plano? ¿Podrían haber impuesto anarquistas y trotskistas las colectivizaciones y al mismo tiempo ganar la guerra al fascismo? ¿O, y ésta es mi ucronía favorita, si Franco hubiese permanecido fiel a la República y ganado la guerra? Son demasiadas preguntas, todas ellas fascinantes, y tal vez merezca la pena desarrollarlas en un relato, una novela... o una película.
Francisco Regueiro, en su brillante Madregilda, nos presenta una de las más impactantes visiones que jamás se hayan ofrecido sobre Franco. Acompañado por Longinos (José Sacristán), su fiel pareja de mus, el Caudillo (Juan Echanove) penetra en su cenáculo secreto, un templo masónico presidido por un belén que reproduce con todo lujo de detalles la -inexistente- batalla de la Colina de la Nieve, supuestamente acaecida en el frente oeste de Teruel en junio de 1937. En el transcurso de la misma, Longinos le "rajó la panza" a su mujer, al verla embarazada de otro. Franco le descubre a Longinos que su mujer no sólo no murió en aquel lance, sino que vive y, más aún:
se trata de una heroína nacional (...). Esta admirable mujer, con una de sus manos taponó su vientre y con la otra trepó colina arriba. Encontró un nido de ametralladora enemiga abandonado, engatilló el arma que estaba municionada, y comenzó a disparar a ciegas, ¿y a quién encontró? Encontró el único ángulo de tiro desde el que podía cruzar su fuego con el fuego de nuestras posiciones situadas en la cota 24 (...). Sus balas empezaron a cruzar por encima de nuestras cabezas. Al principio creíamos que eran balas rojas. (...) Yo y mi séquito tuvimos que echarnos cuerpo a tierra. Y justamente aquí, contra el suelo, cuando me encontraba en la situación más ridícula de toda mi carrera, aquí, repito, aquí se ganó la guerra, así como suena. (...) No le jodo, mi coronel. Puede creerme. (...) El chorro de plomo cruzó por encima de nuestras cabezas y batió la zona abierta que había tras la hondonada. Nos abrió paso con el enemigo batido hacia las cotas 27, 28, 33 y 36, que fueron tomadas por los nuestros. En contra de nuestras previsiones, y sin que yo me enterase, la batalla, Longinos, estaba ganada. La guerra estaba ganada. ¿Y quién la ganó? (...) No me diga tonterías. No intente consolarme con mentiras piadosas. ¡Qué voy a ganar yo la guerra! Mis planes eran todo lo contrario. De haber conocido la tropa mis órdenes, habríamos sufrido una derrota irrecuperable y hubiéramos perdido la batalla, y con ella la guerra, pues ésta se habría demorado lo suficiente como para que se hubiese declarado la conflagración mundial, y el panorama político europeo nos fuese adverso... ¡Qué voy a ganar yo la guerra! La guerra la ganó tu mujer, Longinos, no yo... Yo no gané la guerra: la ganó ella.
Para saborear la cita en su integridad, os recomiendo que veáis la película, y oigáis y veáis la interpretación de Juan Echanove.
Y, ya que hablamos de Franco, comentar que una simple lectura de Raza (publicada con el seudónimo de Jaime de Andrade, y llevada al cine por José Luis Sáenz de Heredia) o los artículos que escribiera al alimón con Carrero Blanco bajo el seudónimo de Jakin Boor y el título genérico de Masonería, nos convencerá de que el personaje del Caudillo era en sí mismo ucrónico. A la espera de que Julián Díez encuentre algo de tiempo para perfilar su anunciada Franco contra Fu-Manchú, que se augura apocalíptica, yo no puedo por menos que concluir este artículo con unos textos igualmente delirantes, autoría del decano del colegio de arquitectos de Madrid en los años cuarenta, Antonio Palacios, quien aventuraba una reordenación de la capital que nos hace dudar acerca de si Frank R. Paul era lectura obligatoria para los estudiantes de Arquitectura de primeros de siglo:
1. Creación del Madrid-Oeste, de análoga extensión semicircular -8.700 metros de radio- del Madrid-Este, separados ambos por una densa zona verde. Un anillo forestal de tres kilómetros de anchura circunvalaría el conjunto urbano resultante. Partiendo de El Escorial en magna calzada ininterrumpida de 40 kilómetros, la "Vía Triunfalis", llegaría al Madrid-Oeste para culminar en el centro de la capital de España.
2. Construcción de la Gran Vía Aérea, a modo de enlace entre las dos mitades del futuro Madrid. (...) un colosal puente, asentado sobre pilares-rascacielos habitados, con dos vías superpuestas de 85 metros de anchura y 2.700 de longitud, sin parangón posible en el mundo. (...) en los ocho pilares-rascacielos (...) viviendas para 100.000 personas. Los extremos de este superpuente (...) coronados por grandes edificios representativos, alzándose en el extremo de la Casa de Campo un faro luminoso de 300 metros de altura.
3. Creación del recinto interior del Madrid Imperial, con centros monumentales en la Puerta del Sol y el Nuevo Salón del Prado (...). Esta nueva Puerta del Sol... y aun todo el dispositivo urbanístico del centro de la capital de España, será, pues, una arquitectural sinfonía heroica, (...) colosal monumento, cuyo volumen de 15 millones de metros cúbicos habrá de elevarse a las glorias históricas pretéritas y ansias futuras del Imperio Ibérico.
(Daniel SUEIRO y Bernardo DÍAZ NOSTY, Historia del Franquismo, vol. II, pp. 18-19. Ed. Sarpe, Barcelona, 1986)
4. Bibliografía
Víctor ALBA, 1936-1976. Historia de la II República Española. Ed. Planeta. Barcelona, 1976.
Fernando DÍAZ-PLAJA, El Desfile de la Victoria. Ed. Argos-Vergara. Barcelona, 1976.
César MALLORQUÍ, El Coleccionista de sellos. En VV.AA., Premios UPC 1995. Ediciones B. Barcelona, 1996.
Rafael MARÍN, "Baraka". En R. MARÍN, Ozymandias. Ed. La Calle de la Costa. Sta. Cruz de Tenerife, 1995.
Juan Manuel SANTIAGO, "Confesiones de un papanatas de mierda". En Javier REDAL (Selecc.), Visiones 1994. Ed. A.E.F.C.F. Sta. Cruz de Tenerife, 1994.
Ramón SIERRA, Anales de la IV República Española. Ed. Afrodisio Aguado. Madrid, 1967.
Jesús TORBADO, En el día de hoy. Ed. Planeta. Barcelona, 1976.

Fuente: http://www.pasadizo.com/index.php?option=com_content&view=article&id=1069

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