lunes, 30 de julio de 2012

POR FAVOR, AÚN NO PASE


De un rostro de la campaña 
Luis Barragán

La versión renacentista de Jesús, María, los Apóstoles y demás protagonistas de los Evangelios, no coincide  con la de los especialistas que los relaman y  ubican en la distante, marginal y agobiada Palestina de dos mil años atrás.  E, incluso, el múltiplemente participado y contrastante diseño del rostro digital del nazareno, divulgado a mediados de la presente década, ha autenticado el terrenal origen, pero seguimos rezándole a la estampa eurocentrista, y quizá el proceso de inculturación en este lado del mundo, tardará en recobrar tan científica imagen muy después de hacerla radicalmente nuestra.

La dramática interpretación tecnológica no generó crisis o descalabro alguno en la fe, el dato fundamental. Ha reforzado la inquietud de historiadores, antropólogos y demás expertos afines, escasamente propensos a incursionar y convertirse en autoridad teológica, aunque presumimos que la disciplina considera, acepta o rechaza, los nuevos hallazgos.

Salvando las distancias, el redescubrimiento del rostro de Bolívar demorará en impactar al imaginario social fruto de una prolongada y densa escolaridad, por cierto, harto explotada por el actual régimen.  Acaso, como en la década de los ochenta, cuando Boulton dijo hallar la genuina cara de El Libertador, motivando una interesante nota de Ratto-Ciarlo para el diario El Nacional, pieza traspapelada en casa,  se hará parte del equipaje de curiosidades que abriremos luego de ratificar y atender otras urgencias.

Lamentamos que la develación haya sido parte de un acto de la campaña electoral, no de Estado, con la estridente vocación publicitaria y propagandística que caracteriza al candidato continuista. Cierto, tratamos de un momento culminante del exacerbado culto de inconfundible cuño guzmancista y lopecista, pero – igualmente – de un propósito político inescrupuloso real, además del  litúrgicamente innovador.

La creación del “otro” Bolívar, contrapuesto a la tradición de los sempiternos explotadores que infinitamente lo traicionaron, ha intentado convertirse en un “issue” de campaña para contrarrestar los más dañinos al oficialismo, como el de la inevitable denuncia de la pavorosa inseguridad personal que sufrimos. Y la respuesta de la oposición informal o espontánea, por lo menos, respecto a las ágiles y quién sabe si determinantes redes sociales, nos ofrecen una breve e inadvertida lección de sentido electoral.

Omitiendo la automática adhesión de los partidarios del gobierno nacional, anegados por una emoción ya de consabida retórica, los opositores – digamos – menos cuerdos extremaron su emoción partiendo de sus propios prejuicios. A través de los fotomontajes, trazos y textos de ocasión, cuyo valor es inmenso para el científico social, los navegantes se agarraron – digamos – de la versión clásica de la faz bolivariana, como se aferran ociosamente a la bandera de siete estrellas, creyendo que basta para hacerse alternativa de poder, a objeto de descartar y denigrar de la novísima mirada. Valga acotar, probable trabajo de los servicios de contra-inteligencia, rápidamente se apropiaron de una supuesta fotografía semejante a la expuesta por Chávez Frías, avalada por una institución académica en décadas pasadas.

La estupidez llegó a tal punto, que proliferaron otros montajes de señaladísimo marcaje racista que contribuye precisamente al interés perseguido por el oficialismo. Excepto la transfiguración del Conde del Guácharo, emblema nacional de la comicidad, el único acierto de una intimidad que nos regocija, como es la antipolítica, la necedad traspasó todas las fronteras dejando un saldo lamentable. No obstante, incorporado a la iconografía de los espontáneos o informales, el resultado de la entrevista de  Antonio Herrera Vaillant, realizada por Roberto Giusti, voluntaria o involuntariamente, neutralizó un poco más el mensaje del candidato continuista.

Ante el máximo exponente de la redención bolivariana, el historiador alegó que Henrique Capriles y – vaya casualidad – Leopoldo Lopez, son – ni más ni menos – que integrantes de la estirpe de la que dista – según la infopista -  un zambo profanador como aquél. Esto que se repitió en la red, añadido a la eventual y festejada circunstancia de un próximo gobierno encabezado por “próceres d verdad”, tuvo un efecto deslegitimador de la específica campaña oficialista que, todavía insistente en su interesada cruzada redentora, por la propia lógica de su discurso, no logra escapar de la consabida relación y preferencia universal entre la versión original y la copia: ésta vez, la referencia consanguínea y la del impostor.

Acuñada la ilegitimidad, el candidato continuista tendrá que abandonar tal motivo de campaña, salvo que el candidato de la oposición democrática incurra en errores estratégicos que lo abulten artificialmente. Importa más el reporte de la realidades padecidas y las respuestas que ameritan, en lugar de vivir la extemporaneidad que nos oferta Chávez Frías, el rostro verdadero.

El problema tampoco reside en el diseño mismo del “mamotreto” o “monumentreto”,  sino en una construcción  sobrevenida, ilicitada, propulsada por el impune “transformador revolucionario de Caracas”, sin que sepamos de un convincente estudio de suelo o del soporte de los servicios de electricidad, agua, vialidad, etc. El Mausoleo de Bolívar, ofendiéndolo, tiene por única explicación el otro acto de campaña de los faltantes en la agenda de espectáculos previsto por el candidato continuista.


Fotografías: LB,obra de Alirio Palacios (preparativos de la exposición en el Foro Libertador, Caracas, 11/06/11) / El Conde de Guácharo, tomado de la red.

Post-data (29/07/12):

La plástica venezolana ha ofrecido a Bolívar en sus distintas vertientes, parafraseando un título de Mario Torrealba Lossi. No tenemos a la mano, incluso, una versión del caraqueño entre sombras que nos gustó mucho, olvidando el nombre del artista y si el folleto traspapelado es de mediados o finales de los setenta. La primera fotografía corresponde a los preparativos de una exposición que realizó en 2001, la Biblioteca Nacional en su sede principal (Foro Libertador). Una muestra extraordinaria que superó la intención política de la curaduría, ofreciéndonos a El Libertador en un interesante juego de reflejos adicionales, debido a las luces empleadas en el lugar.

Valga acotar, por una parte, que el arte creador puede ofrecernos versiones que a la tecnología le es difícil alcanzar, sintonizando con ese imaginario social de riquezas y matices acaso insospechados, aunque - creemos - lucen insuficientes todavía las vertientes pictóricas, innovadoras, audaces, multiplicadoras. Y, por otra,  que el Conde del Guácharo constituye también una importante manifestación de la vidasocial venezolana que, proveniente del mundo del espectáculo, nos parece que su rentabilidad ha aumentado con sendas incursiones políticas: aquélla sospechosa candidatura  presidencial con el aval de un partido (PIEDRA), pasando por las aspiraciones regionales en Anzoátegui o Monagas, no precisamos ahora, hasta - ésta -  la demanda de su participación electoral recientemente formulada por Chávez Frías. Demanda de sagaz ironía que refleja, en buena medida, la importancia del cómico, ojalá para interés de los estudios o especialistas que pierden los árboles en medio del complicado bosque político.

En fin, prohibida cualquier rasgadura a la sacra imagen bolivariana, ahora el poder establecido pareciera autorizar una mayor confianza para accederlo.  No ocurrió antes, e - incluso - el editor de la revista Resumen, Jorge Olavarría, fue detenido en los ochenta por profanar a Bolívar  a través de una estupenda portada.

LB

Fuente: http://www.opinionynoticias.com/opinionpolitica/12420-de-un-rostro-de-la-campana-

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