viernes, 27 de julio de 2012

LECCIÓN OLVIDADA


EL NACIONAL, sábado, 31 de mayo de 2008
Cuarenta años fuera de juego
 Harry Almela

Poeta y periodista, Heberto Padilla (1932) es una obligada referencia en la historia de la literatura cubana y latinoamericana contemporánea.
Cuarenta años se cumplen del malévolo episodio que se desató con la publicación de su libro Fuera de juego, que constituyó una reveladora reacción del afán censor y perseguidor del régimen encabezado por Fidel Castro Harry Almela.
La s matemáticas se han convertido en la ciencia más recurrida por el discurso oficial en los últimos años.
Va le estar a tono con tal circunstancia y declarar que, si hoy estamos en 2008, suponemos que hace cuarenta estuvimos en 1968, es decir, en el año de los grandes giros históricos del siglo pasado en Occidente. Son los tiempos del Mayo Francés y de Daniel Cohn-Bendit, de las consig nas Soy un marxista de la tendencia de Groucho y Prohibido prohibir. Es el a ño de la Primavera de Praga y del Socialismo con rostro humano de Alexander Dubek c ua ndo, en nombre del internacionalismo proletario y del materia lismo histór ico, los sov iét icos lo depor ta ron m ient ra s per ma necía n vei nt it rés años en Checoslovaquia como lo que siempre fueron: un vulgar ejército de ocupación. El socialismo log ra sobrev iv ir dos déc ada s má s, g racia s a la solidaria intervención de los ejércitos del Tratado de Varsovia. De allí proviene el libro Checoslovaquia: el socialismo como problema, de Teodoro Petkoff y el nacimiento del Movimiento al Socialismo, el MAS de m i s tor mento s del que habla Cabrujas. Es el año de la matanza de Tlatelolco, de las Olimpíadas de la Paz en México. La juvent ud del mu ndo protesta obstinadamente contra la guerra de Vietnam, Robert Kennedy es asesinado en Los Ángeles y Martin Luther King en Memphis. Cada una de estas efemérides daría suficiente material pa ra una crónica. Cua lquiera puede ubicarse en el inicio de la s g ra ndes ca ídas de los cristos del alma de nuestra generación. Pero 1968 es también el año de las rupturas intelectuales y afectivas en nuestro continente, marcadas por la aparición del poemario Fuera de juego de Heberto Padilla.
Nacido en Puerta del Golpe (Pinar del Río) en 1932, Padilla estudió periodismo en La Habana. Dominaba varios idiomas y trabajó como profesor de inglés y comentarista radia l en Miami entre 1956 y 1959.
Ese año regresa a Cuba. Se desempeña como corresponsa l de Prensa Latina en Londres y del Pravda, colaborando además en el órgano oficial de la Unión Naciona l de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).
También ocupó un cargo en el Departamento de Extensión de la Universidad de La Habana. Luego de los incidentes derivados de la aparición de Fuera de jue go, mantuvo su puesto en la universidad hasta 1971, cua ndo es deten ido por «actividades subversivas», luego de la lectura en la UNEAC de su más reciente l ibro, Provocaciones .
Un grupo de intelectuales (Sartre, la Beauvoir, Moravia, Sontag, Vargas Llosa, Fuentes, Pa z, Goy t isolo y Margarite Duras, entre ot ros) reacciona cont ra la detención y es liberado junto a Belkis Cuza Malé, su esposa. En esos m ismos días, el prev isible y perruno Mario Benedetti, quien luego dirigiría la Casa de las Américas, criticó a quienes defendían a Padilla, argumentando que a ellos nunca les interesó la suerte de los escritores e intelectuales latinoamericanos presos y torturados meses enteros. Padilla es separado de sus cargos y enviado como traductor a la Editorial Arte y Literatura. Luego de una serie de incidentes, el gobierno de Cuba le permite sa lir del país con rumbo a los Estados Unidos, el 16 de ma rzo de 1980. Murió el 26 de septiembre de 2000, en su habitación de la Universidad de Auburn State (Alabama), donde dictaba clases de literatura.
Dentro de la Revolución todo, fuera de la Revolución nada La célebre frase, dictada por el Comandante en 1962, resume la actitud de quienes se sienten con derecho de vigilar, castigar y dirigir el pensamiento de toda una sociedad. La construcción del enunciado ni siquiera es origina l. Lo había expresado, en otros términos y varias décadas antes, el maestro Benito Mussolini: Todo dentro del Estado, nada contra el Estado, nada fuera del Estado.
Considerar que el socialismo es una derivación científica de la Historia, constituye una de las más terribles aberraciones de la Razón y recuerda a ratos los planteamientos de su primo carnal (valga la ironía), el pensamiento nazi. Ambos totalitarismos se justifican hasta la malcriadez como utopías de la Razón Moderna en ascenso hacia el Mundo Feliz. Mientras el nazismo plantea la supervivencia del más apto en términos raciales y el exterminio de los desadaptados y de quienes, en los bordes, no cumplían con el baremo del Dictamen, el socialismo convierte ese planteamiento en un rizar el rizo, pues implanta sus decretos sobre un territorio superior, como lo es la ideología. Lo que en el nazismo es demostrable por vía genética, en el socialismo lo es por vía de una abstracción. El mismo argumento sirve de substrato a otra frase, igual de espeluznante, atribuida a Ernesto Guevara y a su muy argentina modestia: El revolucionario es el más alto escalón de la especie humana. Mientras en el nazismo el más alto escalón de la especie humana lo define la raza, en el socialismo la superioridad la define una abstracción. En el nazismo se es superior por el hecho de ser ario. Los revolucionarios son superiores por el hecho de serlo. En ambos casos, todo lo que está en los bordes, sencillamente no existe o tiene el ineludible deber de dejar de existir. En uno, por razones de genética. En el otro por razones históricas.
Las consecuencias en el territorio de lo artístico de estas expresiones reaniman la disputa entre ética y estética. Celan, Dalton, Maiakovski, Milosz, Pound y Fucik, entre muchos otros, padecieron tal desamparo.
Definen hasta dónde puede llegar la expresión estética en una sociedad autoritaria.
Supeditar la creación estética a los supremos intereses del Estado (la expresión del pueblo mismo), es masificar la estética en función de una ética. En una suerte de Saturno devorando a sus hijos, el Estado no repara en engullir a sus ciudadanos en nombre de su propia defensa. Y sabemos lo que esto significa, si consideramos la historia de la URSS y los países socialistas del Este, de la China de Mao, de la Alemania nazi, de la España franquista y, por supuesto, de la Cuba de Fidel.
Pastoral y contrapastoral de la Razón Histórica Pero las democracias llamadas liberales no están exentas de tales prodigios. Toda vigilancia sobre el arte supone una sospecha acerca del carácter libertario que pregonan dichas democracias.
Como dice Joaquín Sabina, siempre que luchan la KGB contra la CIA/ gana al final la policía. De ello habla Octavio Paz en El ogro filantró pico. Pero, en un país donde el único patrono ideológico es el Estado (la frase remeda al viejo Trotsky, que de esas cosas era un hombre que sabía demasiado), cualquier oposición significa la muerte por consunción lenta. Es lo que ha sucedido con varios autores cubanos, entre ellos la inopia editorial que han sufrido los libros de Heberto Padilla. Escribir una contrapastoral a la Razón Histórica fue su pecado original, en tiempos marcados por la radicalización política e ideológica del proceso en Cuba (nunca más kafkiana la expresión el proceso), resumida en la frase de Fidel que toma particular fuerza en el Año del Guerrillero Heroico (así fue distinguido el año 1968 por la nomenclatura cubana, en homenaje a Guevara, ejecutado en Bolivia el 8 de octubre de 1967). Esos tiempos de indigencia también estuvieron sellados por las necesarias muestras de fidelidad que Cuba debía hacer a la URSS, justo en los días de la invasión a Checoslovaquia, iniciada el 21 de agosto de ese año. Es lamentable la coincidencia: la reunión del jurado que premia a Fuera de juego, en la cuarta edición del Concurso «Juan del Casals», ocurre dos meses después de la toma de Praga, a saber, el 28 de octubre, apenas a diecinueve días de la conmemoración de la muerte de Guevara, quien en una célebre carta publicada en la revista Marcha (Montevideo, 12 de marzo de 1965), declara en cuanto a la relación entre los intelectuales y la revolución en Cuba. Nótese la fragancia religiosa: "Resumiendo, la culpabilidad de muchos de nuestros intelectuales y artistas reside en su pecado original; no son autént ic a mente revolucionarios. Podemos injertar el olmo para que dé pera s, pero si mu ltáneamente hay que sembrar perales. Las nuevas generaciones vendrán libres del pecado original... Nuestra tarea consiste en impedir que la generación actual, dislocada por sus conf lictos, se pervierta y pervierta a las nuevas".
L os i ncidentes que rodearon tanto a las presiones prev ias a la decisión del jurado como a la posterior edición del libro y la «autocrítica» de Padilla no pueden ser más grotescos en medio de semejante atmósfera. El poemario Fuera de juego, en realidad, constituía una concentrada y feroz crítica al proceso cubano y a sus focas internas y externas. En esos días era una temeridad hablar tangencialmente acerca de Fidel y del Guerrillero Heroico de esta manera: "A los héroes/ siempre se les está esperando,/ porque son cla ndest inos/ y trastornan el orden de las cosas./ Aparecen un día/ fatigados y roncos/ en los ta nques de g uer ra,/ cubiertos por el polvo del camino,/ haciendo ruido con las botas./ Los héroes no dia logan,/ pero planean con emoción/ la vida fascinante del mañana./ Los héroes nos dirigen/ y nos ponen delante del asombro del mundo./ Nos otorgan incluso/ su parte de Inmortales./ Batallan/ con nuestra soledad/ y nuestros vituperios./ Modifican a su modo el terror./ Y al final nos imponen/ la f uriosa esperanza".
O poner en tela de juicio a la Historia, ironizando un poema de Vallejo: "A aquel hombre le pidieron su tiempo/ para que lo juntara al tiempo de la Historia./ Le pidieron las manos,/ porque para una época d i f íci l/ nada hay mejor que un par de buenas manos./ Le pidieron los ojos/ que a lg una vez tuv ieron lágrimas/ para que contemplara el lado claro/ (especia lmente el lado claro de la vida)/ porque para el horror basta un ojo de asombro./ Le pidieron sus labios/ resecos y cuarteados para afirmar,/ para erigir, con cada afirmación, un sueño/ (el-alto-sueño);/ le pidieron las piernas,/ duras y nudosas,/ (sus viejas piernas andariegas)/ porque en tiempos difíciles/ ¿algo hay mejor que un par de piernas/ para la construcción o la trinchera?/ Le pidieron el bosque que lo nutrió de niño,/ con su árbol obediente./ Le pidieron el pecho, el corazón, los hombros./ Le dijeron/ que eso era estrictamente necesario./ Le explicaron después/ que toda esta donación resultaría inútil/ sin entregar la lengua,/ porque en tiempos difíciles/ nada es tan útil para atajar el odio o la mentira./ Y finalmente le rogaron/ que, por favor, echase a andar,/ porque en tiempos difíciles ésta es, sin duda, la prueba decisiva".
O burlarse de Lenin: "Lo primero: optimista./ Lo segundo: atildado, comedido, obediente./ (Haber pasado todas las pruebas deportivas)./ Y finalmente andar/ como lo hace cada miembro:/ un paso al frente, y/ dos o tres atrás/ pero siempre aplaudiendo".
La reacción de los burócratas de la higiene social no pudo ser más agresiva.
Pendientes de continuar en la dirección del líder, de dar muestras de su fe revolucionaria, antes de que alguien notara la ausencia de los aplausos al héroe, la UNEAC no podía evitar la publicación del libro, pero la hizo acompañar de una aclaratoria que, en verdad, aclara mucho sobre las líneas por donde debía moverse la ética y la estética en esos años. En una redacción que recuerda los mejores días de Alexander Zdanov, la crítica se concentra precisamente en los aspectos novedosos y modernos del libro, en el uso de la máscara y el monólogo dramático, de la distancia estética y del correlato objetivo para acusar a Padilla, no tanto de cosmopolitismo que ya es pecado, sino más bien de intelectualista, pequeño burgués, individualista y de excesivas muestras de desviación ideológica. El texto, firmado por el Comité Director de la UNEAC, no tiene desperdicio, pero sólo nos detendremos en los fragmentos más siniestros, como ejemplo de lo que puede llegar a ser una pastoral a la Razón Histórica: "La dirección de la UNEAC no renu ncia a l derecho n i a l deber de vela r por el mantenimiento de los principios que informan nuestra Revolución, uno de los cuales es sin duda la defensa de ésta, así de los enemigos declarados y abiertos como –y son los más peligrosos– de aquellos otros que utilizan medios más arteros y sutiles para actuar.
Dentro de la concepción general de este libro, el que acepta la sociedad revolucionaria es el conformista, el obediente. El desobediente, el que se abstiene, es el visionario que asume una actitud digna. En la conciencia de Padilla, el revolucionario baila como le piden que sea el baile y asiente incesantemente a todo lo que le ordenan, es el acomodado, el conformista que habla de los milagros que ocurren.
En resumen: la dirección de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba rechaza los contenidos ideológicos del libro de poemas...
Es posible que tal medida pueda señalarse por nuestros enemigos declarados o encubiertos y por nuestros amigos confundidos, como un signo de endurecimiento. Por el contrario, entendemos que ella será altamente saludable para la Revolución, porque significa su profundización y su fortalecimiento al plantear abiertamente la lucha ideológica".
Como bien ha demostrado la Historia, que debió haberle dado la razón a la Proletkult hace muchos años, ni la confrontación ideológica ha servido para algo ni el círculo vicioso de lucha y de terror ha concluido. Es como si, en medio de sus ruinas y el olor a chamusque, aún esperan la confirmación de la noticia acerca de la caída del muro de Berlín.
Coda La escritura de pastorales y contrapastorales a la Razón Histórica continúa la disputa entre ética y estética, cuestión aún no resuelta en términos convincentes.
Luego de Auschwitsz, la intelectualidad de izquierda se amparó en el color de sus nubes y en el silencio de sus chimeneas para justificar los Gulags. Ser antifascista es una manera cómoda de resolver el asunto. Por suerte, desde hace algunos años, se ha fijado la vista hacia los escenarios del totalitarismo que hizo de la Historia un mecanismo sutil para justificar sus atrocidades.
Vale citar el libro Koba, el terrible de Martin Amis y la obra de Milan Kundera.
Retomo acá también una historia conocida: la reciente confesión de Günter Grass de haber pertenecido a las juventudes hitlerianas, y el reclamo público de Joachim Fest (autor de la biografía de Hitler que sirve de base a la película La caí da, colaborador de Albert Speer en la redacción de sus memorias) a tan largo y prolongado silencio. Muchos intelectuales europeos aún cierran sus ojos ante la crudeza del socialismo real y la banalidad del mal que fue el nacionalsocialismo. Como Heidegger, que mientras conversaba distraídamente con el Ser, estuvo sordo ante el sonido de las palas cavando una fosa en los aires de Auschwitsz, donde nunca hubo estrechez.
La fascinación de los intelectu les por los totalitarismos es tema escabroso, y más en este inicio del siglo X X I, cuando los nacionalismos europeos, y particularmente los latinoamericanos, entran en abierta contradicción con la corriente globalizadora del capitalismo tardío. En plena época de los coletazos de la posmodernidad en nuestro continente, los nacionalismos populistas se ofrecen impúdicamente como solución, con sus angelicales propuestas premodernas, llenas de héroes m i l ita res y a rg u mentos provenientes de la Razón Histórica, afectando no solo el tejido político, social y cultura l, sino también per v irtiendo el lenguaje y la expresión poética. He allí el mayor reto de nuestros tiempos. En este sentido, el «Caso Padilla» es un antecedente que requiere nuestra consideración.
Al final, en su «autocrítica», el poeta cuba no asumió sus crímenes ideológicos.
Tal derivación se sintetiza en estas la mentables líneas, escritas meses después como respuesta a sus defensores: "Ustedes dirán que no he escrito esta carta, que éste no es mi estilo, ustedes que jamás se preocuparon por mi estilo, liberales burgueses, ya que siempre me han visto como a un escritor subdesarrollado, y si ahora me dan importancia, es para atacar a la Revolución". Con sobrada e irónica razón, Witold Gombrowicz, en una carta a Humberto Rodríguez Tomeu y Virgilio Piñera en los inicios de la Revolución, decía lo siguiente: "¿Qué tal el embriagador aire de libertad y el fervor patrio? Aprovechen para condenar a los infames y alabar al gran jefe".


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