viernes, 15 de junio de 2012

SALSOMANÍA

SOL DE MARGARITA, 13 de Junio de 2012
Ínsulas extrañas
Melómanos
En el campo de la música popular, la diversidad es asombrosa: desde los cantos de trabajo hasta el joropo de salón, que según las crónicas a mano se bailaba en las mejores casas de familia.
ANTONIO LÓPEZ ORTEGA

La música sigue siendo el arte por excelencia de Venezuela: traspasa nuestra cultura desde sus formas más populares o autóctonas hasta las más estilizadas. Todo el mundo canta o toca un cuatro o colecciona discos. Somos conocedores y exigentes, y nuestra tolerancia es menos que cero cuando se trata de malas interpretaciones o ejecuciones: podemos ser benevolentes ante una mala exposición o ante un poema cursi, pero nadie admite un cuatro desafinado. Son cosas de oído, de sones que se llevan por dentro, de ritmos que mecen el alma. En el campo de la música popular, la diversidad es asombrosa: desde los cantos de trabajo hasta el joropo de salón, que según las crónicas a mano se bailaba en las mejores casas de familia. Gerry Weil realzó el merengue caraqueño como un género universal y cuando, extasiado con el joropo tuyero, compuso una pieza para homenajear al gran arpista Fulgencio Aquino, anotó en un borde de la partitura lo siguiente: “o como habría tocado Scarlatti si hubiera nacido en Los Teques”.

Ni se hable de la música académica o sacra, que desde los tiempos coloniales de Cayetano Rodríguez no ha cesado de crecer. Se suceden los grandes compositores, las grandes familias de músicos, los excelsos ejecutantes o solistas, hasta las expresiones y el impacto social que desde hace treinta años ha significado el Sistema de Orquestas Juveniles, con su ramificación territorial. Nuevas juntas entre lo académico o lo popular, con agrupaciones pioneras como El Cuarteto o Gurrufío, han desembocado en fenómenos como la Movida Acústica Urbana, constituida por un elenco de músicos capaces de deleitar a cualquier audiencia mundial. Los talentos que allí se reúnen constituyen una explosión de virtuosismo que eleva nuestra música a niveles insospechados de reconocimiento y valoración.

Somos melómanos, más que letrados o seres imaginativos. El sonido nos arrulla, y nos dice más que cualquier otra expresión artística. Y para prueba, sirva como botón la proyección de nuestros músicos en todos los escenarios del mundo, llevando pajarillos indescriptibles para el oído europeo o asiático. El extenso legado de nuestros patrimonios musicales, cosechados desde tiempos prehispánicos, llega a una Edad de Oro. Quién hubiera pensado que un “tambor de agua”, acto de percutar la superficie del agua con la palma de la mano, evolucionaría hasta ver hoy los rostros frenéticos de tanto violinista. Hay señas de identidad que son indelebles, que se llevan en el corazón como invisibles vasos capilares. La jornada ha sido larga para mostrar que los tiempos se superan con actos que en secreto son trascendentes.

CIUDAD CARACAS, 17 de Junio de 2012
Declaran a orquesta Dimensión Latina como Patrimonio cultural del municipio Libertador

La emblemática agrupación Dimensión Latina celebró 40 años de trayectoria artística en medio de los aplausos de sus fanáticos y el reconocimiento que le otorgaron el Concejo del Municipio Bolivariano Libertador de Caracas y la Compañía Nacional de Música, en el concierto de este domingo junto a la Orquesta Filarmónica Nacional (OFN), en la sala Ríos Reyna del Teatro Teresa Carreño.
Elio Pacheco, José Rodríguez, José Rojas y César Monges, integrantes de la primera generación de la orquesta, vibraron en el escenario del teatro en compañía de Vladimir Lozano y Rodrigo Mendoza, dos de las voces más emblemáticas en la historia de la orquesta.
La primera parte del espectáculo constó de un paseó por más de ocho temas que forman parte del exitoso repertorio de la orquesta, que ha sido catalogada como la pionera en el género de la salsa dentro de la industria musical venezolana.
Más de 2.000 personas asistieron a la presenciación, en la cual la agrupación recibió diversas distinciones por su destacada trayectoria dentro del género tropical producido en el país, entre ellas la Orden Waraira Repano en su primera clase, la Orden del Buen Ciudadano y posteriormente fue designada como Patrimonio Cultural del Municipio Bolivariano Libertador.
Por su parte, la Compañía Nacional de Música les hizo entrega de una placa conmemorativa de la mano de su presidente, Antonio “Toñito” Naranjo, quien felicitó y destacó el trabajo que han realizado en 40 años de trayectoria, así como su presencia en la memoria colectiva venezolana, producto de los innumerables éxitos que han obtenido desde su fundación.
En la segunda parte de la presentación, la Dimensión Latina estuvo acompañada por la OFN, dirigidos por Pedro Mauricio González. INterpretaron parte de su colección de temas, entre los cuales destacaron El frutero, Arroz con manteca, Parampampam, Homenaje a Luis Alfonzo, No me mires más, Taboga y la popular Llorarás.
Fundada en 1972 por Oscar D’León, César Monge, José Antonio Rojas, Elio Pacheco, José Rodríguez y Jesús Narváez, la Dimensión Latina es una de las agrupaciones más emblemáticas de la salsa venezolana. Con más de 34 producciones discográficas, es considerada la agrupación pionera de la época dorada de la salsa venezolana.
Su primera producción discográfica la realizaron con la agrupación El Clan de Víctor, de donde se desprendió el éxito Pensando en ti, interpretada por el llamado sonero del mundo, Oscar D’León.
Luego de la salida de D’León, la agrupación contó con varios vocalistas, entre los que resaltaron Argenis Carrullo y el boricua Andy Montañez.
En 2003 la Alcaldía Metropolitana de Caracas la declaró Patrimonio Histórico Cultural de la ciudad  

NOTA LB:

En el autorretrato que nos hacemos los venezolanos, lo creemos clara, firme y casi exclusivamente, pero quizá haya pueblos tanto o más melómanos que nosotros. Digamos de una duda razonable, pues.  Hay una variedad de gustos, sin duda.  No obstante, si mal no recordamos, la revista SIC del Centro Gumilla, hace uno o dos años, reportó el predominio actual del vallenato, el merengue y la salsa. Por cierto, Dimensión Latina arriba a cuatro décadas de fundada, y, aunque no tenemos una mayor inclinación  por el género, como tampoco parece tenerla López Ortega, la orquesta fue y ha sido una magnífica realidad en nuestro país.

Inevitable asociarla al bachillerato, ella irrumpió exitosamente cuando  la llamada música-disco gozaba de un auge que nos atormentaba. Desde que Oscar de León salió de sus filas, decayó pero - entendemos - prosigue con su particularísimo estilo y ha tenido suerte en mercados más coherentes y consistentes que el nuestro, el que sufre una prolongada crisis unida también a la piratería del disco.

Ocurre con todo en la vida, hay mayor propensión a determinados gustos, compositores y estilos, que a otros.  Hay obras muy malas, pero que gozan de buena salud, al lado de otras excelentes, pero atormentadas. Quizá la salsa que hemos escuchado no sea la óptima, sino la que comercialmente reina emblematizando injustamente al género. Valoramos a Oscar de León y Dimensión Latina, Willie Colón o Rubén Blades, así no los frecuentemos y debamos literalmente aprender del esfuerzo artístico, así como medioambientalmente hemos aprendido de otros géneros.

Por lo demás, hay un absurdo necesario de reconocer: la supuesta distinción y el consiguiente prejuicio hacia el ritmo. Los estudios de opinión que nos refieren, contradice tal identificación. La diferencia puede ser en el modo celebracional del hogar, estridente o no, mas no que la salsa sea el emblema intransferible de los sectores "más bajos", como también el merengue. Sostenemos que baña a varios, si no a todos los sectores. Por supuesto, se cruzan algunas circunstancias: por ejemplo, un salsómano convicto y confeso, autor de un respetado libro sobre el tema, como César Miguel Rondón, no obsequia a su público con los comentarios o la crítica que siempre es necesaria, dejándola a fugaces locutores de ocasión. "Targeteado", hace gala de otros ritmos preferentemente anglosajones.  Sumemos que esa emblematización salsera constituye una bandera sociologizante, dándole identidad a los sectores populares que, aludiendo a los estudios de opinión, no siempre la oyen o, por lo menos, con el convincente afán de otros tiempos. Más de la veces, no parece tal la aguerrida y profunda autenticidad que se esgrime, pues, al fin y al cabo, el género surgió - creemos - a finales de los sesenta, en los suburbios latinos nada más y nada menos que de  Estados Unidos, acompañado - en las vísperas de los setenta - de una inmensa estrategia de comercialización.  Entonces, fenómeno urbano que, como todo, rápida o lentamente  puede cambiar, no sirve entera o íntegramente para emblematizar a los estratos sociales. Acaso, en la música como cédula de identidad es engañosa: no olvidemos al taxista de la novela "D" de José Balza y, por su apego a la Radio Nacional, el gustaba del género académico que- por hábito - vinculamos a la persona exquisita y distinguida, por cierto, según el imaginario de la burguesía que posiblemente fue el que nos legó el cine mexicano de décadas atrás, caricaturizado por la telenovela.

Casualmente, en una de las recientes remociones de papeles, hallamos un artículo de Héctor Mujica ("Los hombres y las cosas: Revalorización de la salsa", Tribuna Popular del 16/03/84), que un poco se defendía por la publicación de su "El inquieto anacobero", dedicada a Daniel Santos. Se permitió "reflexionar brevemente acerca den la evidente revalorización de la música caribeña en el ámbito latinoamericano y universal y cómo el mambo, la guaracha, el bolero, el merengue en sus varias formas y el son cubano se han impuesto en el oído de las nuevas generaciones", sosteniendo que "hubo un período en que la llamada salsa era juzgada, más por ignorancia que por verdad, como de mal gusto y sus adictos y aficionados poco menos que cursis". Seguídamente, asegura que, como el "boom latinoamericano" de la literatura, la música caribeña adquiere dimensión internacional gracias a la revolución cubana. Esto último puede ser objeto de un debate.




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