sábado, 23 de junio de 2012

FALSARIOS (5)

EL NACIONAL - Domingo 17 de Junio de 2012     Siete Días/7
El futuro y la silicona
Esto de ver un hospital como una variante de un centro comercial es sorprendente.
Me maravilla tanta cordialidad con la anestesia. Implica un cambio de sentidos
ALBERTO BARRERA TYSZKA

El titular decía: "Venezuela: segundo lugar en PIP".
Pensé de inmediato que se trataba de una nueva estadística, de otro alarde matemático, de un censo capaz de registrar la cantidad de eufóricos o de melancólicos que tiene un país.
Gasté un momento imaginando a qué podían corresponder esas siglas. Me quedé unos segundos colgado entre esas pes y, cuando ya estaba a punto de brincar hacia otra página, la foto que acompañaba la nota me detuvo en seco. Era una mujer joven, hermosa. De las que producen un derrumbe interior, un vértigo. Y me estaba mirando. No había duda. Era conmigo. Sus ojos me decían: "¿Acaso no vas a leerme?". Regresé rápidamente a la primera línea de la noticia.
Seguir una mirada puede deparar sorpresas. Yo, que con gran ingenuidad estaba pensando que el PIP podía ser el Producto Independiente Patrio o el Potencial Inmanente de Pendejadas que tiene cualquier persona, descubrí que estaba totalmente equivocado, que se trataba de algo más básico, más lúdico, más terrenal: tetas. PIP es la marca de las prótesis mamarias, de fabricación francesa, que salieron defectuosas y que han dejado a más de una mujer con una angustia en el pecho. La composición de esos senos es una mezcla de silicona industrial con componentes electrónicos, aditivos para carburantes y químicos que se usan normalmente en la industria del caucho. Todo suena más a liga de freno y a taller mecánico que a estética y a talla de ropa interior.
De acuerdo con cifras oficiales, de fuentes del país y del exterior, en Venezuela podría haber hasta 40.000 mujeres con prótesis PIP. Realicé una encuesta veloz y no conseguí ninguna amiga que estuviera en ese lote. Llamé primero a una prima que se ha operado ya tres veces. Primero se puso el doble, luego se quitó la mitad, después volvió a ponerse, aunque asegura que más bien se trató de una simple renovación. "Pero no son de esa marca", me aclaró. Ninguna más quiso hablar del tema. Al final, terminé encontrando a un amigo que no tiene implantes pero que se jacta de ser experto en PIP. Jura que son distintas. Que él puede reconocerlas de oído.
Sin necesidad de tocarlas. Dice que suenan. Que si uno se encuentra suficientemente cerca, puede escuchar un rumor, entre líquido y plástico, detrás de algunos movimientos. Sobre todo si se está en faenas horizontales. Es un discreto chuac, un plaj diminuto, un crujido lejano debajo de la piel.
Yo, más que reparos morales, tengo frente a los implantes un genuino asombro. No deja de admirarme la fuerza interior ­llámese deseo, autoestima, envidia, miedo...­ que hay que tener para someterse a una intervención clínica sin ninguna necesidad médica. Yo soy incapaz de ir a un consultorio si no es obligado. Esto de ver un hospital como una variante de un centro comercial es sorprendente. Me maravilla tanta cordialidad con la anestesia. Implica un cambio de sentidos, una nueva versión de lo clínico, del dolor, del susto, que me resulta desconcertante. Todavía me deja pasmado que la relación con un quirófano pueda parecerse tanto a la relación con una peluquería.
Lo otro que me asombra es la vivencia del propio cuerpo como parte de una masificación quirúrgica. La cirugía estética también representa una forma de estandarización. Tus tetas ya no son sólo tus tetas.
Ahora también son las tetas del doctor Padilla. Así imagino, por ejemplo, a un grupo de mujeres en el vestuario de un gimnasio, mientras se cambian, observándose y comentando sus prótesis. "Estas son unas doctor Tobío originales", dice una, mostrándose orgullosa. Otra, antes de ponerse la camisa, señala: "Las mías me las hizo la doctora Sananes.
Son modelo 2007. El biopolímero de ese año fue excelente". Y otra más, al mirar a alguna que recién se ha ajustado el sostén, pregunta: "¿Esas son unas Fernández, verdad? Yo tuve unas así hasta el año pasado. Siempre les deja ese detalle del pezón como girando a la izquierda, ¿no?". Es, sin duda, una nueva forma de estar en la naturaleza. La singularidad da paso al modelo serial: el cuerpo también puede ser una marca.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, después del Reino Unido, cuya población es el doble de la nuestra, Venezuela es el segundo país del mundo con usuarias de prótesis PIP. Quizás por eso la Asamblea Nacional y el TSJ, con inusitada velocidad, se dedicaron a atender y a tomar decisiones justas sobre el caso. Lástima que se nieguen a hacer lo mismo con respecto a otros trágicos problemas del país. Cuestión de prioridades.
Por lo visto, la corriente ideológica Osmel Souza es irreductible. Cuando seamos una gran potencia, también tendremos prótesis bolivarianas.
Cfr.


Nota de LB:

Vivimos las ¿postrimerías? del souzismo que incluye la remodelación corporal pareja a la cultural, por la fiera persecución del reconocimiento social. Imaginamos las carcajadas que pueden provocar las dimensiones modestas de Vanessa Redgrave (Kempson) en  "Blow-up" (Michelangelo Antonioni, 1966), no vistas pero sí presentidas, sin imaginarla como un símbolo cabal de la sensualidad de la época. La nuestra parece una época de mayor legitimación de las mentiras "piadosas" que autorizan las brutales.  Algo muy distinto a esa remodelación, son las razones de salud que deben de esgrimirse para las intervenciones quirúrgicas. No obstante, el tema luce complejo, ya que la reconstrucción corporal más de las veces abona a la psicológica o psiquiátrica que, suponemos, merece otros caminos. Quizá es válido aceptar una modificación mamaria, como otra en el campo de la ortodoncia. Suposición, por cierto,  que advierte nuestra impericia en la materia.

Importa el asunto de los falsarios, cuán cerca o lejos hemos llegado respecto a su validación social. Como hacemos en esta ocasión, pues, no hemos visto jamás "Sin tetas no hay paraíso" de Gustavo Bolívar, llevada a la televisión o al cine. Y, tampoco, hemos leído esta específica obra impresa de Lucía Etxebarría, pero le da realce a la nota y, a lo mejor, ofrece la impresión de un incansable lector que la avala.  Esto es, una falsificación de credenciales.

Post-data (25/06/12): Prakriti Maduro dice  que "me gusta la textura natural de mis senos", en un reportaje sobre la discreción que, por cierto, cita los versos de Leonardo Padrón: "Prefieren ser la sospecha, no el exceso" (Revista Dominical/Últimas Noticias, Caracas, nr. 2194 del 24/06/12).

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