miércoles, 27 de junio de 2012

DECURSO MITOLÓGICO

EL UNIVERSAL, Caracas, 27 de Octubre de 2012
El mito de la eterna fortaleza
Chávez no solamente está enfermo, sino que ese estado le paraliza y le confina a Miraflores
ANTONIO COVA MADURO

Hace dos semanas informamos que nos dedicaríamos a elaborar una serie de artículos cuyo eje central lo constituiría el atento examen de algunas de las "creencias" que parecen dominar, tanto los debates públicos como las conversaciones que, ansiosos mantenemos día tras día acerca del angustioso futuro que parecería estar reservado a Venezuela.
Vale la pena aclarar que utilizo el verbo "dominar" en los dos sentidos que podría tener. En primer lugar, es obvio que hay creencias que dominan nuestras conversaciones hasta el punto de que tienen un absoluto predominio en ellas; pero también está claro que algunas de estas "creencias", devenidas en "mitos", no toleran que ninguna alternativa aparezca porque su "dominio" es excluyente. Las cosas son como el mito dice, y punto.
Hoy les pido me acompañen a hacer un recorrido, tan exhaustivo como el espacio de que disponemos y su paciencia lectora lo permitan, por un mito que suele colarse incluso en nuestra "blindada" racionalidad. En otras palabras, que aunque digamos de mil maneras que no nos dejamos atrapar por él, siempre su presencia dominante se instala.
Para comprenderlo mejor imaginemos una de esas conversaciones tan machaconas que los venezolanos sostenemos por estos tiempos. Es una conversación que arranca de una constatación objetiva, donde todos podemos aportar suficientes "pruebas"; de allí su peligrosidad. Su centro reside en la extendida idea de que Chávez, en la eventualidad de verse derrotado el 7-0, no va a entregar.
Esa rotunda afirmación usualmente se adorna de una serie de argumentos donde priva, y de que modo, su fuerza casi telúrica y su reconocida astucia. Pocos captan que ese argumento no esconde más que un modo de pensar mítico: él hará lo que siempre ha hecho. Y, más perverso aún, nosotros también haremos lo que siempre hemos hecho: aceptar los hechos cumplidos (que siempre benefician a Chávez, es la conclusión obvia).
En la florida argumentación con que se adorna la "no entrega" del poder, aparecen otras variables, la más perversa: la ingobernabilidad, que se estima fueron paridas por el "modo de gobierno" que Chávez ha desplegado en estos trece años. En efecto, afirmamos sin casi darnos cuenta, si este es el país que ahora tenemos, a lo mejor es Chávez el único que podría controlarlo... El mito, entonces se transforma en un cepo.
Por todas los arbotantes que tiene, que realizan las mismas funciones que los arcos de las catedrales góticas, la forma de encarar este mito parecería ser la alejandrina: la que utilizó Alejandro Magno cuando le hicieron ver que debería desatar el "nudo" para poder adueñarse de la ciudad de Gordius. Rápido procedió a desatarlo con su espada realizando un contundente tajo.
Es nuestro caso, este mito -es fundamental hacérnoslo ver y hacerlo ver a otros- contradice una propuesta fundamental del pensamiento occidental que ya el propio Heráclito propuso en la antigua Grecia: "jamás bajo un puente corre la misma agua".
Pero, además, el mito no sólo niega la persistencia del cambio como algo inexorable en la vida social, sino que se enfrenta a otra idea que desde los tiempos decimonónicos de Marx nos han acompañado: las cosas que sucedieron fue en razón de lo que estaba pasando en el momento en que se dieron. Ni más ni menos. En otras palabras: todo es contextual, nada tiene sentido fuera de su tiempo, del tiempo que lo parió, lo hizo posible y le dotó de sus rasgos.
Cuando juntamos todos estos argumentos, la conclusión es contundente: Chávez hizo lo que hizo porque le fue posible hacerlo, porque determinados condicionantes históricos estaban allí para respaldarle. Ni más ni menos. Por ello, para que pudiera volverlo a hacer tendrían que estar presentes, con el mismo vigor, aquellas condiciones. ¿Nos atreveríamos a afirmarlo de modo contundente?
Y es aquí donde la teoría social resplandece: tener condiciones incambiadas es un requisito sin el cual el mito no se sostiene. Más aún, condiciones absolutamente iguales niegan el cambio histórico, el agotamiento de modelos y propuestas. En una palabra: niegan la biología.
En las condiciones de hoy, Chávez no solamente está enfermo, sino que ese estado le paraliza y le confina a Miraflores, desde donde sólo articula un eterno ritornello: misiones, planes fantásticos y millones erogados que nunca se materializan. Su chispa comunicadora se apaga.
Y ese Chávez, prematuramente envejecido y fastidioso, desconectado de una realidad que se le escapa, ¿tendría fuerzas para no entregar?


Ilustración: Dumont

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