miércoles, 27 de junio de 2012

AERÓDROMO

EL NACIONAL - Lunes 25 de Junio de 2012     Opinión/10
Libros: Peter Stamm
NELSON RIVERA

Marcel Ventura, que ha leído varios de sus libros, me acompaña a la librería y me coloca ante cuatro o cinco títulos de Peter Stamm. Me dice: "Empieza por aquí", y señala Los voladores (Editorial El Acantilado, España, 2010).
Esa palabra suya, "empieza", es mucho más que un pronóstico: supone que leído este primero será inevitable regresar a la librería por otro. Y así, como si al leer un primer Stamm uno adquiriese el compromiso de recorrer cada uno de los hitos de su ruta.
Los suyos son habitantes de pequeñas ciudades. Seres de existencia previsible. Gente inadvertida, gente sin podio. En los doce relatos que componen Los voladores hay una temblorosa inte- rrogante de fondo: si para narrar es necesario un acontecimiento, el surgimiento de una facultad extraordinaria, un hecho revulsivo que trastoque la monotonía, el rumor de las horas y los días, o si cada existencia, por sí misma, contiene el material posible que la ficción reclama.
Permítame el lector la proyección de esta idea: la argamasa con que Stamm trabaja es ese carácter masticado, alicaído, de vueltas sobre lo mismo, esa respiración irremediable que tiene la existencia de tanta gente en nuestro tiempo posmoderno (Stamm me ha hecho recordar aquella intuición de Karl Löwith, quien escribió a comienzos de los años treinta de siglo pasado, que la vida de nuestro tiempo no da para más). Stamm, al menos en esta colección de relatos, atisba en la ordinaria fragilidad sobre la que transcurre la vida en nuestro tiempo.
Leo que Stamm ha nacido en Winterthur, pequeña ciudad suiza de lengua alemana, cuya historia ha sido rastreada hasta la llamada Edad de Bronce. Nacido en 1963, por mucho tiempo ejerció los más diversos oficios para ganarse la vida y se hospedó en distintas ciudades del mundo.
De ese deambular, de ese toparse con lo diverso de la vida, quizás provienen estos relatos donde emergen los universos mentales, las mínimas rutinas, los imaginarios del miedo, los seres sobrepasados por el poderío de sus específicas realidades (podría decirse que Los voladores es, entre otras cosas, una escueta antología de los modos de pensar).
¿Hay acaso un vínculo entre todos estos personajes casi inasibles? Apostaré que sí: un silencio, una condición impronunciable, una antigua derrota que ya ha sido incorporada al modo de mirar y respirar. A quienes han sugerido que hay en Stamm un parentesco con Dostoievski, diré que quizás sea más atinado recordar al noruego Kjell Askildsen, al alemán Thomas Bernhard o al suizo Robert Walser. Habría que detenerse a escuchar el silencio de Stamm para sentir la distancia larga y esencial que lo aleja del ruso: me refiero a esa brecha hecha de tiempo y de experiencia que separa al moderno Fedor Dostoievski del posmoderno Peter Stamm.

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