jueves, 17 de mayo de 2012

MEJOR TRIUNFO: LA NORMALIDAD DE UNOS COMICIOS

EL UNIVERSAL, 8 de Mayo de 2012
Francia: el triunfo de un hombre normal
JEAN MANINAT 

En el debate televisado del miércoles 2 de mayo, el entonces presidente-contendiente, Nicolás Sarkozy, le espetó a su contrincante que para gobernar Francia hacía falta algo más que un "hombre normal". Era un jab picante para cuartear la imagen de ciudadano de a pie que François Hollande quiso presentar a los franceses.

El hombre de aparato que hizo su carrera política en la sede del Partido Socialista (PS) en la calle Solferino de París, es también un "enarca", como llaman a los egresados de la prestigiosa Escuela Nacional de Administración (ENA). De allí han salido los "Harry Potter" del servicio público y la política francesa.

La contienda fue entre la tradición republicana de la meritocracia y el remedo impetuoso de la política norteamericana. Ciertamente, Sarkozy, presentaba un pedigree de hombre de Estado, con experiencia de mando en los diversos ministerios que dirigió durante el mandato de la derecha francesa, pero en el camino fue entregando lealtades personales y valores republicanos. Algo que en política -a la larga- nunca paga.

Hollande, el ninguneado, le ganó la elección por pocos puntos (51,67% contra 48,33%) a un Sarkozy que creyó que la presidencia era una extremidad de su cuerpo y de sus ansias de figuración. Poco le valió la presencia a su lado de una exquisita artista que dejó de cantar para nunca ser una primera dama.

El ciudadano Hollande es ahora el presidente de un país en "busca del tiempo perdido". Su propósito de añadir un capítulo de crecimiento y empleo al pacto fiscal europeo, ya encontró el apoyo en Berlín, hasta hace nada ensimismado en el rigor fiscal. Se disipan, así, las nubes negras de un enfrentamiento con la canciller Merkel. La política, el demiurgo laico de la democracia, obra milagros.

¿Será difícil? ¡Mais bien sûr! qué duda cabe; pregúntele al presidente del gobierno español y a los sindicatos que conducen las protestas en España. O a los votantes griegos que lanzaron a la orilla del camino, en las recientes elecciones legislativas, a los partidos de derecha e izquierda que forjaron el retorno a la democracia en Grecia.

Las crisis no son de derecha o izquierda. Si uno se apropia del lugar común: son fotografías de un instante en la salud económica, social y política de un país.

¿Qué emparienta a Bush y a Zapatero? El mal manejo de una crisis cantada.

De manera tal que se asentarán tiempos difíciles.

¿Puede Europa mantener el estado de bienestar que fue su razón de ser después de la segunda post-guerra? Los ciudadanos que crecieron protegidos por un Estado benefactor, ¿comprenderán lo que está en juego? Los jóvenes que buscan trabajo, sin destino, ¿se quedarán en sus casas?

Son las preguntas, nada retóricas, que se hacen los ciudadanos europeos. El presidente electo francés ya lo ha dicho: "La austeridad no puede ser una condena". Pero puede ser una realidad con la cual cohabitar, se dicen muchos.

El presidente saliente, Sarkozy, deja un país dividido, con la tradición gaullista herida por su entrega a los valores de la ultraderecha. Su partido, el UMP, se apresta a una batalla interna por la sucesión que lo dejará con pocas fuerzas para asumir la contienda de las elecciones legislativas en junio. Marine Le Pen y el Frente Nacional sueñan con repartirse el botín del naufragio sarkozista.

Con Hollande emerge un nuevo liderazgo en Europa. El dueto franco-alemán cambia de registro, y habrá un duro compromiso entre el rigor fiscal de la canciller alemana y las políticas de inversiones y estímulo al crecimiento económico del presidente electo socialista. "El progreso sólo puede alcanzarse con unas finanzas sólidas más crecimiento" dijo la canciller Merkel al darle la bienvenida al nuevo presidente. La mesa está servida.

"Voy a ser un francés más" ha dicho Sarkozy en su despedida. Es decir, un "hombre normal" como el que se prepara para ocupar sus oficinas en el Palacio del Elíseo.

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