martes, 22 de mayo de 2012

ES UN TODO

La fascinación de la víctima
Luis Barragán


Brevemente, imaginemos un pequeño inmueble habitado por un número escaso de familias harto ocupadas por los asuntos de cada día. En el apartamento que tiene a dos niños con lechina, no saben de los otros que afrontan una parecida situación y, menos, adivinan que el circunstancial juego infantil contagió o pudo contagiar a otros, excepto que sea notable cierta anormalidad, porque baje la movilización escolar, desahogado el ascensor en las horas claves; un vecino le preste a otro el termómetro, constatando la relativa generalización del problema; o, simplemente, siendo el medio de comunicación por excelencia, la conserjería revele un porcentaje de familias afectadas que las lleva a tomar las medidas de precaución.

Creyéndola propia, intransferible y excepcional, cada familia descubrió la realidad común que vive el condominio, participando de una u otra forma en la solución del problema. Vale decir, participación que necesita de la publicidad, asunto éste que la junta de administración procurará manejar según sus intereses.

Mutatis mutandis, creíamos que las nuestras eran dificultades exclusivas, agravadas por nuestras imprevisiones, hasta descubrirlas excesivamente parecidas a las del otro y los otros. Y, aunque la realidad sigue un curso insobornable, a veces demorado el estallido, la junta administrativa del país procura que no nos enteremos cuánta coincidencia hay en un pueblo que no tarda en reconocerse en los problemas y desea también hacerlo con sus soluciones.

Un sector de la ciudad capital vivió cercana y dramáticamente la desgracia de La Planta, atinando en las vicisitudes de los prisioneros y sus familiares que también las supieron compartidas. Por muchas diligencias que hicieron las autoridades competentes para ocultar – precisamente – su incompetencia, toda la urbe – largamente victimizada - se vio afectada por esa realidad tan común como el viento, algo que – seguramente – experimentan otras localidades del país con menor acento noticioso.

Nadie debe ocultar la vieja data del problema penitenciario venezolano, aunque pocos se atrevan a desmentir el costo político que acarreaba. Hoy, a catorce años de un mismo gobierno que ha disfrutado literalmente de recursos descomunales, mas no del necesario talento, la más abnegada diligencia es que no se sepa siquiera de los disparos intercambiados, por más que se oigan, hieran o maten, agudizado como nunca antes un problema que se dijo resolver mediante la creación de otro despacho ministerial, presupuestariamente bien equipado, y la designación de una titular de tan particulares características.

Ejerciendo el monopolio de las imágenes, quizá cazando al vecino que fotografiaba las incidencias del lugar a través de un móvil-celular, la principal televisora del Estado fue la única que se internó en las interioridades de La Planta, a objeto de dar una versión interesada de los sucesos ahora vedados a diferentes medios independientes. Los francotiradores diligenciaron una buena posición en los edificios cercanos, acaso con la fascinación de una aventura segura que, un poco, la compartieron los residentes por el despliegue de las armas y los otros arreos marciales, sabiéndose absolutamente desprotegidos por los guardianes del poder político establecido.

El objetivo estratégico, con el traslado de los presos, ha sido el de reacomodar la vitrina noticiosa que es Caracas, como bien lo conocen los funcionarios – igualmente ministeriales – de la electricidad. No hay investigación ni comisión parlamentaria válida hasta que perfeccionen la escena, por lo que – a lo sumo – la ministro podría acudir a una sesión plenaria, aventajada por un espectáculo del que han gozado sus – ahora - colegas.

Lo peor es que el gobierno no da explicaciones, salvo las que juzgue más convenientes para sus emisoras y periódicos, esperando el resto de la humanidad el rebote noticioso. Nadie se atreve a aclarar la existencia de un sofisticado armamento o la posesión de drogas, como la gerencia de otros negocios delictivos, en el centro penitenciario, pues tampoco alguien ha dicho sobre las armas halladas en un asalto realizado en Barquisimeto, pertenecientes sus seriales a las de la Policía del Táchira que Miraflores desarmó, dejándolas en custodia de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana.

El entonces vicepresidente de la Comisión de Asuntos Parlamentarios, William Ojeda, por poco le allanan la inmunidad parlamentaria, ya que, en una anterior crisis, cumplió con el deber de apersonarse en el lugar de los acontecimientos, denunciarlos y proponer alternativas. El oficialismo asegura que basta con un eufemismo (“privados y privadas de libertad”), para tratar la materia, bloqueando o impidiendo todo debate e investigación, libre y convincente, por la Asamblea Nacional.

Presumiendo de ella, carecen de toda autoridad moral para atender lo que se ha convertido en una tragedia que contrasta con tiempos añejos. Lo más lejos que pueden llegar es repetir enfermizamente las consignas, porque así como en la última sesión de la Asamblea Nacional divagaron sobre la crisis global del capitalismo o los indicadores sociales, para soslayar las denuncias contundentes de los diputados Miguel Ángel Rodríguez y Julio Montoya, o callaron sospechosamente a fin de imponer arbitrariamente la cpostergación del Proyecto de Ley de Control para la Defensa Integral del Espacio Aéreo, ahora pretenderán irresponsabilizarse de los hechos de La Planta, anhelada como una conspiración macabra de la oposición apátrida.

Descubrimos a los propagadores de la lechina ya inocultable que nos amenazarán con elevar la cuota de condominio y cortar el agua, procurando un silencio cómplice. Por más que digamos ocuparnos de nuestros asuntos, tenemos un destino común que día a día nos sorprende: casi como la psiquiatra Elvira Madigan, el personaje de una novela de Ana Teresa Torres, que se hizo de un iceberg criminal, hemos atado pacientemente los cabos dejando que el lingüista-forense dictamine en los venideros comicios presidenciales.

Se ha hecho notable la realidad, cuyo estallido está en proceso. Pedevalizados, su mayor orfandad es moral.


Fuente:
http://www.noticierodigital.com/2012/05/la-fascinacion-de-la-victima/ 
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=867323 

Fotografía: Reseña de El Nacional, Caracas, 22 de Mayo de 2012

 

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