sábado, 26 de mayo de 2012

DA-DOS

El lenguaje militar. Tabú, eufemismo y disfemismo
Germán Moya Hernández
(Universidad de Murcia)

Si tratamos de llevar a cabo un análisis del discurso militar y, concretamente del discurso militar español, pronto nos damos cuenta de que una de las características estructuradoras de este discurso es el recurso al eufemismo y, en cierto modo, a la utilización de palabras, en mayor o menor medida, asépticas, debido en gran parte a la posición que ocupa el ejercito para algunos sectores de la sociedad como institución cercana a la guerra, la lucha, el derramamiento de sangre o la muerte.

Para tratar de ubicar el discurso del ejercito hemos de hacer referencia a algunos estudios que se han publicado en los que se concibe el discurso militar tan sólo como el lenguaje que utilizan los soldados durante su paso por el servicio militar. A mi entender, con esta definición no se alude al auténtico discurso polemológico sino a un aspecto del mismo. Aspecto que, por otro lado, no deja de ser la lengua jergal de la juventud, salpicada, eso sí, por el léxico militar, debido, sobre todo, a que se trata de la realidad eventualmente más cercana a ellos durante un cierto espacio de tiempo.

Así pues, hablaremos de discurso militar para referirnos al lenguaje, y más concretamente al léxico, empleado por los oficiales y todas aquellas personas que componen la institución castrense.

Antes de comenzar con nuestro análisis de ese discurso, conviene que demos unas escuetas nociones acerca de algunos términos de carácter lingüístico que consideramos de especial relevancia en nuestro estudio. Se trata de la interdicción, la eufemia, el tabú o la disfemia.

Con interdicción nos referimos al fenómeno que sufren muchas palabras sobre las que pesa la cláusula de molestas o innombrables, impuesta generalmente por convención popular. Estas palabras giran en torno a lo que podemos considerar como ejes interdictivos y que no son otra cosa que los ámbitos de discurso referidos a la enfermedad, a la muerte, la escatología, el sexo, la discriminación social, por señalar los más universales.

El tabú, por su parte, palabra de mayor dominio público, y que conscientemente hemos empleado mal en el título de este artículo, podemos entenderlo como la interdicción de carácter religioso. Es sabido que algunas religiones no pueden mencionar el nombre de Dios o del Demonio. Esta palabra de origen polinesio queda pues relegada a aspectos religiosos, siendo más acertado hablar de términos interdictos (entredichos) o de interdicción para referirnos al resto de palabras más o menos censuradas.

El eufemismo, por otro lado, hace referencia a esas palabras que se utilizan para sustituir a aquéllas que aparecen como interdictas. Los eufemismos suelen ser términos que, recurriendo a la metáfora (por citar la figura más frecuentemente utilizada), adquieren un carácter mucho más genérico y ambiguo, de manera que descargan el contenido semántico que podríamos catalogar como "nocivo" de la palabra sujeta a interdicción. Un sinónimo de lo que entendemos hoy como eufemismo lo encontramos en el sintagma políticamente correcto que se introdujo en nuestra sociedad, entre otras vías, a raíz de la publicación en España de la obra de James Finn Garner Cuentos infantiles políticamente correctos. Este sintagma procede del adjetivo sajón polite (educado). Se prefiere al término eufemismo en la medida en que este último se entiende con el sentido de ocultamiento o esoterismo. En cierto modo, se trata de "eufemizar" la propia palabra eufemismo. Estos términos políticamente correctos se defienden desde las diversas administraciones y con ellos se persigue una función igualitaria y no discriminatoria. Muchos y muy variados son los ejemplos que podemos encontrar. Basta abrir cualquier diario o prestar atención a los diferentes medios de comunicación para encontrar expresiones como: crecimiento negativo de la economía, donde la utilización del sustantivo crecimiento amortigua y esconde el significado de sintagma completo; persona horizontalmente diferente para referirse a la persona obesa, dentadura alternativa para evitar el malsonante postiza, por no hablar de las diferentes profesiones laborales donde podemos encontrar ejemplos como empleado de fincas urbanas para designar al portero, técnico en combustibles vegetales para referirse al leñador, empleada del hogar por asistente o chacha, mujeres públicas en lugar de prostitutas (fenómeno que no ocurre con hombres públicos), etc. Los ejemplos son innumerables y, como vemos, se trata de una forma de eufemismo institucionalizado. Los ejemplos de estos eufemismos se disparan en el ámbito dialectal para referirse a las enfermedades o a la denominación de determinados órganos o funciones relacionadas con la escatología o el sexo.

Por último, con disfemismo nos referimos a la mención consciente de ese término interdicto de la forma más indiscreta posible. Este fenómeno ocurre, como veremos, cuando se exporta el discurso polemológico a otros universos discursivos como el tecnolecto deportivo o el informático.

Una vez que hemos visto de forma escueta algunos de los conceptos lingüísticos más significativos, podemos pasar al análisis del discurso militar, para lo cual debemos llevar a cabo una contextualización de carácter general.

El fenómeno de la guerra es sin duda el elemento más importante a la hora de estructurar la historia. A poco que nos fijemos en nuestra concepción de la historia, vemos como los cambios y los pasos de una época a otra tienen como eje alguna guerra importante. Sólo atendiendo a nuestro siglo, vemos como se estructura en periodos como el de Entreguerras, la Postguerra, la Guerra fría, etc. Además de esta importancia de la guerra y por causa de la misma, el ejército es una institución que ha estado presente y ha tenido un peso específico en la sociedad desde la antigüedad hasta nuestros días. Sin duda, la concepción del ejército y su proximidad a la sociedad ha ido cambiando a lo largo del tiempo y ha pasado por muy diferentes fases. Por todo ello, es muy importante, a la hora de llevar a cabo un estudio sociolingüístico, la sincronía, el hic et nunc, siendo conscientes de que no se concibe igual el ejército ahora que pudiera entenderse hace unos años o en tiempos de la dictadura franquista. Del mismo modo que no se tiene la misma noción de ejército en España que en Estados Unidos o la India.

En la actualidad el ejército se autodefine como una institución encargada del sostenimiento de la paz, pero, dado que arrastra consigo algunas connotaciones que, bien por aspectos históricos o bien por la materia a que hace referencia, levantan verdaderas ampollas en algunos sectores de la población, especialmente en los pacifistas. Al margen, sin embargo, de estas reminiscencias diacrónicas de carácter más o menos particular, sí que parece que el elemento más importante a partir del cual se generan los eufemismos es el tratamiento cercano con la muerte y el derramamiento de sangre.

Pasando ya al análisis lingüístico de este tipo de eufemismos, podemos encontrar diversos modos de aparición de estos eufemismos. Dejando un poco al margen la motivación, ya que este estudio persigue fines más lingüísticos que sociales, podemos encontrar cuatro grupos en los que podíamos encuadrar los diferentes medios de encubrimiento o eufemismo. Dejamos fuera todo lo que tiene que ver con las lenguas crípticas o códigos secretos, por ser sistemas semióticos distintos de la propia lengua. Efectivamente, estos sistemas son necesarios dentro de una comunicación donde tiene gran importancia que determinados mensajes lleguen a un conjunto de receptores determinado, discriminando a otros por razones estratégicas. Al margen, como digo, de estos códigos secretos, el primero de los grupos podría ser el de los seudónimos de la maquinaria de guerra. Nombres como Falcon, Hornet, Mirlo, Harrier, etc..., se utilizan constantemente para designar a diferentes tipos de aviones, siendo una terminología completamente indescifrable para el que no está suficientemente familiarizado con las fuerzas aéreas. Uno de los casos más destacados sería el del misil de largo alcance MX Peacekeeper (o guardián de la paz), nombre otorgado de forma eufemística a un proyectil diseñado ya no tanto para misiones defensivas, sino para misiones ofensivas de largo alcance; de hecho, durante algún tiempo ha sido una de las armas más potentes de los arsenales militares. También podríamos incluir en este conjunto aquellos casos de reuniones o pactos que se denominan con el nombre de la ciudad donde se firman o con el de las personas firmantes. Son casos como doctrina Nixon, Enmienda de Church, Convención de Ginebra, Pacto de París, Crisis de Berlín, etc. Quizá los más llamativos son aquellos que con el título de acuerdos (Acuerdos de Berlín, Acuerdos del Cáucaso) designan en muchas ocasiones reuniones donde, lejos de llegar a algún acuerdo, no sólo no han abierto ninguna vía de diálogo sino que han sentado las bases para un futuro enfrentamiento.

El siguiente bloque de eufemismos estaría formado por los sintagmas compuestos por sustantivo más adjetivo o sustantivo más sustantivo unidos por preposición. Es, sin duda, la forma constructiva de mayor proliferación de los eufemismos en nuestro idioma y los casos que podemos poner como ejemplo son muy abundantes. Basten algunos como: Guerra fría, guerra electrónica, guerra de montañas, fuego nutrido, fuego de división, fuego griego, arma cortés, arma noble, flota en conserva, estado tapón, escudo nuclear, espasmo nuclear, efectivos de división, cresta de fuegos, primera sangre, bala cansada, cola de golondrina, coexistencia pacífica, cabeza de etapa, bautismo de fuego, bala roja, bala naranjera, bala caliente, bala fría, escala horizontal, equivalencia esencial, huevo frito, etc.

El tercero de los grupos en que hemos dividido los eufemismos sería el integrado por aquellas palabras simples que generalmente se constituyen como sinónimos metonímicos y que tienen un carácter eufemístico. Dentro de este grupo encontramos ejemplos como: baja, caído, barrer, blanco, boca, batería, acero, bronce, campaña, cáliz, jornada, caza, envasar, sangre, etc. Casos especialmente relevantes son los de la palabras salida y estrella. La palabra salida cobró gran importancia a partir de los partes de guerra que se daban por televisión durante la Guerra del Golfo. Se nos decía que la fuerza aérea americana había efectuado doce o catorce salidas sin especificar de qué tipo eran esas salidas y sobreentendiendo que salida era sinónimo de ataque. Con la palabra estrella utilizada sobre todo en plural ocurre un fenómeno hasta cierto punto humorístico. La estrella se toma como una metonimia para designar a los oficiales, de manera que, en determinados contextos, quien ve pasar "muchas estrellas" frente a él puede estar hablando de una concurrencia masiva de jefes y de altos mandos. El caso llevado hasta el extremo lo hemos documentado en Cartagena, donde a la barriada residencial de casas militares se la conocía hasta hace poco como Hollywood.

El último grupo en el que podemos organizar el fenómeno del eufemismo es el de las siglas o abreviaturas. Pese a ser este un sistema necesario, sobre todo, a la hora de llevar acabo la comunicación mediante redes informáticas, teletipos, microondas y diferentes canales de comunicación, no cabe duda de que algunas de estas abreviaturas se utilizan para "camuflar", permítasenos el tecnicismo, algunos términos sujetos a interdicción. De este modo, al lado de abreviaturas de carácter funcional como GJMAPER/SEPO, GDEN, GJMAPER/DAP/SUASO, JEMA/DOP/SEGUR, etc., encontramos otras que tienen una finalidad mucho más oscurecedora como APDFA (aeródromo de partida de las fuerzas de desembarco aéreo), APT (Proyectil perforante trazador), ITV (intervención), LAZD (límite anterior de la zona de dispersión), etc.

Así las cosas, podemos afirmar que el eufemismo está presente en el discurso polemológico español y que lo está de dos formas diferentes: en sentido positivo, esto es, haciendo mencionable todo aquello sobre lo que recae la cláusula de la interdicción, y en sentido negativo, es decir, ocultando todo aquello que, tal vez por razones de seguridad, no se debe decir.

Una vez analizados someramente algunos aspectos del discurso militar y la importancia del recurso al eufemismo, no está de más señalar una realidad que consideramos de especial importancia en la actualidad, a saber, el modo en que el discurso polemológico es exportado a otras modalidades discursivas.

Lo más relevante de este aspecto es que es precisamente todo aquello que podríamos considerar como disfémico dentro del discurso militar lo que más se exporta a aquellos lenguajes en los que generalmente se establece una pugna o polémica. El caso más significativo es el del tecnoleto deportivo. A nadie en la actualidad le extrañaría escuchar un comentario como el siguiente:

"El equipo local ha planteado una numantina defensa que no ha bastado para contener y aplacar las continuas acometidas del bando rival. Los sucesivos bombardeos desde dentro y fuera del área así como las individualidades del ariete han terminado por desmantelar la zaga de los nuestros que se vino abajo tras el primer gol, fruto de un disparo tremendo por parte de uno de los delanteros más batalladores del equipo rival."

Tampoco es extraño escuchar expresiones como zafarrancho de combate, baluarte defensivo, etc. Lo que ocurre es que se extrapola todo aquello que tiene que ver con el enfrentamiento, tan pronto como se pueda llevar al ámbito del enfrentamiento deportivo. Sin embargo, otro aspecto se desprende de este razonamiento. Debido a la naturaleza conflictiva del ser humano, no nos debe extrañar que, siendo el lenguaje la primera arma con la que cuenta una persona, se acuda a estos términos propios del enfrentamiento, independientemente de su ideología y de su acercamiento mayor o menor al ejército.

Para terminar, sólo quisiéramos expresar que el estudio del lenguaje polemológico abre una gran cantidad de preguntas y respuestas que hasta ahora han permanecido en silencio y que, sin duda, debería ocupar un lugar destacado dentro de los diferentes tipos de lenguas o tecnolectos susceptibles de un estudio más detallado.

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Fuente: http://www.um.es/tonosdigital/znum1/estudios/moya.htm


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