miércoles, 23 de mayo de 2012

ADOLORIDOS

EL NACIONAL - Lunes 21 de Mayo de 2012     Cultura/3
El foro del lunes
MICHAELLE ASCENCIO La escritora estudia, desde la antropología, la función social de la magia
«Como sociedad tenemos miedo a afrontar lo que puede dolernos»
Para completar su libro De que vuelan, vuelan, la profesora de la UCV revisó estudios sobre el tema, recorrió los lugares para apelar y para comerciar con lo sagrado e hizo encuestas sobre prácticas religiosas   
MICHELLE ROCHE R.

El estudio de las religiones es una antigua obsesión de la antropóloga Michaelle Ascencio, autora de la novela Mundo demonio y carne (Alfa, 2008) y el ensayo Las diosas del Caribe (2007). Su más reciente libro, De que vuelan, vuelan, muestra la dimensión social de las religiones y de la magia en Venezuela, porque ­tal como escribe parafraseando a Max Weber­ ninguna religión está exenta de la "dimensión mágica en la procura del bien personal o colectivo".

"Si las religiones han sido tradicionalmente las encargadas de otorgar un sentido a la vida, si son las contenedoras de la angustia de la muerte; si dotan, además, a sus adeptos de una identidad y de una pauta que rige su vida y regula su cotidianidad (...) también la magia, que se define como la parte práctica e individual de las religiones, tiene un papel social muy específico que cumplir", escribe Ascencio en el libro que describe las devociones más numerosas en el país: el catolicismo popular, la religión evangélica, la de María Lionza y la santería.

El trabajo de la profesora de la UCV señala cómo la proliferación de credos politeístas en la población ­la santería o la religión de María Lionza­ evidencia que más que sentirse culpables, noción fundamental del monoteísmo, los venezolanos se sienten perseguidos y buscan a quién responsabilizar de sus males. A esto lo denomina la dimensión persecutoria, que en el caso venezolano trasciende los dogmas de fe e impregna las relaciones entre la gente, "manifestándose en una tendencia generalizada a echarle la culpa a otro y eludir responsabilidades". Por eso, las enfermedades sociales o individuales se asumen como castigos divinos y la magia se ha convertido en una práctica fundamental para identificar agresores.

--En el libro concluye que los venezolanos proyectan el mal sobre los demás, aunque esto es contrario al estereotipo que describe el gentilicio como alegre y solidario.

¿Fue el derrumbe de esta imagen una sorpresa en sus investigaciones? --En general, las religiones se dividen en monoteístas y politeístas. Las primeras son las de la culpa y las segundas tienen a la persecución como modo de relación. La dimensión persecutoria del mal hace que la presencia del otro sea importante. La herencia religiosa indígena, española y africana, junto con el gusto por lo colectivo, nos hace considerarnos personas en sociedad. Esto hace difícil ser ateo en el Caribe. Somos solidarios y simpáticos, pero estos aspectos también forman parte del aspecto positivo de la dimensión persecutoria. Nuestras relaciones se sustentan sobre la idea de la presencia continua del otro: tenemos presentes a los demás siempre. Es decir: voy a ser simpático con aquel para que no me salga con nada raro. La dimensión persecutoria ha estado siempre en nuestra sociedad, pero cuando crece la incertidumbre, crece el aspecto negativo de esta dimensión porque las comunidades necesitan explicarse el mal.

También aparece la desconfianza hacia el prójimo.

--¿Cómo hacemos que la sociedad venezolana sea más confiada? --No es que perdimos la confianza, porque ésta es parte de nuestro acervo cultural.

Estamos viviendo una disminución de la confianza porque son momentos duros.

Para que esto cambie sólo hay que hacer cumplir la ley y restablecer las instituciones.

--¿La proliferación de creencias politeístas y el auge de la religión de María Lionza evidencian el fracaso del proyecto moderno en el país? --No me atrevería a asegurar eso. Según los antropólogos, el crecimiento de la adhesión popular a la magia y a los cultos de sanación desde los años setenta es consecuencia de la falla del sistema médico asistencial en el país. Cuando uno se enferma y no consigue ni hospitales ni médicos ni insumos, queda en manos de las divinidades. La religión de María Lionza se desarrolló precisamente por la carencia del sistema médico, se ha dedicado más que las otras a la salud de los enfermos. En general, las religiones giran alrededor de la idea de salvación (que es la sanación del alma), que está muy cerca de la curación del cuerpo.

--Según cifras del Observatorio Venezolano de la Violencia de 2009, en uno de cada 10 homicidios la víctima es mujer y en 90% de los casos el asesino es su pareja. Por otra parte, la religión autóctona adora a una diosa, María Lionza, y en la versión popular del catolicismo abunda el culto mariano. ¿No es paradójico la adoración de las deidades femeninas y el maltrato a las mujeres terrenales? --Cualquier antropólogo señalaría que la transgresión de la ley se compensa con la adoración a las diosas. También encontramos la feminización de todos los símbolos queridos por los venezolanos: la tierra, la patria y la bandera, por ejemplo. Pero esto es un tema digno de un análisis más profundo en el que deberían integrarse varias disciplinas, como por ejemplo el estudio antropológico de la religiosidad y la psicología social.

--Dentro de la religión de María Lionza parece haber una paradoja: por un lado este credo se sustenta sobre la idea del mestizaje, pero es un rito practicado más a menudo por las clases menos favorecidas...

--Sobre esta religión es importante entender que el discurso es eso: un discurso, hecho de palabras y producido por una élite política, desde arriba y no sabemos qué tanto hacia las capas populares. Debajo de ese discurso, según las personas que lo han estudiado en profundidad, como los especialistas en la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, hay la búsqueda de un símbolo unificador de los venezolanos.

Lo propio de las dictaduras es buscar o fabricar un mito que unifique a sus sociedades.

Además, tomaron una imaginería de personajes históricos como el indio Guaicaipuro, el Negro Felipe o el Negro Miguel. María Lionza, sin embargo, es parte de la mitología. La figura que no existió es la mujer, a veces considerada una virgen; otras, la hija de un cacique; otras, una diosa de leyenda. El centro de la tríada mestiza (las tres potencias), el lugar que ocupa la reina, es polisémico, ambiguo. Nuestro sincretismo mezcla lo histórico con lo mítico y además lo trae al presente. Y esta religión pone lo sagrado a disposición de la sociedad para solucionar los conflictos actuales, es práctica, pues resuelve el aquí y el ahora.

--¿Qué le sugiere el surgimiento de la Corte Malandra dentro de este sistema religioso? ¿Qué dice de los venezolanos la adoración a los delincuentes? --La moral cuestionada. Esto tiene que ver con la transgresión de los valores sociales y, por supuesto, con la violencia: la sociedad que no puede manejar la violencia la deposita en sus dioses. En lo que apareció el primer malandro deificado nosotros hemos debido estudiarlo y sacar conclusiones, pero nos pareció cómico, porque como sociedad tenemos miedo a afrontar las cosas que pueden dolernos. La sociedad venezolana tiene una necesidad imperecedera para expulsar el mal sin considerarlo, antes de entenderlo. Esto forma parte también de la dimensión persecutoria: como no queremos lidiar con los episodios de violencia cotidianos los depositamos en el otro, hombre o deidad, buscamos un culpable siempre. Pero eso no resuelve los conflictos. Si las instituciones no asumen los problemas de un país, alguna de las dimensiones sociales lo hará y en este caso fue la religiosa, que dio una respuesta.

Por eso te crees protegido por un delincuente muerto. Por eso uno se dice tantas veces: "De que vuelan, vuelan".

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