jueves, 12 de abril de 2012

¿QUIÉN RECUERDA ESE CASO?


EL NACIONAL, Caracas, 7 de Agosto de 1998 / OPINION
Las 10 mil máquinas de votar
Jesús Sanoja Hernández

Con ese título, cuyo complemento en materia de corrupción era "y el escándalo de las comisiones", publicó la editorial Centauro, en el no tan cercano año de 1973, un libro donde se recogían el debate parlamentario sobre el sonadísimo affaire de la automatización del proceso electoral, la opinión de la Contraloría General de la República, el punto de vista de la Procuraduría y el dictamen de la Comisión de Juristas designada por el Consejo Supremo Electoral.

Un cuarto de siglo después todavía se habla de automatización, método fracasado pero mil veces anunciado en anteriores citas electorales, y todavía, tras innumerables discusiones en torno a la necesidad de eliminar la votación manual y muchísimas denuncias de fraudes imputables a mecanismos arcaicos y fácilmente manipulables, hay sospechas de negocios sucios en torno a "las máquinas de votar", o a la pureza del proceso, lo que dará material suficiente para un nuevo libro cuyo preámbulo conocemos y cuyo epílogo tal vez nunca lleguemos a conocer.

El 31 de julio de 1972 el CSE (hoy CNE, más de lo mismo, pese al cambio de nombre y de nombres) había celebrado contrato con la AVM (American Voting Machine) y todo parecía indicar que en Venezuela los comicios de 1973 serían un éxito y los primeros libres de la sospecha de fraude en las mesas de votación donde AD y Copei, los mellizos de la película, habían institucionalizado el reparto de tarjetas ajenas.

La ilusión murió al nacer y hasta los abstencionistas y protestatarios -como Domingo Alberto Rangel- vieron enterrada la esperanza de que aquellas máquinas de la AVM incluyeran una "tecla nula" que consignara su repudio a la por ellos calificada "farsa electoral". Todo se vino abajo cuando otra empresa, Election Systems Corporation, demandó a AVM Corporation y AVM Internacional INC, precisamente, por el pago indebido de cuantiosas sumas a "funcionarios públicos y partidos políticos venezolanos" para lograr la firma del contrato de las 10 mil máquinas de votación. El escándalo estalló cuando se dio a conocer una carta de H.J. Magin, vinculado a la AVM a través de sus empresas Galaxy y Marathon, en la cual le ofrecía a alguien identificado (o desidentificado) como "Señor Doctor" determinada suma de dinero.

Si por casualidad algunos de ustedes, lectores movidos por la curiosidad, encontraran por allí algún ejemplar del libro editado por Centauro, les recomiendo repasar cuidadosamente las intervenciones de los entonces diputados Piñerúa Ordaz (candidato presidencial un quinquenio más tarde), Douglas Dáger (copeyano con un futuro que se le fue de las manos), Radamés Larrazábal (comunista que había sobrevivido al asalto masista), Luis Vallenilla (cuyo paraíso aún no estaba situado en el reino de Fundapatria), Segnini La Cruz (el último mohicano del FND uslarista), Angel Zambrano (del extinguido FDP y antiperecista declarado) y, entre otros más, ya muertos biológica e ideológicamente, un copeyano honesto e inteligente, Rodríguez Iturbe, atributos que lo califican como un "animal político" en vías de extinción.

Pero si acaso no encontraran el libro, les bastará con las abreviadas citas por mí seleccionadas. Aquí va la primera: "Lo que propone el diputado Segnini La Cruz (que se rescinda el contrato con la AVM) equivaldría sencillamente a que si llegamos a la conclusión de que para, por ejemplo, la construcción de las torres norte y sur del Centro Simón Bolívar en la época de Pérez Jiménez, se pagaron jugosas comisiones, la solución sería dinamitar esas torres" (Piñerúa).

Aquí la segunda: "¿Por qué después de año y medio de negociaciones se quitan a dos compañías y a dos representantes que tienen nada menos que asegurada una comisión de 125 dólares por máquinas, uno, y de 180 dólares por máquina el otro?" (Segnini). Aquí la tercera: "Lo que se oye de boca en boca de la gente es que este es un nuevo y turbio negocio de los políticos, y en ese bolsón, en ese `saco de gatos' se nos intenta meter a todos" (Dáger).

Aquí la cuarta: "Nos encontramos ante las acusaciones hechas por el Presidente y propietario principal de la AVN, señor Dixon, contra funcionarios y organizaciones que son pilares fundamentales para el sistema institucional y democrático del país" (Vallenilla). Aquí la quinta: "En este país la comisión, la `mordida', la especie de alcabala que hay que pagar es ya una institución que si no se registra en la ley es porque hay una gran hipocresía" (Larrazábal).

Y aquí la sexta y última: "No venimos sin más a absolver... Pero tampoco podemos venir a gozarnos como un escarabajo llevando sobre la pequeña dimensión de su entidad zoológica la inmensa cantidad de detritus con la cual se arropa" (Rodríguez Iturbe).

El contrato se rescindió. Las máquinas de votación no fueron utilizadas entonces, ni en 1978, ni en 1983, ni en 1988, ni en 1993, como tampoco lo fueron en las elecciones regionales de 1989, 1992 y 1995. Posiblemente la automatización funcione en los dos procesos de este año, utilizando a PCU, italiana, en Nueva Esparta, e Indra, española, en el resto del país, no sin que en el camino haya reventado el tumor de preámbulo, que investiga un Congreso sordomudo, ciego y manco en el caso de corrupción (o de irregularidades administrativas) de su directiva saliente.

Fotografía: Sede de la Contraloría General de la Nación, avenida Urdaneta. Elite, Caracas, nr. 1832 del 05/11/60.

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