miércoles, 18 de abril de 2012

OTRO 19-A


Emparan Habla
Francisco Gámez Arcaya
Martes, 17 de Abril de 2012 00:59

En vista del fugaz papel que me concederá la historia, como le ocurre a los perdedores, hoy, 23 de abril de 1810, he decido contar mi versión de los hechos, mientras viajo solo y desterrado en un barco que me lleva a Filadelfia.

El 19 de abril, el día amaneció caluroso en Caracas. A pesar del clima, seguí vistiendo a diario mi uniforme de mariscal de campo, por razones de autoridad. Eso lo aprendí en Cumaná. Fueron doce largos años de gobierno tranquilo en esas tierras. Ya en Caracas tenía casi un año de haber llegado. La Junta Suprema que defendía los intereses de mi soberano, S.M. Fernando VII, me nombró Capitán General de la Provincia de Caracas en mayo de 1809.

En febrero de este año me había llegado una alarmante noticia de la Península. La Junta Suprema se había disuelto y en su lugar se constituyó el Consejo de Regencia, mientras el Rey retomaba el mando. Bonaparte avanzaba. Recuerdo que al leer la carta un frío angustioso me corrió por la espalda. Estoy a la deriva en estas lejanas tierras, pensé. Desde ese entonces no tuve más noticias y el silencio peninsular no me dejaba dormir.

Los falsos y arrogantes mantuanos de Caracas estaban inquietos por la incertidumbre del reino. Había notado extrañas actitudes en mi amigo Fernando del Toro. Confieso que no les di importancia. Me preocupaba más mi propio destino.

Esa mañana del 19, el Cabildo me informó que deseaba mi presencia. Hablaban abiertamente de sus intenciones de constituir una junta local que velara por los intereses del Rey y que asumiera el mando transitoriamente, desconociendo mi autoridad y la del Consejo. Una insolencia inaceptable contra mi, el líder máximo de esta tierra. ¡Caraqueños traidores y apátridas!

Estando en el Cabildo, repleto de malditos burgueses llenos de odio, me percaté que habían hecho una fría planificación de sus desobedientes pasos. En vano traté de aparentar el control de la situación. Subí el tono de voz. Mentí con respecto a inexistentes noticias que llegaban de España. Con la excusa de la misa de Jueves Santo, salí a la Catedral para despejar la mente y ganar tiempo. En la plaza, algunos irreverentes me impidieron el paso y me conminaron a volver al Cabildo. Querían manipular al pueblo. Llamé a mis colaboradores pero nadie acudió. Aquel frío en la espalda había vuelto.

A mi regreso de la plaza, el cura José Cortés de Madariaga, que estaba en el Cabildo por una ampliación ilegal de sus miembros, tuvo la osadía de solicitarme la renuncia. Nunca le tuve confianza al tal Madariaga, sabía que ocultaba sus oscuros intereses políticos bajo la sotana. Envalentonados por Juan Germán Roscio, quien actuaba como supuesto representante del pueblo, Madariaga y los mantuanos me obligaron a subir al piso superior y a salir al balcón. Subiendo las escaleras sentí que todo estaba perdido. Traté de aparentar aplomo. El bullicio de la plaza era evidentemente hostil. En un último esfuerzo salí al balcón y le pregunté a mi pueblo, a ese pueblo que le he dado todo, si me quería como su Capitán General. No sé por qué se me ocurrió hacer semejante consulta. Caí en la trampa de mis enemigos. De inmediato la respuesta fue negativa. Madariaga sonrió al verme voltear. Cabizbajo y sin fuerzas bajé las escaleras para firmar mi renuncia, que ya Roscio tenía redactada.

Este es el relato de los hechos sucedidos. Los golpistas han manipulado y engañado al pueblo. Se dicen fieles al Rey pero lucen como lacayos del imperio napoleónico. El 19 de abril no pude mantener el poder en Caracas. Me han derrotado, por ahora.

Fuente: http://www.opinionynoticias.com/opinionpolitica/11520-emparan-habla

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