martes, 17 de abril de 2012

AS(C)ECHO ANTILAVANDERO


EL NACIONAL - Lunes 16 de Abril de 2012 Escenas/2
La casa de los ruidos
PALABRAS SOBRE PALABRAS
LETRAS
FRANCISCO JAVIER PÉREZ

Revisten un interés muy especial las ocupaciones temáticas de los escritores, cuando éstas descienden a evaluar asuntos de cotidianidad o de subsistencia. Evidencias, en cada caso, sobre la densidad de la materia mundana y la interferencia que ella genera en la creación estética. Los episodios permiten, superada la anécdota y la situación irónica en que muchas veces se ve manifestada, documentar la precariedad de la vida y la constancia sobre el fenómeno social que depone toda evasión artística o toda concentración universalista en favor de la denuncia directa e inmediata. Pesan tanto esos desajustes, que la escritura comprometida parece ser el único refugio para salvar al escritor y para fecundar su pensamiento (los desastres de la guerra, el lobo humano, la miseria espiritual y la decadencia mental fueron en su momento descensos a los que se enfrentó la literatura habituada a olímpicas materias).

Julio Calcaño repudia la ordinariez lingüística por parte de lavanderas y cocineras en la Caracas de 1897.

En la correspondencia entre Picón-Salas y Briceño Iragorry queda reflejada la discontinuidad en el suministro de agua y la pobreza del servicio durante la cuarta o quinta décadas del siglo XX. El escritor denunciador parece ser ya una necesidad para una metrópoli que crece sin control y que agrede impunemente a sus habitadores. El crimen asecha y la escritura no hace sino delatarlo. Los días de Salvador Garmendia y de Adriano González León deliberan en torno a la narración de la ruda vida capitalina. Ajeno y solitario, Meneses prefiere el ideal salvador de la visión lírica y su auspicio es por una Caracas como el mejor lugar de la Tierra. Enrique Bernardo Núñez escribe para El Heraldo su columna "Relieves" y ella no es otra cosa que un espacio de lacerada denuncia sobre el deterioro de la vida ciudadana: la sanidad agredida, el cambio aniquilador del paisaje urbano, el precario servicio de agua y el arribo de una lengua destartalada como voz de alarma ante el mal social que se desarrolla irrefrenable. La hermosa Caracas vieja emprende el camino sin regreso de la nostalgia.

En diciembre de 1936, Núñez publica allí su "Casa de los ruidos" y el artículo deviene en cruento y mordaz documento para repudiar la verdad del tópico cultural: "El venezolano es enemigo del silencio".

El dolor de sus palabras no puede disimularlo ni el medido encanto de su poderoso decir; sólo en apariencia evaluativo y riguroso: "El venezolano no se halla bien sino donde hay mucho ruido.

Cuando se ve solo él mismo hace ruido para darse ánimo. Grita. Habla en voz alta.

Por eso los automovilistas hacen aullar sus bocinas con la mayor delectación, a fin de que ni por un momento cesen las estridencias y la ciudad pueda ostentar sin reserva uno de sus mejores títulos, el ser la ciudad más estrepitosa del mundo".

Agrio, sugiere reproducir una ruidosa calle nuestra en las exposiciones universales como curiosidad y rareza.

Paródico, el ciudadano que declare su gusto por el silencio será un enemigo público y se le abatirá como bestia feroz. El silencio para pensar, una excentricidad. Sueña que un demonio lo castiga con chillidos de monos selváticos. Casa del ruido, antesala del infierno. El país alegre como su peor imagen.

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