miércoles, 21 de marzo de 2012

UN CLÁSICO


EL NACIONAL - Lunes 19 de Marzo de 2012 Escenas/2
La naturaleza parlera
PALABRAS SOBRE PALABRAS
LETRAS
FRANCISCO JAVIER PÉREZ

Botánico, escritor, hijo de militar, padre de poeta (el celebrado Elías Calixto), promotor del primer Ateneo de Caracas y autor multieditado, Gerónimo Pompa vuelve a nuestras librerías con su obra maestra, esos Medicamentos indígenas (Fundación Editorial El Perro y la Rana, 2007) que en todas las casas del siglo XIX ocupó lugar de honor en las bibliotecas familiares, en las despensas de primeros auxilios y en los gabinetes de todas las cocinas como el mejor vademécum criollo para aliviar, mejorar y curar las afecciones de variado origen y los males más extendidos en la geografía patológica del país.

Sería el año 1868 cuando vea la luz la colección de medicamentos extraídos de todos los reinos naturales y las distintas aplicaciones que a partir de ellos podrían alcanzarse. Concebido como un diccionario (género tan caro al autor, quien compondrá un diccionario sobre el lenguaje de las flores para su libro Las flores parleras), promediará la elocuente cifra de 456 artículos de medicamentos y sus propiedades y señalamientos curativos.

Sin atarse a un modelo descriptivo inquebrantable, va definiendo los efectos benéficos de plantas, animales y minerales cuando se entrelazan con otras sustancias en la meta de obtener la pócima capaz de sanar mágicamente o como si con esas artes se produjera la curación.

Sabio modesto y noble, conquistador de afectos que superaron su tiempo, hará declaración más que clara sobre los resultados de su obra: "No he hecho otra cosa que traer al libro un resumen de todo cuanto he podido recoger de los labios del labrador inocente, del indígena curandero, del anciano experimentado, sin considerarme autorizado para omitir lo que pareciera increíble ni lo que yo graduara por una mera ficción".

La obra, junto con el Manual de urbanidad de su contemporáneo Manuel Antonio Carreño, será uno de los libros más reeditados dentro y fuera del país. Resultará bisagra entre la anónima Farmacopea militar y los Principios para la mate- ria médica del país, de J.M.

Benítez, mientras alborea el siglo XIX, y los estudios de Lisandro Alvarado y Henri Pittier, cuando despunta el XX.

Además de su uso técnico, hoy puede leerse para fijar el estado de la ciencia de su tiempo y la fe desplegada en torno al saber nativo de la medicina popular, marcada aquí como indígena.

Sirve también para asentar la creencia en la medicina que hoy llamarían "alternativa" y, singularmente, para recuperar amplios conjuntos del léxico etnomédico de impronta criolla. Ejemplos al azar que fijan el tono del acercamiento pudieran ser los artículos conejo que señala: "embebida una tela en la sangre de este animal y puesta a secar, se aplica en las erisipelas, sin atarla en la parte que padece, y sanará"; huele-huele: "es una planta que nace a las orillas del mar y cuya raíz es un excelente tónico, aplicable a todos los males del vientre e intestinos, tomado en forma de té"; lechuza: "los huevos, bien batidos en el licor que acostumbre el que se embriaga y dado a beber en ayunas, le hará aborrecer la bebida".

Fundamental, hay que tenerlo y consultarlo como testimonio y guía de cuánto apreciamos el lenguaje de la naturaleza y de lo mucho que confiamos en el valor curativo de sus especies.

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