miércoles, 21 de marzo de 2012

MONOLITISMO EXTERIOR


Del fraccionalismo oficialista
Luis Barragán


Acontecimiento natural, la aparición, desaparición y reaparición de las tendencias en el seno de los partidos no puede generar mayor preocupación que la de su propio tratamiento. Por muy monolítica que se pretenda la unidad, ésta se ofrece contundente, eficaz y convincente en la medida que exprese los inevitables matices de una dirigencia responsable.

Entre otras, la inmediata maldición de las corrientes revela un subyacente desprecio por la pluralidad que suele sustentar toda iniciativa humana. Imposible acumular por demasiado tiempo una granítica experiencia social (¿la política no lo es?), aunque la censura y la represión demoren el estallido.

El PSUV es una entidad hecha por, desde y en el gobierno. Tamaña circunstancia asegura sendos niveles de conflictividad que acentúan los distintos intereses inherentes al ejercicio del poder, haciendo más obscuros y complejos los cálculos que la rivalidad impone cuando no hay evidencia alguna de una competencia básicamente reglada y transparente.

Quedan atrás las evidencias de un MRV en el que zanjaban sus diferencias los sectores civiles y militares, forzados a coincidir ante los partidos aliados. Estos, resignados – aunque disminuidos - en el otro ensayo del Polo Patriótico, esperan por la crisis del principal partido de gobierno que los haga, aún fugazmente, indispensables.

Fusionado prácticamente con el Estado, la diatriba interna del oficialismo no tiene por domicilio el partido, entendido – por lo menos – como la instancia conformada por una gruesa militancia. Responde a la más alta burocracia que ha asumido equivalentes roles partidistas, aceptado el reagrupamiento de supervivencia de quienes apuestan por una alianza de Cabello y Jaua, todavía desentendidos, con la venia del general Rangel Silva, en desmedro de Maduro-Flores e Istúriz, excepto que otro sea el código a interpretar de acuerdo a Chávez Frías, administrador de los otros posibles y seguros escenarios.

Precisamente, aumenta el riesgo de una administración que se desea irrefutable así sepa de la variedad de opiniones y malestares. Ni siquiera el PSUV es una fiel caja de resonancia, por lo que no hay preaviso que valga en el delicado escenario de la confrontación de baja intensidad que, por ahora, aqueja al Estado.

Asistimos a un fraccionalismo del poder que no, un limpio juego de tendencias en el PSUV. La literatura clásica apunta a una pugna de la jefatura, que es – hoy - la del gobierno y del Estado como derecho adquirido, independientemente de la responsabilidad partidista complementariamente aceptada.

El juego de las personalidades sobresalientes, dispensadas del esfuerzo, consentimiento y atención hacia una estructura partidista propia, depende los recursos materiales y simbólicos del Estado. Unificado el PSUV de acuerdo a las expectativas generadas por el presupuesto público, consumado como un inédito mastodonte clientelar, el bisturí sociológico debe penetrar en las instancias ministeriales y parlamentarias, pasar por la probable distribución de candidaturas a las gobernaciones y alcaldías, sumados la Fuerza Armada y PDVSA, para ofrecer el soporte de una definitiva sucesión presidencial, a corto o mediano plazo.

Valga la doble paradoja, la ultrapartidización del poder acabó con el partido y también con aquellos que, detestándolos, tienen – ahora – por única alternativa la de recuperar o crear organizaciones de genuina vocación democrática, reconociendo una mejor vivencia interna tiempos atrás. Ya no se trata del fraccionalismo partidista, sino de la nefasta obra de unas camarillas en un Estado que tardará en reivindicarse legítimamente como tal.

Fuente:
http://www.opinionynoticias.com/opinionpolitica/11256-del-fraccionalismo-oficialista

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