viernes, 23 de marzo de 2012

DISPARO Y ORGULLO


EL NACIONAL, Caracas, 18 de Octubre de 1998 / PAPEL LITERARIO
El Silencio y la Ciudad Universitaria
JESUS SANOJA HERNANDEZ

Para el caraqueño de los años 40 El Silencio era timbre de orgullo, tanto como lo sería para el de los años 50 la Ciudad Universitaria. Entre las obras de Villanueva bastaban esas dos para exaltarlo como innovador en materia de urbanismo y arquitectura. Por lo mismo, para mí fue disparo mortal al centro del orgullo cuando oí decir a un poeta armenio, de paso por Caracas, que la Ciudad Universitaria no le gustaba, y cuando años más tarde leí en el libro de Yallop sobre el terrorismo, y a propósito del liceo en que estudió Ilich Ramírez, que muy cerca del Fermín Toro quedaban "el desangelado barrio de El Silencio".

La historia de esos dos grandes proyectos de Villanueva se enlaza de alguna manera con mi pequeña historia. Llegué a Caracas el 26 de enero de 1944 y me alojé en casa de unos tíos, situada en el 49-2 de Pineda a Toro, y mi primer domingo (y muchísimos de los que después vinieron) fue de visita matutina al área de El Silencio donde el movimiento de tierra era incesante, para luego subir, escalinatas arriba, hacia tierra de árboles y animales: ¡al paseo El Calvario! Al fin vi concluida la "reurbanización" que se convirtió en ágora política, con mítines donde hablaban los revolucionarios octubristas e incluso aquel conductor de masas llamado Jorge Eliécer Gaitán. En los apartamentos de los bloques 1 y 3 se reunían células comunistas y desde uno de ellos vi, en cita convocada para estudiar qué hacer ante el anunciado golpe, cómo los tanques se situaban aquel 24 de noviembre en los puntos clave de la Plaza O'Leary. El Silencio era, además, el sitio de las tertulias bohemias y de los encuentros literarios de tipo grupal, debido a la cercanía del Fermín Toro, la Universidad de San Francisco, El Nacional, los teatros Municipal y Nacional, la Biblioteca y hasta la odiada policía de Las Monjas.

Cuando recuerdo esos tiempos y releo en los cronistas qué había sido antes El Silencio: un enclave prostibulario en pleno corazón de la ciudad, la expresión de Mr. Yallop me enardece.

También viví de cerca -y viví cerca- el área excavada por bulldozers en la antigua hacienda Ibarra. La avenida Olimpo, en su parte norte, expropiada para la zona rental que nunca hemos disfrutado, lindaba con los terrenos de la futura Ciudad Universitaria. Estudié economía en la casa de la famosa hacienda y luego me tocó ver surgir los edificios del conjunto de Medicina, bastante antes de que estuvieran listos los siete inaugurados por Pérez Jiménez el 2 de diciembre de 1953. Cuando regresé al país, en 1956, la Ciudad Universitaria estaba prácticamente lista, si bien después, bajo la democracia representativa, le han hecho innumerables modificaciones y ampliaciones. Lo que no he logrado contemplar es el edificio de 58 pisos anunciado para ser rematado en 1959, con tiempo récord de dos años de construcción. Me parece haber leído, meses atrás, un diálogo o controversia entre Hannia Gómez y Juan Pedro Posani, experto en Villanueva y en el complejo mundo de la arquitectura y la urbe, que tocaba, si no me equivoco, este punto.

Como sea, la Ciudad Universitaria es una prodigiosa obra, no sólo de arquitectura sino de "integración de las artes" y está tan metida en lo hondo de mi alma que, después de haber oído lo que dijo el poeta armenio, lo supuse tan ignorante en artes plásticas como Yallop en la visión de ciudades que no sean Londres o París y hasta las del Medio Oriente terrorista.

Entre finales de los años 30 y finales de los 60, Villanueva fue protagonista de los grandes cambios en la ciudad. Los que saben de la materia discuten cuánto se acercó y cuánto se alejó del Plan Rotival originario al diseñar El Silencio como "angelado barrio" para las clases medias o de bajos recursos. Silvia Hernández de Lasala, en su trabajo sobre el Plan Monumental de 1939 y sus violaciones sucesivas, apunta: "La Plaza Mayor, originalmente planteada, estaba conformada por edificios públicos tales como el Capitolio, el Ayuntamiento, los Ministerios" y, desde luego, no fue eso lo que Villanueva (y sus razones tendría) hizo, sino los bloques de El Silencio con la Plaza Urdaneta (O'Leary), en el centro.

El Silencio sobrevive. Actualmente Ledezma lo está rescatando, tal como habitualmente se dice cada vez que acometen un rejuvenecimiento la Gobernación o la Alcaldía. Laureano Vallenilla propuso derribarlo en 1954 para construir enormes edificios. Bajo Leoni se pensó venderlo. Nada de eso ha prosperado.


Fotografía: http://mariafsigillo.blogspot.com

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