martes, 28 de febrero de 2012

4-F

EL NACIONAL - Martes 28 de Febrero de 2012 Opinión/7
Golpistas del 4-F
EDGARDO MONDOLFI GUDAT

En realidad fue poco lo que se comentó en los círculos oposicionistas, o incluso entre quienes cuestionan al Gobierno Nacional sin identificarse plenamente con la MUD, acerca de la redimensión que pretendió dársele al 4-F en el marco de su conmemoración veinteañera. En el ámbito de las representaciones simbólicas o de las manipulaciones de conveniencia, habría sido oportuno hacerlo. Hubo, sin embargo, algunos que transitaron el camino de la excepción, y entre tales contados casos figura el historiador Miguel Felipe Dorta, quien, a través de una entrega electrónica en Código Venezuela, pretendió explorar el caso del 4-F en el contexto más amplio del tratamiento de las realidades históricas promovido en tiempos recientes, y desde las más altas instancias de poder, en América Latina.

Su ensayo se titula "La impunidad de la memoria", y allí, situándose al pie de algunos ejemplos reveladores, pasa revista a cómo, en Argentina, se ha pretendido impulsar la creación de un instituto dirigido específicamente a construir una historiografía oficial justicialista-kirchnerista, o cómo en Chile el gobierno de Sebastián Piñera anunció cambiar el orden semántico de "dictadura militar" a "gobierno militar" para redefinir, en el pensum escolar, al gobierno de Augusto Pinochet. Son apenas dos ejemplos, según Dorta, que muestran a nuestros actuales gobernantes haciendo cada vez más una lectura impune del pasado. Entre esos falsos históricos y, concretamente, al referirse al 4-F, Dorta fija su mirada en la agónica operación de maquillaje que ha significado, para el Gobierno bolivariano, conferirle el carácter de rebelión "cívico-militar" a lo que, visto desde la pupila de un historiador profesional, no pasó de ser el clásico intento de que los militares volvieran a acariciar el poder animados por el mismo sentido redentor y providencialista que los caracterizara en épocas pasadas.

Otra entrega reciente, pero ya en forma de libro, ha venido a aguar la fiesta de la conmemoración veinteañera y a poner en duda, a través del empeño por hurgar en testimonios orales y en la prensa periódica de aquellos años, la entonación del 4-F en clave de epopeya. Me refirió a Golpistas sin gloria, de Manuel Malaver, publicado por Los Libros de El Nacional. Con la desconfianza instintiva del buen periodista, Malaver condena con firmeza el mito de que no hubo un intento serio de poner orden en casa durante la gestión de CAP II, o de que los venezolanos no comenzaran a sentirse más dueños de su destino al iniciarse el proceso de reformas que condujo a lo poco, pero preciado, que pudo alcanzarse en materia de descentralización política y administrativa.

Son muchos los aspectos desconocidos para el común de los venezolanos en torno al 4-F y el 27N a los cuales Malaver hinca el diente, empezando por la trayectoria, de dudosa catadura democrática, de muchos de quienes, en medio de la confusión, se prestaron a servir de mentores a los militares insurgentes. Pero donde Malaver y Dorta coinciden en redondo es con respecto a la actitud que guardó la sociedad venezolana ante los hechos de armas. Según Malaver, no se vio a ningún civil echándose delante de un tanque gubernamental a la espera de ser arrollado antes que deponer su actitud rebelde; más bien, según el autor, el hecho de que el mundo civil no saliera en masa a la calle a defender a los golpistas debió tomarse como la respuesta de una sociedad democráticamente consolidada que esperaba que fuesen las instituciones las que se hicieran cargo de sancionar los delitos del Gobierno, de un lado, o contra el sistema, del otro. A la luz de ambos textos, el mito de la rebelión cívico-militar nace torcido.

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