lunes, 16 de enero de 2012

QUEDARSE


San Juan, 1: 33-42:


En su homilía del domingo 15 de los corrientes, el Padre Roberto Martialay (SJ) se refirió a la necesidad del recuento personal, de la patria, del mundo. Volver a la historia. El Antiguo Testamento se propone contar los orígenes del mundo fundado en el conocimiento rudimentario de entonces, enfatizando su origen divino: siete días, según los judíos. En su Evangelio, Juan se esmeró en hacer la historia de la Iglesia: en principio fue el Verbo (corrigiendo aquello del cielo y la tierra como principio); al segundo día, bautismo de Jesús que equivale al Génesis y la separación de las aguas; al tercero, encontramos a Jesús en su vida adulta, se encuentra con el Bautista dando por hecho el bautismo. Primer título: Cordero de Dios.

Yendo al fondo de nuestro ser, siempre dice Jesús: ¿Qué buscan de mí? Hay motivos fundamentales: buscar empleo, hacer familia, quizá algo de dinero, etc., pero la pregunta va al fondo de nuestro ser.

¿Dónde vives?, le preguntan a Jesús. No hay detalles de lo que sería una arqueología devota: no explicó Juan si vivía en una tienda de campaña, en una cueva, u otro lugar. Lo que importa es que se quedaron con Él: sentido del compromiso cristiano. Cronológicamente, Andrés evangelizó a Pedro, la roca (comienzo del pontificado). Siempre hay un intermediario.

Nivel personal del comienzo de la fe. Indispensable el encuentro personal con Jesús. El Padre Martialay hizo alusión a sus comienzos, aún antes de entrar a la Orden. Tercer día de la creación: los árboles se multiplican, según las semillas. Los discípulos y seguidores. Todos somos mensajeros de la fe.


NOTA LB:

Importa hacer el seguimiento de las lecturas en lo posible. Siempre hay aspectos que nos tocan en lo personal, e - incluso - interesantes asomos teológicos. Desafortundamente, resulta escaso el tiempo para internarse en una discusión siempre necesaria, aunque interesa - por lo menos - ventilar un mensaje proveniente del Evangelio, aún sin ser creyentes o practicantes regulares. Por lo general, hay una confrontación con la cultura hoy dominante: por ejemplo, San Pablo (1Co, 6:13-15, 17-20), afirma que el cuerpo no es para fornicar. Algo que choca contra una conquista de la modernidad, como es el placer sexual. Entonces, ¿cómo asumirlo?, ¿una conqista válida?, ¿necesitamos de una reinterpretación creadora? Todavía suscitando la reflexión, puede quizá no haberla con otras aseveraciones como la predicada por un sacerdote sobre la virginidad (EWTN), el domingo 15. Entre otras cosas, argumentaba que el hombre la quiere para el "estreno" y, de no ser así, quedaría con la sospecha de la infidelidad y el posterior adulterio. Nos parece una exageración, pero también podemos referirnos hipotéticamente a criterios que son anacrónicos. En todo caso, entre ocupaciones y ocupaciones, tratamos de temas que pueden asumirse en la comunidad eclesiástica con libertad, algo que no suele ocurrir, camino a la perfección de una cristiandad que - posiblemente - tiene ante sí el signo de los tiempos, de este tiempo (o, inadvertidamente, el ritornello de viejos casos). Puede concluirse, que la asunción del compromiso cristiano es algo demasiado serio en comparación con aquellos que van a Misa e, incluso, no van por comodidad y hasta miedo. Sobran las interpelaciones.

Ilustración: Pieza de Ferreiro Badía

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