lunes, 12 de diciembre de 2011

SOLICITUD DE RADICACIÓN


Un hombre, un dilema, un magnicidio
Luis Barragán


Interpretamos la más reciente publicación de Ocarina Castillo D’Imperio, originalmente una tesis doctoral previa a la biografía publicada por Los Libros de El Nacional (2006), como una solicitud de radicación de las inquietudes que aún suscita el protagonista. “Un hombre, un dilema, un magnicidio: Carlos Delgado Chalbaud” (Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico – UCV, Caracas, 2011), manifiesta un consistente esfuerzo académico que, al coincidir con otro de carácter literario, como la consabida obra de Federico Vegas, objeto de nuestra anterior atención, obliga a un ejercicio de la casación lectora.

Actor inesperado en nuestro historial republicano, accedió a la jefatura del Estado en una etapa tal de confusión institucional que no autorizó el suficiente conocimiento de una personalidad y trayectoria que todavía genera el interés de los venezolanos. La autora recurrente, fundada en las fuentes existentes, con la sobriedad, coherencia y hondura que muy bien avaló el correspondiente y exigente jurado universitario, nos alerta también frente a las ligerezas que la materia suscita.

En efecto, colegimos, una materia tan sustantiva no se entiende sin la otra, adjetiva o procesal que permita una aproximación ordenada, objetiva y creadora a los hechos históricos. Y es que, ante un grave delito como el de magnicidio, sujeto a no pocas especulaciones, con relativa periodicidad se evidencia una cierta consternación, alarma o escándalo, dependiente quizá de los intereses políticos actuales, facilitada por la omisión, desconocimiento, excusa, acusación o recusación de aquellos investigadores que pueden zanjar una mejor y acreditada opinión.

Sólo aparentemente, el sensacionalismo (político y tardío) es la única opción para aprehender un fenómeno que es de estricto carácter histórico. Probable, siendo el único magnicidio que registramos, habida cuenta del régimen de facto que lo contextualizó, la escasez de una documentación específica y veraz, legitima alguna especulación que pretenda – solapada o abiertamente – interpretar el presente, distinta a la prestancia y profundidad que pueda conceder la ficción literaria.

Puede aseverarse que Carlos Delgado-Chalbaud Gómez, por los incidentes involuntarios que marcaron su vida, al igual que una modalidad de ascenso al poder que no permitió el seguimiento pacífico y la progresiva calificación de sus actuaciones públicas, abonó más a la confusión que a la certeza de un determinado período histórico. Por ello, procurando radicar el juicio en un ámbito u otro de los ya enunciados, acogiéndonos a lo alegado por la fiscal Castillo D’Imperio, atendemos brevemente los aspectos personales, la vocación militar y el quehacer político, a los que añadimos la inevitable caracterización de la sociedad que le sirvió de escenario de fondo.

INCIDENCIAS PERSONALES

La fundamental reside en la muy conocida circunstancia vivida por su padre, Román Delgado Chalbaud, partidario y luego opositor a la dictadura de Juan Vicente Gómez. Exitoso capitán de empresas, al igual que defensor en el campo militar de los regímenes de Cipriano Castro y Gómez, supo de la cárcel, tortura e incomunicación al conspirarlos; y, posteriormente, recobrada la libertad, perdió la vida en un intento de invasión por el oriente del país.

Intento en el que lo acompañó su joven hijo, debiendo huir inmediatamente junto a los otros promotores que alcanzaron la embarcación, tal como distintos autores nos lo han entregado, destacando - por ejemplo - “Falke” de Federico Vegas, testimonios suficientemente evacuados como los de José Rafael Pocaterra y su “Memorias de un venezolano de la decadencia”, o Vicente Ibarra y su “De la Rotunda a la Calle Larga”. Obviamente, un evento de tal magnitud selló el periplo existencial de Carlos Delgado-Chalbaud, quien después estuvo por muchos años fuera de Venezuela, completando su educación en Francia y Estados Unidos, de vez en cuando tentado por una nueva invasión alentada por los seguidores de su padre, sumándole una prematura y aún más traumática responsabilidad política al heredero.

Además, la autora de marras llama la atención – signándolas ideológicamente - sobre la vinculación sentimental que tuvo – primero - con Juliette Jomeau, activista de La Sorbona asociada a la derecha francesa, y – posterior – con Ludbon Berliaud, simpatizante de izquierda de la misma universidad, aunque no consta en autos la razón y el trámite de un cambio de nombre (Lucía Lavine), aunque fue de origen más rumano que ruso como se creyó. Ya con hijos, se impuso el sentido práctico al arribar a España para buscar un empleo, o volver a Venezuela: contactado el ministro de Guerra y Marina de López Contreras, el capitán asimilado Delgado-Chalbaud tuvo la suerte de una beca para cursar ingeniería militar en un centro de formación para suboficiales, egresados de los politécnicos y tenientes, en Versailles (99, 141 ss.).

Exitosamente culminados los estudios, como tuvo a bien comprobarlo la fiscal en la propia institución militar francesa, regresó al país en el que, más tarde, “no logró superar su condición de ‘extranjero’” (304). Expone también un exquisito estilo de vida, al considerarlo un sibarita (236), e, incluso, hospitalizado por una fractura de cadera, gracias a un accidente de equitación, estuvo “acompañado de sus dos perros” durante dos meses (192), siendo un “lector incansable” (176). Al respecto, tuvimos ocasión de ver un reportaje de la prensa caraqueña de esos días de 1945, interesado por un libro reciente sobre la ya concluida guerra mundial, en otro idioma, proyectando la imagen de un joven intelectual y estadista que no le pierde la pista a la novísima bibliografía especializada.

Una investigadora tan seria como Castillo D’Imperio, se atiene a las evidencias que rielan en autos, privilegiada significativamente la atención y constatación del récord académico. Y, entendemos como una tarea pendiente, la compleja verificación del patrimonio económico de la familia, pues, por una parte, confiada en el testimonio escrito de Laureano Vallenilla-Lanz Planchart, señala la inicial discrepancia comercial del ostentoso Román Delgado con Gómez, más que política; la ulterior penuria, endeudamiento y ruina de la casa; más dos casas en la rue Babylone de París (43 s., 54, 69, 95). Y, por otra, para otra futura radicación de las averiguaciones, ofrece suficientes indicios de una situación financiera – al menos - contrastante, ya que Carlos Delgado realiza estudios en prestigiosas escuelas privadas de París y la Universidad de Columbia, dedicado a tiempo completo al ramo de la ingeniería en la Francia sumergida en una grave crisis económica, completado el ciclo entre Versailles y Maryland.

LAS VOCACIONES MILITAR Y POLÍTICA

Señalada con anterioridad, la constatación del récord académico permite a la fiscalía resaltar sus condiciones atléticas, añadido el campeonato de esgrima (60 ss., 157). Tratamos de un temprano entrenamiento y una destreza tan inherentes a las habilidades del soldado de entonces, descartando la quizá predominante imagen de crónica debilidad física y completo desapego a las artes marciales que el tiempo ha legado.

Convertido en oficial activo, regresa definitivamente a Venezuela en 1941. Destaca como un cumplidor de las tareas militares asignadas y preocupado docente, afiliado a las corrientes modernizadoras de las Fuerzas Armadas que, por cierto, le permitieron recuperar su propia y completa identidad (146, 227): apenas enunciadas, vive las crisis del retiro masivo de oficiales hacia 1945, sin la garantía de una seguridad social conquistada con el retiro postoctubrista (134, 181).

Ya nunca conoceremos cuán lejos pudo llegar la vocación militar, por obra de una ¿inesperada? irrupción: la política, la que se hizo una fatalidad. Castillo D’Imperio advierte “sus dotes de político” o “fibra de hombre político a pesar de la juventud”, con una vocación forzada por la incursión en el Falke (23, 80, 178, 197). Valga agregar, reconocido 1928 como una “nueva forma de hacer política en Venezuela”, la fiscalía asegura que Carlos Delgado-Chalbaud Gómez se acerca a los postulados contemporáneos, apuntalados en el citado año, que no entendió Román Delgado Chalbaud (65, 102, 330).

Atisbada otra específica radicación jurisdiccional, la fiscalía realiza una estupenda sistematización de las ideas esgrimidas por quien le tocó ejercer la presidencia de la Junta Militar (241-248). “La gestión presidida por Carlos Delgado a lo largo de estos 24 meses, intentó orientarse por los principios a los que aludía en sus mensajes: reconciliación social y política, redención de los males anteriores y creación de condiciones para una próxima salida democrática, además de forjar una nueva imagen de los militares en el pueblo basada en su origen popular y en la capacidad para administrar y dirigir los destinos de una nación, justificando así su intervención ante el ‘fracaso’ de los civiles” (252), sintetiza la fiscalía.

Corresponde a la circunscripción histórica o a la jurisdicción especial de las ciencias políticas, propiamente, afrontar una peculiar concepción y práctica de la política que versiona el nuevo militarismo de los cuarenta. Empero, no extrañan la intriga y el oportunismo, pues, de un lado, comentaba el embajador francés que Delgado-Chalbaud “sorprendió a sus más cercanos por su sentido de la intriga” (266); y, por el otro, incorporado a última hora y creyendo derrotado el golpe de Octubre de 1945, ya tramitaba una personal y ventajosa rendición, diligenciado después un repentino y habilidoso ingreso a la Junta Revolucionaria de Gobierno ante Leonardo Ruíz Pineda (161, 163, 168).

RADICACIÓN


El lectorado para decidir observa:

Además de tales, igualmente importa el tratamiento o procesamiento mismo de los acontecimientos o eventos que adquieren una incontestable trascendencia histórica. De profundas y duraderas consecuencias, las condiciones y orígenes, con los impactos consiguientes, sufren no sólo las distorsiones naturales del tiempo social, sino que definitivamente se pierden por las improvisadas atenciones e interesadas intenciones que desembocan en una versión utilitaria para intentar responder al presente que le es – completa o relativamente – ajeno.

De modo que los problemas de eminente naturaleza histórica, pueden trastocarse en un anacronismo de pretendida actualización política, impidiendo – además – el exigente desarrollo de otras interpretaciones, como la antropológica, sociológica, politológica o la cabalmente periodística. La especulación o el sensacionalismo, circunscripción a la que se abandonó el caso de Carlos Delgado-Chalbaud Gómez, siendo tan escasas las fuentes veraces y convincentes, obligan – precisamente – a ordenarlas, tratarlas o procesarlas de acuerdo a una aproximación rigurosamente histórica, incluidas la concepción y herramientas epistemológicas y metodológicas del caso, como es la petición, llamado o solicitud que se desprende de la obra de Ocarina Castillo D’Imperio, a quien por una simple humorada la requerimos electrónicamente para saber quién lo mató y, luego, algo más difícil, dónde podíamos adquirir el ejemplar.

La peticionaria deja abierta la puerta a futuras indagaciones o radicaciones, pues, extendiéndose innecesariamente sobre la llamada Gran Depresión, las crisis de Francia y España, como las Fuerzas Armadas de Venezuela, señala un debate político e ideológico, “en particular entre los jóvenes”, que observa, presencia y percibe Carlos Delgado-Chalbaud, vacilante para defender la causa republicana (98 ss., 101, 137). Por supuesto, surge una legítima inquietud respecto a la condición social del extranjero en la crítica realidad europea, la inmunidad ideológica y política frente a las corrientes más novedosas y combativas de entreguerras, las transformaciones económicas y demográficas de la Venezuela que anunciaba una distinta correlación social al amparo del petróleo, la accidentada profesionalización de la entidad castrense y su (im) permeabilidad ante el cambio social, la muy temprana interlocución con destacados actores políticos después forzosamente jubilados, el debate político de sus coetáneos que le fue extraño tanto como las vicisitudes de la universidad venezolana, entre otras.

Valga acotar un acertado tratamiento de las fuentes, incluyendo las entrevistas realizadas con criterio académico a los familiares o herederos de la víctima, como la rigurosa selección y valoración de los aportes de la prensa: por ejemplo, al recoger el testimonio de José Izquierdo, Eligio Anzola, Augusto Mijares, Esteban Reyes y la propia Lucía de Delgado. En tal sentido, en los medios periodísticos ha prosperado también la ligereza sobre el caso, aunque no impide un futuro ensayo sobre el tratamiento del caso de interés para los comunicólogos o politógos sobre una recepción afín a las políticas editoriales en curso: acaso, para despejar versiones como la de Benito Rodríguez, quien aseguró que “yo era uno de los que ibán a matar a Delgado Chalbaud” (Momento, Caracas, nr. 574 del 20/08/63); el “cangrejo de muchas patas” de Angel Velarde (Ultimas Noticias, Caracas, 19/06/00); o esa curiosidad tan monumental como Domingo Urbina, guerrillero y delator, cuyo matrimonio conuna joven de quince años de edad despertó por entonces mucho interés (Momento, nr. 343 del 10/02/63).

La fiscal Castilo D’Imperio tiene sobrada razón en la supervivencia de una interrogante sobre el destino de Delgado-Chalbaud Gómez, que “ni los avatares de estos últimos años de ‘revolución bonita’” logran silenciar. Una circunstancia azarosa que genera dudas razonables (290, 292 ss.), seguirá vigente, aunque – puede aseverarse – gracias a un orden sociocultural signado por la improvisación, la iniquidad, el desprecio por la memoria, la fascinación por lo moderno, el rápido ascenso, la viveza, el arribismo y el oportunismo, “rasgos de nuestra personalidad colectiva” (29, 80) que – sostenemos – no alcanzó a conocer o calibrar la víctima.

En tal sentido, los lectores están convencidos que el fin de la radicación estriba en proteger determinados casos frente a la ligereza, improvisación, sensacionalismo o especulación, harto diferente a la genuina ficción literaria impresa o televisiva. Es decir, significa conceder y reconocer la relevancia procesal misma de las investigaciones de convincente carácter histórico, pues, el correctivo de la radicación – en última instancia – es lo que permite recomendar la obra de Ocarina Castillo D’Imperio, con las observaciones ya consignadas.

Así se decide.

DECISIÓN

Por las razones expuestas, el Lectorado en Sala de Casación, declara procedente la radicación que solicita la fiscal Ocarina Castillo D’Imperio sobre el caso de Carlos Delgado-Chalbaud Gómez.

Se ordena radicar el presente juicio histórico y, eventualmente, antropológico, sociológico, politógico y periodistico, en la circunscripción correspondiente, recomendando a los lectores desechar toda versión ligera, sensacionalista o meramente especulativa infundada, o – acaece - fundada en fuentes ya reiteradas o distorsionadas.

Fuente:
http://www.analitica.com/va/sociedad/articulos/3867751.asp
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http://www.analitica.com/va/arte/oya/3734405.asp
http://www.analitica.com/va/arte/oya/3152953.asp

3 comentarios:

  1. ¡Saludos, señor. Barragán!
    Es muy grato leer las entradas de su blog sobre Carlos Delgado Chalbaud.
    Me preguntaba si Ud. cuenta con fotografías de Carlos Delgado?
    Apreciaría su respuesta por medio de un comentario.
    Muchas gracias.

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  2. Propias e inéditas, ninguna. Las que están en circulación, sobre todo en los grupos retrospectivos de Facebook. Un cordial saludo, LB.

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