viernes, 2 de diciembre de 2011

DOS MENOS OTRO, UNO


EL NACIONAL - Viernes 02 de Diciembre de 2011 Opinión/9
Dos venezolanos
EDUARDO MAYOBRE

En estos días, en los cuales ha vuelto a ser noticia Carlos, Ilich Ramírez, he recordado algunos episodios que lo hicieron famoso.

En particular el secuestro de los ministros de OPEP, en el cual dos venezolanos fueron protagonistas. Por una parte, el propio Carlos, luego denominado el Chacal, jefe del comando de secuestradores, y, por la otra, el ministro de Energía y Minas de Venezuela de ese entonces, Valentín Hernández Acosta. Resulta que, como eran compatriotas, les tocó negociar el destino que esperaba a los ministros petroleros.

Hacía poco Valentín Hernández había negociado la nacionalización de la industria petrolera. De manera que ante el jefe del comando tenía la autoridad moral que le confería haber realizado el mayor acto nacionalista que ha tenido lugar en nuestra historia.

Como, además, hablaban el mismo idioma, los otros ministros de la OPEP le encargaron al venezolano que los representara. Cuando estuvieron frente a frente, Hernández le preguntó al Chacal: ¿Le vas a hacer esto al ministro de la nacionalización petrolera? Fue una primera aproximación para hacer el encuentro menos tenso.

Cuando varios años después Valentín me contó el episodio, yo largué una carcajada. Él se extrañó. Le expliqué que me reía porque era la primera vez que lo oía referirse a sí mismo como el ministro de la nacionalización. Y le comenté que imaginaba que había cometido ese sacrilegio porque así estaría de asustado.

El cuento anterior requiere explicar que cuando Carlos Andrés Pérez ganó las elecciones en diciembre de 1973, en los altos círculos políticos de AD ya se sabía que en ese período presidencial se nacionalizaría la industria de los hidrocarburos, viejo sueño del partido y de sus fundadores desde que se asomaron a la vida política. Por eso cuando se iba a seleccionar al ministro de minas e hidrocarburos se temía que si se elegía a alguien con aspiraciones políticas la gloria que alcanzaría la utilizaría para hacerse un héroe nacional. De hecho, toda Venezuela apoyaba la medida, de manera que la Ley de Nacionalización se aprobó por unanimidad en un Congreso que abarcaba desde los comunistas hasta los personajes más conservadores.

En vista de lo anterior, los máximos líderes del partido concluyeron que el ministro del ramo debía ser un técnico independiente, buen negociador y capaz de mantener un bajo perfil público. Rómulo Betancourt propuso, me consta, a Valentín Hernández. Era un ingeniero petrolero que había tenido éxito empresarial y luego se había incorporado a la diplomacia, y había llegado a ser embajador en Libia, Rumania y Austria. Los dos primeros, países petroleros; y el tercero, sede de la OPEP. En Europa conoció a Betancourt y trató con él durante la estadía de éste en Ginebra. A Betancourt le impresionó la inteligencia y sensatez del embajador petrolero.

Valentín, que era un hombre sagaz, comprendía perfectamente las circunstancias de su nombramiento. Y sabía que no debía quitarle protagonismo al Presidente en este hecho fundamental de la historia de Venezuela y de reafirmación de la voluntad popular y del nacionalismo de su partido.

De manera que evitó meticulosamente referirse a sí mismo como el ministro de la nacionalización petrolera, y jamás dijo en público que había sido su artífice. Hasta que en una situación en la que estaba en juego su vida, y quizás la paz mundial, no tuvo más remedio que invocarlo en una negociación secreta. Tal discreción ha hecho que su papel decisivo haya sido olvidado injustamente.

Una anécdota secundaria de la negociación que salvó la vida de los ministros de la OPEP es que, una vez concluida, Carlos le mostró una bala de su ametralladora a Valentín Hernández, se la regaló y le dijo: Esta era la bala con la cual lo iba a matar. Usted iba a ser la primera víctima si decidíamos matar a los ministros. Valentín la conservó como amuleto y la montó en un llavero que llevaba consigo.

La moraleja del encuentro de estos dos venezolanos en una situación de significación mundial (cuyo tercer protagonista era el recientemente fallecido coronel Gadafi) es el contraste entre dos maneras de ver el mundo y de concebir cómo ayudar a los pueblos. Mientras Valentín Hernández había logrado concretar la recuperación de las riquezas naturales de Venezuela para beneficio de su pueblo, Ilich Ramírez había elegido el camino del terrorismo y, según confesó recientemente, había matado entre 1.500 y 2.000 personas, para terminar cumpliendo una pena de cadena perpetua en París. Ambos tenían un origen común, hijos de burgueses de provincia. Pero eligieron caminos diferentes en su forma de actuar. Uno, la paz y la negociación; el otro, la violencia.

Ilustración: https://plus.google.com/100101622011309995339/posts

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