lunes, 12 de diciembre de 2011

ASURADOS


EL NACIONAL - Lunes 12 de Diciembre de 2011 Opinión/7
Libros: Dieter Richter
NELSON RIVERA

Seiscientos años antes de Cristo ya anidaba en Egipto la inquietud por el Sur. Los datos aportados por Herodoto podrían ser concluyentes: navegantes fenicios contratados por Necao II, tras un viaje de tres años, dieron la vuelta al continente africano y regresaron por el estrecho de Gibraltar. En la Antigüedad los poderosos organizaban expediciones al Sur para confirmar los imaginarios que pululaban. Hasta la Edad Media se aceptaba que la Tierra estaba compuesta por tres masas continentales: una de ellas era el Sur, entonces acotado al África.

Seres lúbricos, activos con sus pares y con otras especies. Hombres del tamaño de un puño (de allí deriva la palabra pigmaioi).

Gentes que hablaban y no pensaban. Un continente asociado a un color, el negro, que simbolizaba el color del mal (el alma del pecador es negra). La imaginación se estremecía: más allá de la Momería (la tierra de los moros), estaban los confines de la Tierra, habitadas por seres deformes, especies contrahechas, descendientes de Noé y sus hijos.

En la Edad Media los peregrinos van al Sur: Jerusalén, Roma y Santiago de Compostela son las rutas que magnetizan el heroísmo de los hombres de las naciones del Norte. Sólo los más valientes se atrevían a llegar hasta el Monte Sinaí. Avanzaban, pero hasta un punto: retrocedían sin constatar la existencia del Finisterrae. Las expediciones ordenadas por Enrique el Navegante (1394-1460) marcan un punto de inflexión de lo moderno. A los marinos portugueses debe Europa su paulatino conocimiento del Sur y del mundo, la curiositas que sugería una vastedad por descubrir.

Pero la imaginación no retrocede con facilidad: mares de aguas viscosas, que eran llamados "mar de hígado"; fórmulas que advertían que quien pasara el Cabo di Nao (el Cabo de No), no volvería; monstruos, como el que habría encontrado Vasco de Gama, según el relato de Luis de Camoens; personas que viven como bestias; bestias en las que no es posible diferenciar lo humano de lo animal; todas son figuraciones de una región, el Sur, a la que se anhelaba y se temía a un mismo tiempo.

El Sur como tierra de exotismos.

Región de islas paradisíacas que debían ser reveladas, donde vivían hombres y mujeres en armonía con los elementos. Lugar que escondía los grandes tesoros que ningún estimado podía siquiera soñar. Comunidades enteras entregadas a una suerte de lascivia natural. La atribución de un clima (el clima del Sur) capaz de modelar gente bella y de buen carácter (no olvidemos a Montesquieu y su teoría de los climas).

El Sur como un espacio donde el hombre puede reconciliarse con el paisaje. Libro delicia: El Sur. Historia de un punto cardinal. Un recorrido cultural a través del arte, la literatura y la religión (Ediciones Siruela, España, 2011).

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