miércoles, 9 de noviembre de 2011

DEL AMPLIO QUIRÓFANO


EL NACIONAL - LUNES 07 DE NOVIEMBRE DE 2011 CULTURA/4
El foro del lunes
ALBERTO BARRERA TYSZKA La más reciente novela del autor no es sobre un reality sino una metáfora del poder
«Las versiones melodramáticas de la vida son cruciales en nuestra identidad»
Para el escritor, ahora que el presidente Hugo Chávez está enfermo, el poder se ha vuelto una voz en off que ordena desde la televisión y puede aparecer en cualquier momento, desde Cuba, Miraflores o el quirófano
MICHELLE ROCHE RODRÍGUEZ

En la página casi en blanco, debajo del título de su novela, Alberto Barrera Tyszka anota: "Te dedico esta historia del espectáculo que a veces se parece a este país". Estas palabras resumen el valor de Rating, la obra más reciente del autor consagrado desde que en 2006 recibió el Premio Anagrama por La enfermedad.

En este proyecto de ficción que tardó casi una década en concluir, el libretista Manuel Izquierdo y Pablo Manzanares, un estudiante de Letras, tratan de encajar las reglas de las telenovelas en un reality show que reúne a siete damnificados (uno de ellos una actriz) en una casa con la promesa de que alguno se volverá rico de la noche a la mañana.

"Quería trabajar sobre dos arquetipos: un hombre cínico y descreído frente a un joven ingenuo y cándido; narrar cómo el primero se vuelve sentimental y el segundo pierde la inocencia", señala el autor. Otro personaje es Rafael Quevedo, el vicepresidente de proyectos especiales, el arquetipo común de un hombre que ha perdido el poder y quiere recuperarlo.

Realidad catódica. En la novela que desnuda el mundo de la televisión, en el que el autor ha trabajado por 25 años, la dictadura de las mediciones de audiencia es el gran tema: "El rating es un dios perverso e implacable.

No conoce la piedad. Si te bendice, entrarás al paraíso.

Si te castiga, prepárate. Serás nadie".

Como en el cuento de Jorge Luis Borges, en el que unos cartógrafos realizan un mapa que se mimetiza con la misma realidad que representa, las leyes ­marcadas por los designios del rating­ sobre lo que ocurre en la televisión de un país que aunque es Venezuela no lo es, porque alude a un deslave que ocurre en Vargas y tiene un presidente que no aparece en televisión, el mundo ficticio que describe es un esperpento de los vericuetos del poder en un país enfermo de populismo.

--¿Cómo ha determinado la obsesión por el rating su carrera de escritor? --Estoy sometido a eso en la industria de la televisión, porque en la literatura puedo permitirme todo. El rating marca la ansiedad televisiva de todos, pues en esa industria la autoría es coral. El rating tiene la misma dinámica del poder. En Leviatán, el libro en el que Thomas Hobbes analiza las dinámicas del poder en las sociedades humanas, se dice que el ansia de poder sólo se sacia con más poder. Así es el metabolismo del rating: sólo se sacia con más rating.

--La publicación de Rating, que habla en términos críticos del medio, se realiza en un momento en que tiene al aire una telenovela en Venevisión. ¿No teme la lectura que pueda darle el público a la novela? --Cuando trabajo en literatura escribo lo que quiero. Es una coincidencia que ahora tenga mi telenovela al aire.

Eso pasa porque trabajo para la televisión. Y estoy agradecido al medio. Siempre quise vivir de la escritura y la televisión me lo permite.

Lo que me interesa en la literatura es el terreno de la fragilidad humana, del sufrimiento, de las imperfecciones: estoy retratando un mundo con el que vivo y en el que veo unas cosas que me disgustan y otras que me gustan. Mi relación con la literatura no tiene nada que ver con la televisión. Rating no es una historia en rigor autobiográfica, hay elementos que he oído, pero también muchos son inventados. No puede leerse desde personajes reales porque hay un trabajo creativo que tiene más que ver con la ficción literaria.

Venezuela teledirigida. En la columna de opinión que publica los domingos en El Nacional, Barrera Tyszka analiza la situación política del país desde la preocupación por una sociedad marcada, ya no sólo por su aberrante necesidad de un Mesías en Miraflores, sino por el fortalecimiento de un superhéroe mediático. Un Robin Hood televisado que promete casas y apela a la sensibilidad (¿o será a la cursilería?) de sus compatriotas. Rating está enmarcada en esa angustia.

Allí, Gerardo Lima, un libretista que sirvió de mentor a Izquierdo, expone un particular tratado de antropología cultural. Se trata de la Teoría de los Tres, que describe a la audiencia como "una mujer que sólo estudió hasta tercer grado de primaria; (...) vive en el tercer terraplén de un barrio popular; (...) tiene tres hijos y tres dientes". Es difícil no pensar en esa hipótesis también como una presunción del populismo, "una metáfora del país y un valor estadístico (...) una mujer pobre que estaba allá afuera, jadeando, esperando que le tiráramos un sueño", escribe en la obra que bautizó la semana pasada en Caracas y que presentará en México a finales de mes, durante la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.

--¿La sensiblería necesaria para obtener rating (en las telenovelas, los reality y hasta en el programa dominical del Presidente ­en el que ahora el gran tema es su enfermedad­, no evidencia que la teleculebra marca todos los aspectos de la sociedad venezolana, incluso los más graves? --En la política nacional podemos leer varias cosas como una videocracia. Ahora que el Presidente está enfermo, el poder se ha vuelto una voz en off que puede aparecer en cualquier momento, en cualquier programa y hablarnos, desde Cuba o desde un quirófano, para decirnos adónde ir. Esto da la impresión de que Venezuela es una sociedad mediática. Me interesa la sentimentalidad latinoamericana. Las versiones melodramáticas de la vida son cruciales en nuestra identidad. Esto puede verse también en la política. Parece que el Presidente se formó en la radionovela. Tiene talento a la hora de apelar a los sentimientos y de hablar por horas sin perder la atención del auditorio, con discursos en los que incluye el humor, las lágrimas y hasta las canciones. Nuestra política es un espectáculo y esto tiene que ver con nuestra visión melodramática de la vida.

--¿Esto quiere decir que la venezolana es una sociedad superficial? --No somos una sociedad frívola, debemos entendernos en el contexto en el que vivimos: somos comunidades desiguales y pobres. La polarización, por ejemplo, es parte de nuestra mediocridad. La desigualdad, que es la tragedia que define a Venezuela y a América Latina, nos hace vulnerables a este tipo de discursos. Somos frágiles frente a la ilusión y a la esperanza, porque queremos salir de esta tragedia que es la desigualdad en la región. Chávez es un gran administrador de esa esperanza.

--¿Al escribir Rating, qué descubrió de la sentimentalidad del venezolano? --Leyendo mis libros he descubierto que me interesa la sentimentalidad. Que mi conexión con el lector es a través de la fragilidad y del dolor.

Lo que me interesa es el sufrimiento, esas son las historias alrededor de las cuales se organiza mi curiosidad. Eso es lo que le propongo al lector. En este caso, la televisión como ambiente me permite una cosa importante: que el material de la telenovela sea el exceso sentimental. Que estos personajes trabajen en un canal me permite ahondar en ese punto.

Fotografía: Alexandra Blanco

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