lunes, 31 de octubre de 2011

LA VÍA RESURRECCIONAL DEL PODER


Breve ejercicio de escatología
Luis Barragán


Parece fácil imaginar la dramática situación de los pueblos que deben soportar resignadamente las versiones ofrecidas por las dictaduras que padecen, como en el caso cubano. Cualquier vicisitud tiene una justificación interesada, al no poder ocultarlas, tratándose aún de la grave enfermedad de los mandatarios que dicen inspirar y hasta explicar la existencia misma de todos y cada uno de sus mandados.

Mayor dificultad encuentra el asunto en Venezuela, debido a la resistencia crítica de una oposición que, a pesar de los naturales problemas que confronta, se mantiene corajudamente en pie. No reconocer esta circunstancia, como fervientemente lo desea el gobierno, significaría no sólo darle una visa definitiva para aplastarnos, siquitrillados moralmente, sino expedirle el grato pasaporte al oportunismo acobardado que, en lugar de clamar contra el poder, opta por la segura y – a veces – confortable denuncia de la oposición con la que dice simpatizar.

La consabida enfermedad presidencial, anunciada con tardanza, abrió el lógico debate de un país alfilerado por la conveniente incertidumbre que, valga la paradoja, garantiza la estabilidad del (des) orden establecido. Muchas y contradictorias voces, a falta del diagnóstico definitivo que autoriza toda especulación, apostaron – incluso – por un desenlace operístico, aunque no fuese muy lírica la invocación de las armas que hiciera Adán Chávez, por cierto.

De nuevo, comprobamos la persistencia de un metarrelato épico, capaz de legitimar el déficit de viviendas, el enredijo fiscal, la inseguridad personal, la espiral inflacionaria, la magnífica corrupción administrativa y hasta el no menos presidencial dolor de muelas. Y, recogiendo algunas impresiones académicas, modestamente, Clemente Bolívar y el suscrito, meses atrás manifestamos en el seno de la dirección partidista a la que pertenecemos, que – entero o medianamente cierto el anuncio de Chávez Frías – la estrategia discursiva estaba orientada hacia la resurrección.

Y no otro es el acto que ahora protagoniza el jefe de Estado, pues ha regresado de la muerte, favorecido por ese enorme depósito de creencias religiosas y también supersticiosas, con el que contamos. La apuesta por el inconsciente colectivo, las grandes inversiones nunca reveladas en los estudios de opinión, confiriéndole a la democracia de sondeos una majestad nunca sospechada, como Lenin no podía adivinar tampoco la creación de la OPEP, ha de marcar la pauta. Sin embargo, tratamos de una resurrección como la de Lázaro, limitada y terrenal.

Terrenal es el inmediato autorreconocimiento como Comandante en Jefe de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, a través de un acto absolutamente predecible y, agregaríamos, preventivo. Alrededor de tres mil protestas sociales en lo que va de año, originadas también en la propia administración pública, angustia a quien no las desea conectadas, vinculadas o enlazadas sistémicamente con los comicios presidenciales, convertidas en una inmensa e irresistible demanda política que, hasta ahora, enfría, detiene o neutraliza la pólvora asimétrica y dineraria.

Todo el oropel del Estado, catetizados los problemas que lo desbordan, está orientado a la celebración de una resurrección que, tomando un distinto camino al de Emaús, advierte que el resto de los precandidatos presidenciales., obviamente los de oposición, están – desde ya – inhabilitados. Por lo menos, se dirá, Leopoldo López ya cruzó las puertas de la CIDH, y los amagos de enjuiciamiento de Enrique Capriles, Pablo Pérez o Antonio Ledesma, pueden indicar una pretensión inaudita: el problema persiste, pues – lo saben – todo radica en la unidad democrática de la oposición y la decisión de derrotarlos a través del voto, movilizándose para defenderlo, y no en los nombres que las circunstancias, y sólo las circunstancias, acuñen.

Un tal Navarrete apareció en el panorama, desmentido y descalificado por una junta médica que, siendo el tema esencial, tampoco exhibió un diagnóstico definitivo de la enfermedad presidencial. Aquél anda por la vida aparentemente tranquilo, a pesar de la grave denuncia, e – hipótesis nada descabellada – pactada con antelación, poniendo de relieve la defensa del triunvirato médico, aunque los venezolanos no tengamos oportunidad alguna de poner el dedo en las llagas del resurrecto.


Fuente:
http://www.noticierodigital.com/2011/10/breve-ejercicio-de-escatologia/
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=813864

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