viernes, 30 de septiembre de 2011

PARÁBOLA (2)


NOTITARDE, Valencia, 25 de Septiembre de 2011
Parábola de los dos hijos (Mt. 21, 28-32)
Pbro. Lic. Joel de Jesús Núñez Flautes

El evangelio de este domingo nos presenta una nueva parábola llamada de los dos hijos; uno que dice al padre que si va a trabajar en la Viña y al final no va y el otro que le había dicho al papá que no iba y al final si va. Aquí, por supuesto, Jesús se está refiriendo a los fariseos y saduceos, que siendo lo más religiosos, los que han visto los signos de Juan Bautista y del mismo Jesús, sin embargo, no creyeron ni hicieron caso de aquello que contemplaron sus ojos. En cambio, los que en la sociedad judía se tenían por marginales, como pecadores públicos, no solo por su conducta inmoral, sino por el hecho también de que algunos de ellos eran páganos; es decir, no pertenecientes al Pueblo de Israel, al Pueblo de la Alianza, sí creyeron y dieron crédito a las palabras, conducta y milagro de Juan El Bautista, el precursor del Señor y al mismo Jesús que reconocieron como Dios y Salvador de la humanidad. El Padre de la Parábola, representa, por tanto, a Dios Padre que envía profetas a lo largo de la historia y al final envía a su propio Hijo y al cual no le creyeron los jefes religiosos, mientras que la gente sencilla, los que buscan a Dios con sinceridad, más allá de conceptos o rituales vacíos, sino con fe creyeron en la Buena Noticia del Evangelio, se convirtieron, cambiaron de vida, dejaron atrás su vida de pecado y se hicieron discípulos de Cristo.
En este domingo, Dios nos invita a ser cristianos auténticos, de aquellos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen, la hacen vida. De los que viven con coherencia, de los que saben ser fieles a los mandatos de Dios y se deciden a transitar el camino de la santidad, de los que saben seguir a Jesús con radicalidad, con fe, esperanza y amor en el corazón, de los que no viven una religión de apariencias, ni puro intelectualismo de la fe, que no se traduce en obras, en manera auténtica de vivir, que no empuja al testimonio, de aquellos que no se quedan en el ritual que tranquiliza la conciencia, sino que una vez que salen de la misa, de la oración o de la lectura orante de la Palabra, saben que tienen que aportar algo nuevo al mundo, a los hermanos; especialmente a los más pobres. Aquellos que dicen sí y van a trabajar por el Reino de Dios día a día, que saben de la humildad, de la sencillez, de la paciencia; que comprenden que el Reino de Dios se hace día a día, poco a poco, pero que tienen la certeza que al final Dios triunfa con su gracia y su poder.
Necesitamos, hoy más que nunca, ser cristianos católicos auténticos, no de apariencias, no de aquellos que se ponen una camisa de fe los domingos y en la semana la cuelgan en casa hasta la próxima semana; aquellos que le hacen promesas a Dios que no cumplen o los que creen que por sus solas fuerzas o capacidades se logran las cosas; sino de aquellos que creen en Dios, que le creen a Dios, trabajan por su causa y saben esperar en Él, que son sinceros consigo mismos y con los demás y sobre todo viven amando, sabiendo que al final todo pasa, menos el amor, porque el amor es el signo auténtico del cristiano y de aquel que ha conocido a Dios y obedece a Dios.
Pidamos a Dios, en este domingo, que nos libre de la tentación del fariseísmo, de vivir de apariencias religiosas que no comprometen nuestra existencia, que no afecta nuestra manera de pensar, sentir y actuar. Que nos de la gracia que su Palabra nos mueva y nos cambie desde adentro, que nos interpele y cada día nos motive a ser mejores, más buenos, más santos, cristianos auténticos que siguen con alegría, a pesar de las adversidades, las huellas del único Dios y Señor: Jesucristo.
A Dios no se le atrapa en el ritual, no se le conquista con apariencias o siendo "hijos buenos" que al final no viven como Él nos pide, sino que se llega a Él con un corazón contrito, con deseos de cambios y renovación en nuestra vida, siendo promotores del amor y la unidad. Dios nos llama, por tanto en este domingo, a ser coherentes y nos llama a seguirle de manera personal y comunitaria; nos llama en y desde la Iglesia para formar fraternidad, para construir su Reino, para formar parte de su Viña, para hacer que el mundo crea y se renueve. Pidamos, pues, a Dios que nuestra Iglesia, siendo fiel a Cristo, a su Palabra, se renueve cada día y crezca en santidad.
IDA Y RETORNO: El día de ayer hemos iniciado el nuevo año académico 2011-2012 de nuestro Seminario, el cual inauguraremos de manera formal el próximo tres de octubre. Este año tenemos una comunidad de 122 seminaristas (capacidad máxima de nuestra Casa), 43 de nuestra Arquidiócesis y el resto de 16 diócesis del país. En esta semana los seminaristas estarán de retiro para entrar con nuevas fuerzas espirituales en este año y para seguir discerniendo su vocación sacerdotal. Pidamos al Señor que siga bendiciendo a nuestro Seminario de Valencia, a los formadores, a los profesores, seminaristas y todos aquellos que de una u otra forma contribuyen a la formación de los futuros sacerdotes del país. Señor, danos sacerdotes santos. Amén.

Ilustración: Elsa Gramcko (1960), Galería de Arte Nacional, Caracas (26/08/11)

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