viernes, 9 de septiembre de 2011

DE AQUELLAS CALLES


EL NACIONAL - LUNES 05 DE SEPTIEMBRE DE 2011 CULTURA/3
El foro del lunes
IBSEN MARTÍNEZ El autor considera que las telenovelas no tumban gobiernos
«Carlos Andrés Pérez no fue una mezcla de Lincoln con Gandhi»
El escritor cree que la crisis política ha dado pie para exculpar los errores del ex presidente. Asegura que Petroleros suicidas no es una obra concebida para desprestigiar a la antigua Pdvsa
CARMEN V. MÉNDEZ

Cuando en México se desató la crisis del PRI, una televisora contactó a Ibsen Martínez, pues en ese país había llegado el momento de poner al aire la receta infalible que el autor de Por estas calles tenía para influir en política. Otro tanto sucedió en 2001, en Argentina, a raíz de la salida de Fernando de La Rúa de la Presidencia. El dramaturgo y articulista aún se pregunta cómo un producto cultural que considera vacuo puede suscitar tales expectativas en quienes aspiran a lograr un cambio político. Sin embargo, su sello sigue siendo el mismo: bien sea en la televisión, la prensa o el teatro, su tema más consistente es el retrato que hace de una sociedad a la que parecieran perseguirla los malos gobiernos. Las piezas Como vaya viniendo y Petroleros suicidas dan fe de ello.

Como vaya viniendo ha agotado las funciones, y el libro La rebelión de los náufragos de Mirtha Rivero va por la quinta edición. ¿Revisionismo o pura nostalgia? ­Empecemos con el libro de Mirtha Rivero. A mí, en lo particular, me irritó mucho el epígrafe que dice: ¿de qué se quejan? También me llama la atención el tono exculpador que tiene con respecto a la figura de Carlos Andrés Pérez.

Los protagonistas de ese libro llegan al extremo de decir que Por estas calles formaba parte de una conspiración deliberada. En el texto hay una entrevista de la que no me retracto un ápice, pero cuando estaba escribiendo el espectáculo de Eudomar, que en principio iba a ser un monólogo, me sentí movido a responderle a la autora. Me parece muy característico del período que estamos viviendo el hecho de que un libro sea objeto de un comentario en el teatro.

Ahora, no podría asegurar que sea nostalgia por una época. Sí hay mucha gente que piensa que vivíamos mejor en los años noventa. Creo que hay una salvedad que hacer: el tema de las libertades públicas.

Hay que resaltar, por ejemplo, que con toda la irritación que produjo. Por estas calles en la clase política y en ciertos sectores del empresariado, a nadie se le ocurrió sacarla del aire y cerrar un canal. Es lo que puedo decir en abono del pasado.

¿La telenovela no tenía una intención política? ­Las telenovelas no tumban gobiernos. Afirmar lo contrario sería caer en las pendejadas marxistas que se repiten tanto ahora. Lo que pasa es que la rabia y el desconcierto que produce el actual estado de las cosas lleva a mucha gente a interpretar, con la frivolidad característica de los venezolanos, un programa de televisión. Mientras la oposición, la clase media venezolana, sea tan comemierda (te ruego que pongas "comemierda") seguirá habiendo sospechosos habituales como Ibsen Martínez, que acabó con esa mezcla de Abraham Lincoln con Gandhi que era Carlos Andrés Pérez, una víctima de los intolerantes venezolanos que no lo supimos comprender. ¡Cómo si no hubieran existido Cecilia Matos, Vinicio Carrera ni Blanca Ibáñez!

Pero ese mismo razonamiento debe rondar la cabeza de quienes han agotado las funciones de Como va- ya viniendo... Y usted no ha cambiado de tema.

Como vaya viniendo es, estrictamente hablando, una operación de empresariado teatral. Dos amigos que trabajaron juntos en una telenovela deciden hacer un espectáculo, entre otras cosas porque no hay un canal que pueda emitir de nuevo la telenovela y tienen cosas que decir.

¿Se despidió para siempre de la televisión? ­No tengo el menor interés en el medio, ni siquiera tengo televisor en mi casa, pero sé que actualmente hay al aire apenas dos producciones nacionales. En el caso de Venevisión (cualquiera que trabaje allí lo puede atestiguar, aunque seguramente bajo condición de anonimato), la telenovela no sólo se ve vulnerada por la reducción de la producción sino también por la autocensura. Se torpedean ideas muy creativas que podrían tener mucho futuro en un ambiente menos polarizado.

Esa es su fórmula. ­Eso fue más o menos lo que hicimos en Por estas calles. En una boda,un miembro de la Federación Médica me decía que al poner a un médico corrupto en la telenovela yo estaba desacreditando a todo el gremio.Eso suele ocurrir. Igual sucede ahora con Petroleros suicidas: la Gente del Petróleo cree que yo escribí una pieza para denigrar de un colectivo político. Todo lo contrario, si la vieran se darían cuenta de que no.

Hay dos tabúes en Petrole- ros suicidas: el primero es el petróleo, y el segundo es la idea de que el venezolano no se suicida. ­Hay varios planos para entender la pieza. Uno: el desconocimiento que el venezolano medio tiene de cómo funciona esa industria que le da de comer y suscita el clientelismo político. Dos: el venezolano se conforma con fórmulas vacuas. Ni siquiera la academia está atenta ni tiene claro qué significa el petroestado para Venezuela. Creo que el teatro no es el medio para discurrir sobre ello, pero lo que sí puede aportar, como lo ha hecho desde Shakespeare para acá, es preguntas. Y en eso, pues lo lamento, soy mejor dramaturgo que Horacio Medina y Juan Fernández. Con respecto al suicidio, siempre me ha llamado la atención que en el país las crisis bancarias terminan con un banquero fugado en Miami; es curioso que en el extranjero no es raro que el banquero expuesto a la deshonra pública se pegue un tiro, se tire de un puente... Eso no ocurre entre nosotros, y es algo que vinculo mucho con la ambigüedad moral del venezolano.

Eso también está presente en la figura del "radical libre", que ahora controla Pdvsa pero hace negocios con los que participaron en el paro. Volviendo al teatro, lo más importante para mí es el espaldarazo del público. Como decía Ibsen "el Bueno": si un autor teatral no está dispuesto a decir cosas impopulares no vale la pena.

Fotografía: Ibsen Martínez y Franklin Virgüez, tomada de la red.

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