domingo, 17 de julio de 2011

PLAZA FUERTE


De la reinauguración crónica de sí
Luis Barragán


Consabido, la celebración bicentenaria se redujo a la ciudad capital y, junto al tradicional desfile militar, aunque extraño, el concierto popular dirigido por el emblemático Gustavo Dudamel, la estelarizó en horas de la noche. Se hizo en la no menos emblemática Plaza “Diego Ibarra”, reinagurada para cumplir con el apresurado fin celebracional quizá resumido e intimidado por un réquiem de fondo.

Constatamos hemerográficamente, por una parte, que la aludida plaza fue objeto de una frecuente reconstrucción en el pasado, abierta a la natural polémica como la refleja, por ejemplo, la nota aparecida en la extinta revista Momento (Caracas, nr. 718 del 19/04/70), advirtiendo sobre las demoliciones y los demoledores de la ciudad. De modo que cultural, arquitectónica e históricamente, supo Caracas de una constante mudanza del sentido y de la identidad que, por cierto, culminó hacia mediados de los setenta con la sustitución de la significativa Plaza de la Concordia que, por los treinta, borró a La Rotunda, o de los ochenta con la aparición de la golpeada Plaza Caracas en el corazón del Centro Simón Bolívar.

Situación que el propio debate público - libre y abierto - tendía a subsanar, por otra parte, la presente década ilustra el destino de la “Diego Ibarra” atado la impunidad de los intereses sobrevenidos, porque la plaza fue abandonada y destruida literalmente por obra de la venta masiva e ilegal de videos, rebautizada significativamente como “Ciudad Saigón”. Siendo inevitable el cierre después de dos o cuatro insólitos años del gran negocio político y comercial, el calculado déficit de autoridad pública produjo un lamentable amasijo de escombros que duró un tiempo equivalente, convertido en otra oportunidad para la generosa reconstrucción que no fue tal, ya que – incompleta – sirvió de improvisado y también riesgoso escenario para el musical bicentenario.

Finalmente, la inauguración de obras incompletas ha sido una crónica dolencia del régimen que, en propiedad, intentando expandir la peste del olvido a lo Pilar Ternera, constituye un esfuerzo de reinauguración de sí mismo para la tentativa de aborto de la crisis política que lo aqueja. La remodelación, dejando atrás todo afán de restauración, seguramente dará oportunidad para otro bullicioso evento de la Caracas cada vez más desdibujada y desconocida, a merced de la incontrolada improvisación a la que obligan las desesperadas y jugosas contrataciones públicas.

Fotografía: Plaza Diego Ibarra, desde la sede administrativa de la Asamblea Nacional (Caracas, 11/07/11), Obsérvese la tarima inmensa aún dispuesta para la fecha, instalada a los fines del acto musical del día 5.

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