domingo, 10 de julio de 2011

PARÁBOLA


NOTITARDE, Valencia, 10 de Julio de 2011
La parábola del sembrador (Mt. 13,1-23)
Pbro. Lic. Joel de Jesús Núñez Flautes

El evangelio de este domingo nos invita a reflexionar sobre la eficacia de la Palabra de Dios en nuestras vidas y al mismo tiempo nos permite meditar sobre el estilo de predicación que tenía Jesús a través de las parábolas, que buscaba dejar una enseñanza en sus interlocutores.
El evangelio que hoy leemos y meditamos tiene tres partes: 1. La parábola del sembrador. 2. La razón de ser de las parábolas. 3. Explicación de la parábola del sembrador. En la primera parte Jesús valora positivamente la eficacia de la Palabra del Reino, que es la semilla que se siembra y va creciendo. El origen de la parábola viene a ser una respuesta de Cristo a quienes dudaban de los resultados sobre el anuncio del Reino, ante el rechazo y resistencia de las autoridades judías; reflexión que también hace la primera comunidad cristiana ante las dificultades que se encuentran en la proclamación de la Buena Nueva del evangelio. Aunque algunos pudieran asegurar el fracaso y las dificultades pudieran dejar la sensación de que el trabajo ha sido en vano, quien predica o evangeliza sabe que la eficacia de la Palabra de Dios está asegurada; porque en el caso de la parábola que nos ocupa, la tierra fértil, bien abonada, supera los otros tres tipos de tierras: la del camino, la que estaba llenas de piedras y la que tenía mucha mala hierba. El sembrador, que primeramente, es Dios Padre, luego Cristo, el enviado del Padre y después el apóstol, el enviado de Cristo, esparce generosamente la semilla confiando en el éxito final.
A pesar de las dificultades que la predicación de la Palabra de Dios se pueda encontrar por el camino, al final el triunfo está asegurado, porque su proceder no es humano, sino divino y porque por encima de las vicisitudes de la vida, al final triunfa Dios, su amor y su poder. Por eso, al apóstol, al discípulo misionero le toca predicar con valentía, con perseverancia y confianza la Palabra; no caer en desánimos cuando llegan las adversidades, sino tener la convicción de que el mensaje que lleva es sagrado, es de Dios y al final dará frutos. Por eso, el discípulo misionero no debe desaprovechar la oportunidad de sembrar, de esparcir la semilla, de anunciar la Palabra de Dios, no de forma fanática, sino que en cada circunstancia que lo vea propicio hablar a los demás de aquella experiencia que le ha hecho cambiar su vida, que le ha permitido encontrar paz, amor, fortaleza y la ayuda de ese Dios que no defrauda ni abandona a quien confía en Él.
Jesús predicaba en parábolas no para que la gente no entendiera, sino para captar más su atención, para hablar en un lenguaje distinto al que utilizaban los maestros judíos de su tiempo, para que con ejemplos sacados de la realidad poder dejar un mensaje claro que todos podían entender y asimilar y cada parábola pronunciada pedía al interlocutor algo en específico; en el caso que nos ocupa confiar en la eficacia y el Poder de la Palabra de Dios; confiar y creer en el crecimiento del Reino de Dios que va produciendo frutos, del ciento, del sesenta y del treinta por ciento.
Dios nos invita en este domingo a dos cosas fundamentales: La primera a reflexionar que clase de "terreno" es nuestra vida donde cae o se siembra la Palabra de Dios, seremos el terreno al borde del camino, o el terreno pedregoso, o el terreno lleno de espinos o seremos la tierra buena que permite que la semilla sembrada por Dios germine y de frutos abundantes para el crecimiento del Reino de Dios. Lo segundo que Dios quiere que meditemos hoy es si realmente estamos siendo sembradores de su Palabra por doquier, si estamos viviendo como discípulos misioneros; si vamos esparciendo la semilla del Reino en el corazón de nuestros semejantes. La misión del cristiano católico es sembrar, sembrar y no desabrochar ocasión para hacerlo, sembrar con la certeza de que Dios nos acompaña y nos envía, con la confianza de saber que su Espíritu Santo nos ilumina cuando nos disponemos a esparcir la semilla del evangelio.
Pidamos en este domingo al Señor que nos ayude a ser tierra buena para que su Palabra de frutos abundantes en nuestras vidas y que nos ayude a no desanimarnos cuando en el camino encontremos resistencias, rechazos o adversidades en la predicación. Que nos haga fuertes y perseverantes como Cristo hasta el final.
IDA Y RETORNO: Damos gracias a Dios por un año académico terminado con éxitos en nuestro Seminario. Ayer que salieron de vacaciones los seminaristas, le pedimos al Señor que los bendiga, acreciente su vocación y siga esparciendo la semilla de su llamado en el corazón de jóvenes valientes que le quieran seguir de forma radical en el camino de la vida sacerdotal y en la vida religiosa. Le pidamos también que nunca falten a su Iglesia los ministros, las almas consagradas y los laicos que puedan hacer posible la predicación de su mensaje de salvación a todos los hombres para que así venga su Reino de amor, de paz y justicia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario