lunes, 25 de julio de 2011

ENCUADERNACIÓN


EL NACIONAL - Lunes 25 de Julio de 2011 Escenas/2
Florecer en Quetzalan
PALABRAS SOBRE PALABRAS
LETRAS
FRANCISCO JAVIER PÉREZ

El título anuncia la entraña del largo apunte que es Quaderno de Quetzalan (Grupo TEI, 2011), de Horacio Biord Castillo. El verso título enuncia la materia de una poesía que es forma poderosa y verdad descubierta.

Flor y canto, como querían unos versos de antigüedad nahuatl y como quieren unos versos también de este antiguo cuaderno, encontrado en el centro de un corazón, escrito con "qúes" iniciales que riman como estrellas en sus recorridos constelados. Tiembla el poema cuando llega el momento de ser flor y canto: cree que entiende su palabra, escucha su idioma ignorado, abre el puño de su mano en una sonrisa y renace en el parpadeo de una vela.

Su autor, el reconocido etnohistoriador y literato, numerario de la Academia de la Lengua y su actual secretario, ofrece a la imprenta, tras largos años de silencio, en que publicara ese hermoso libro de poemarios Sueño que nunca llega (1994), éste ahora, segundo vástago lírico. Si aquel primero por tal era incipiente, este segundo ya anuncia madurez en los tratos con la palabra (esa gloriosa exhibición de sencillez) y la consecución de unos modos formales que le son propios y que le ofrecen personalidad. Sin deberle nada a ninguna manera poética previa, esta poesía alcanza un rostro que sólo habla de sí misma y que lo hace sin miramientos ni intereses. No quiere satisfacer a nadie sino a sí misma. No busca congraciarse con cenáculos de divos pasajeros.

Su única pretensión es la autenticidad de su palabra, cargada de afectos personales; hitos de una mitología que solamente atañe al autor en sus recorridos de arte, ciencia y vida. Aparecido este libro, su poesía no puede ser postergada por la lírica venezolana actual. Tiene en él y en ella, obra clave y lugar enclavado.

Dedicado a un pueblo mexicano del estado de Puebla, halla en él destino y hace destino con él: "Leyó en las manchas/ de su comal añoso/ el nombre de un país/ con tortillas y flores/ que se llenaba de nieblas para celebrar el agua// un país donde el sol/ vestía las noches de estrellas/ y la tarde prometía/ el son de la flauta// un país cuyo nombre se parece a ti,/ Cuetzalan".

Libro de nombres, las palabras serán su cometido abnegadamente trabajado.

Gesta, como si no lo quisiera, una filosofía del lenguaje poético. La hacen voces nuevas y viejas, idiomas arcanos y lenguas vivificadas, palabras y cosas (piedras y flores): "La palabra exacta/ ­quimera, utopía, sueño quizá con amanecer­/ allana el precipicio,/ alumbra el frío sótano,/ perfuma los valles".

Libro piramidal en tierra de pirámides, busca restaurar rostros de jaguares y de hormigas para encontrar las calzadas fúnebres que les dieron la eternidad: "Los animales de la selva/ vuelven a las pirámides// Sus rostros habían desaparecido/ cuando se agrietó el estuco//; "Su sonrisa es una cascada/ que baja de la pirámide/ y bendice el juego de pelota//.

Libro de formas, cuando puede las dibuja con el verso egipcio de Apollinaire (mientras espacia, mediando un silencio blanco, los dos hemistiquios de un verso perfecto: "por el naciente la luna" y "por el poniente el sol"). También, cuando puede, dibuja nubes con versos de Mallarmé a lo Tablada.

Libro de entregas, lo hará con su voz para que florez

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