miércoles, 22 de junio de 2011

DE LA PAPILA ESCATOLÓGICA


Sambrano Urdaneta y la procacidad parlamentaria
Luis Barragán


Debemos prender las alarmas en las sociedades que se muestran indiferentes ante la ausencia de sus intelectuales, por muerte natural o, peor, criminal indiferencia. Sobre todo, por el empleo a fondo de la palabra que, inevitable, labra las esperanzas sobre la más viva denuncia.

El reciente fallecimiento de Oscar Sambrano Urdaneta es, precisamente, actualización de la palabra. Abordarlo equivale a la revelación de un itinerario de angustia que recorremos con la circularidad enfermiza de estos tiempos, convertida en régimen de vida.

Por cierto, no tratamos de un escritor reaccionario que muy bien quisiera el chavezato para lanzar sus dardos, pues, Sambrano Urdaneta pisó La Habana, como no puede hacerlo el comandante-presidente, junto a Luis Pastori y Alexis Márquez Rodríguez, como miembro correspondiente de la Academia Cubana de la Lengua (El Nacional/Caracas, 05/05/06). Un reconocimiento que es el de la supervivencia de la palabra misma, por reprimida que sea, en las costas caribeñas.

Reflexionó y lamentó el auge del lenguaje escatológico del poder, propio del hampa, del cuartel y las casas de tolerancia, depositando las iras públicas en los niños y jóvenes que integran también la audiencia, señalando pistas (ibídem, 08/12/07; 08/08/10). Pistas de un modelo de convivencia que no es tal, sino de literal, irremediable y dificilísima coexistencia que procura y desespera por ser pacífica, entre los venezolanos que esperamos una interpretación más elaborada para la violencia, la agresión y humillación, que ahora corre por el torrente sanguíneo de una sociedad que – por largos instantes – derrotó más de 150 años de reyertas, guerras y escaramuzas.

Se va Sambrano Urdaneta cuando el oficialismo ha descuartizado una vez más el verbo en la Asamblea Nacional, intentando por siempre la empatía escatológica con el invicto comandante-presidente. Esa conexión intestinal con el cerebro que lleva al vómito de lo peor, alegada nada más y nada menos que por un reconocido administrativista que ejerció por años la docencia universitaria, pública y privada, creyéndolo un esfuerzo de mayor elaboración, es todavía poca cosa para la bancada parlamentaria que baña de insultos, infamias, descalificaciones, procacidad a todo aquél que ose discrepar en el hemiciclo.

Parece inimaginable que Marx, Lenin, Trotsky, Zinoviev o hasta el mismísimo Stalin, se les ocurriera disertar o mitinear en tales términos, pues, hijos de la ilustración, la confianza extrema en la razón jamás los hubiera llevado a hacer de la tentación una recaída sistemática en sus peores pasiones verbales. Bastará con leer a Sambrano Urdaneta y, si es la preferencia, al Ludovico Silva que estudió el estilo literario de Marx, para saber que no hay ironía, sátira, paradoja o humor alguno en el chavezato parlamentario que, a falta de argumentos, violentando el Reglamento Interior y de Debates que se dio, dice denunciar y regodearse en las arrugas faciales de María Corina Machado por atreverse a preguntar qué pasa con el comandante-presidente.

Luce indispensable reeditar a Sambrano Urdaneta, por lo menos, en medio de la escasez de recursos, gracias a la Academia Nacional de la Lengua o de las gobernaciones democráticas. Y conocer, si las imprimen y distribuyen, los diarios de debates de la Asamblea Nacional para aprehender el fenómeno tan soez del que somos víctimas: la descomposición o putrefacción del habla pública.

Fuente:
http://www.analitica.com/va/sociedad/articulos/2808276.asp
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=777413

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