lunes, 6 de junio de 2011

AROMA-TERAPIA SUPERADA


Ex – fumadores en ciernes
Luis Barragán


El cigarrillo insurgió como una pieza inofensiva que, al distraer, transmitió un poco el porte y garbo de una escena hollywoodense. Picadura de fácil y rápido empleo, se extendió rápidamente, galopadas las nuevas importaciones, como ocurrió con el bolígrafo sustitutivo de la pluma fuente, la audición de una breve y pegajosa melodía que hacía tediosa la larga y espléndida sinfonía, ahorrando el costo o la complicación de un cigarro o una pipa.

Una historia social del cigarrillo en Venezuela que también fuerza a la de su publicidad, puede detenerse en el sello de adultez que dijo imprimirle al liceísta, dejando luego el atrevimiento a la marihuana, o en los autobuses y aviones que lo permitían, cuyos pasajeros no se sentían sofocados. Lejos de la intrusión, se le aceptaba con normalidad, y, así como las nuevas generaciones ríen del casette, creyendo de siempre la telefonía celular, lo hacen al ver la fotografía de un deportista famoso despidiendo humo, por no condenar inmediatamente al dirigente político ocupado por su fotogénica ceniza.

El multifuerza y el complejo vitamínico para el frecuente trotador que, a lo sumo, se permite unas rondas de licor, ocupan ahora el sitial en el imaginario colectivo de la salud, forjado igualmente sobre las denuncias del cancerígeno y maloliente que filtro alguno reivindica. Dictan cátedra sobre el vicio condenado, ocultando otros de mayor desproporción, pero la resolución ministerial que no leen todavía, los ha autorizado – he acá lo interesante - a concursar en esa suerte de persecución universal que promete el cadalzo, además, para el fumador desprevenido. No obstante, siéndolo, el suscrito agradece inmensamente el asedio por sus problemas de respiración y hasta de paladar, mas no esa suerte de neurosis social que busca desesperadamente a los culpables de todos males del país que les concedan la unidad que sus frustraciones políticas impiden.

Acotemos que, por prohibir la publicidad radiotelevisiva del cigarrillo y del licor, comenzó el prolongado veto a Luis Herrera Campins. Extralimitados, el veto sirvió de ensayo para cruzar las fronteras de la antipolítica.

Nadie lo pregunta, pero comencé temprano a deleitarme con la pipa, artefacto de vejez para un muchacho veinteañero, detestada por amigos y compañeros que toleraban el cigarrillo en reuniones de aula, políticas, familiares, laborales y recreativas. Y, a la postre, fue un consumo más expedito que, no bastando el reproche de los pulmones, debemos abandonar prontamente para descubrir el íntimo sabor de los platos que los más salubres festejan.

Satisfechas las demandas, los ex – fumadores en ciernes exigimos algo más que un discurso tan afín a los aromo-terapeutas en boga. Digamos, por una parte, comprometerse convencida y firmemente en la discusión y construcción de una economía social y ecológica de mercado; por otra, comprender aquella vieja costumbre de la picadura pública, como lo hallamos en una fotografía en la que el entonces presidente Betancourt comparte su pipa con el cigarrillo de las encopetadas damas de la mesa, en un agasajo de Pro-Venezuela (1960). Valga la coletilla, esperamos catar de nuevo con Abraham Quintero, aquella excelente picadura que, por los rigores del control de cambio, es de la que no volverá al país.

Fuente: http://www.analitica.com/va/sociedad/articulos/5213032.asp
Fotografía: Presidente Betancourt en el agasajo de Pro-Venezuela a las agrupaciones y colonias extranjeras, junto a Mercedes Navarro de Rivas y Maritza de Machado. Elite, Caracas, nr. 1807 del 14/05/60). Presumimos que en la gráfica también se encuentra Isa Dobles.

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