lunes, 30 de mayo de 2011

PROTESTAN LOS PROTESTADOS


La trampa tendida
Luis Barragán


Suele ocurrir con el maestro, en un conciso y sustancioso trabajo sobre la coalición y la cultura populistas, Juan Carlos Rey versó – años atrás - en torno a la necesidad del enemigo común que, por arte de la inmediata aglutinación capaz de suscitar, ayudase a legitimar y reforzar al régimen. Luego, el anti-imperialismo y los combates reales e imaginarios que supone, constituyó y constituye un formidable pretexto, además, para identificar y segregar a los adversarios internos, por si fuera poco, con la vista puesta en la modalidad de reparto del recurso que sirve de soporte: la renta.

Constante motivación de sus latigazos retóricos, Hugo Chávez ha andado a la cacería de un decisivo y poderoso factor emocional que – también – le ahorre definitivamente toda explicación en torno a su incompetencia para gobernar. El combate movilizador contra el Imperio, aunque no adquiriese concreción alguna, por la evasiva y – a veces – hábil comportamiento estadounidense. Sin embargo, con las recientes y consabidas sanciones impuestas a PDVSA, un poco semejante a la ley de embargo devenido particular bloqueo económico a Cuba, el mandatario debe estar en la estratosfera de la contentura, y – así – los noticieros radiotelevisivos están repletos de actos oficialistas, a lo largo y ancho del país, alusivos a la gesta de rechazo que, obviamente, incluye la perorata contra los “apátridas” y “golpistas” de siempre.

Y es que, el apocalíptico el ademán simbólico, ofrece la mejor de todas las antiquísimas trampas de rigor. Simple, el opositor que no esté contra la agresión imperialista, es – en definitiva – el enemigo por excelencia, mientras que el coincidente en su rechazo, nada más y nada menos que fiador del gobierno nacional, diluido y descalificado por la común sospecha o desconfianza.

El debate parlamentario apuntó al dramático esquema maniqueo, sofocante y eficaz de acuerdo a los intereses oficialistas. Salvo algunas intervenciones, entre las cuales destacamos la del diputado Julio Montoya, quien enfatizó la cada vez más aguda dependencia con el negocio petrolero del régimen, afianzada por una revolución que contrata y sirve a Estados Unidos, observamos un retroceso general en relación al tema.

Faltará tiempo para revisar los diarios de debates del parlamento de los últimos cincuenta años, a objeto de ponderar – por lo menos – un mayor conocimiento de la materia petrolera de los oradores. No era asunto estricto de los más especializados, que los hubo, porque las vicisitudes de la industria obligaban a la permanente indagación y fijación de posturas políticas.

De modo que no se entiende, por una parte, el extremo impune de la bancada oficial que aseguró que la propia inexistencia del negocio no traería mayores consecuencias, pues, al fin y al cabo, el país no siempre produjo petróleo. Y, por el otro, que el imperialismo como categoría haya pasado por alto, indemne, como si la globalización no permitiese siquiera reformularlo teóricamente, Haya de La Torre no lo hubiese asegurado como el primer estadio del capitalismo, o – siguiendo a Lenin – Venezuela no fuese exportadora neta de capitales, en esa mar de curiosidades del marxismo anacrónico, pero – ya vimos - ininterpelable.

A nadie debe sorprender el ardid que deja nuestras vergüenzas al aire, porque es la vieja receta de siempre. Urge formar cuadros de reflexión política y técnica sobre el fenómeno petrolero, estando a la vista lo que llaman la Apertura II en el Orinoco, pero más aún agitar las aguas del debate a fin de neutralizar la trampa mitológica tendida.

Fuente: http://www.analitica.com/va/politica/opinion/4747637.asp
Fotografía: Protesta a Chavez de visita Quito (El Nacional, Caracas, 27/03/10)

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