miércoles, 18 de mayo de 2011

DE LAS MÚLTIPLES JUGADAS


EL NACIONAL - VIERNES 8 DE SEPTIEMBRE DE 2000
Aquí hace calor
Reflexiones Deportivas
Aníbal Nazoa

Con el siglo XXI ya a punto de desplegarse ante nuestros encandilados ojos, estamos a las puertas de los últimos Juegos (¿Juegos?) Olímpicos del XX (que, insisto, no ha concluido aún). Mientras los atletas de todo el mundo se preparan organizadamente para la gallarda confrontación, vale la pena meditar un poco en torno a este magno evento que reúne la musculatura, agilidad e inteligencia del planeta joven con el único fin de eso que se llama hacer deporte. Nuestras reflexiones deben comenzar necesariamente por el análisis de la palabra deporte: según el Diccionario de la Real Academia Española, deporte significa "Recreación, pasatiempo, placer, diversión, o ejercicio físico, por lo común al aire libre". Hasta aquí todo parece muy lindo, pero el DRAE trae -con perdón de la cacofonía- una segunda acepción de deporte que ya no es tan linda: "Ejercicio físico, por lo común al aire libre, practicado individualmente o por equipos con el fin de superar una marca establecida o de vencer a un adversario en competición pública, siempre con sujeción a ciertas reglas (subrayado nuestro)".

Aquí es donde empieza el rollo en nuestros días, cuando el profesionalismo ha convertido el deporte en una gigantesca empresa mercantil y a los deportistas en algo así como purasangres humanos que se compran y se venden a precios fabulosos, uno se pregunta si el deporte responde a la definición académica. Incluso adversario ha pasado a ser mero eufemismo por enemigo. No otra cosa se siente al asistir a los estadios donde los antagonistas tratan de matarse "siempre con sujeción a ciertas reglas" que el jugador tramposo y su mánager esgrimen con una habilidad que deja muy atrás a los abogados más tracaleros.

Dígame usted si ve mucho "espíritu deportivo" en las caras de perro hidrofóbico de los entrenadores y las trifulcas que se arman en el terreno por quítame allá este foul. Dígame dónde está la "recreación, pasatiempo o diversión", sobre todo esta última, de salir al campo a romperse el alma para divertir a una masa de energúmenos por un salario de matón vergonzante: en cuanto al "placer", está claro que en punto a patadas y pescozones hay cierta diferencia entre quien los da y quien los recibe.

Si quieren llámenme incivilizado, artrítico, envidioso, antisocial, hasta proclámenme enemigo de la juventud, pero estoy convencido de que el deporte es el panis et circenses de nuestros tiempos. Veamos por ejemplo el fútbol, que comparte con el beisbol el título de chifladura mayor de las masas contemporáneas: el antropólogo británico Desmond Morris, autor de la famosa obra El Mono Desnudo y definitivamente no-marxista, afirma que el fútbol puede ser "una especie de droga suministrada por los explotadores capitalistas" y agrega: "Los antiguos comunistas consideraban la religión como el opio del pueblo, y algunos socialistas actuales han interpretado el fútbol de una manera similar". Con marxismo o sin marxismo, esta es la pura verdad. Los sueldos surrealistamente elevados que devengan los futbolistas y peloteros no se pueden explicar de otra manera que no sea por el papel determinante que estos llamados deportistas juegan en la tarea de distraer a las masas de los problemas que las agobian. Por análogas razones, las carreras de caballos son un misterio indescifrable para el profano: yo por ejemplo no entenderé nunca por qué las operaciones mercantiles que se realizan en los hipódromos son comentadas por la prensa en las páginas deportivas y no en las económicas.

Pero examinemos otros aspectos de la cuestión: ¿quién puede desmentir el trasfondo bélico de toda competencia deportiva? No es, por cierto: un decir, recuérdese que en 1969 Honduras y El Salvador sostuvieron una guerra a causa de un partido de fútbol. La extremada ferocidad de los futbolistas ingleses que en 1985 produjeron una mortandad en el estadio Heysel de Bruselas, no es sino la expresión de un imperio venido a menos y dispuesto a hacer pagar su decadencia a quien sea. Las Olimpíadas de Berlín, en 1936, no fueron sino preludio "deportivo" de la II Guerra Mundial, con un Hitler iracundo que vio cómo a la afrenta de Versalles se sumaba la victoria del negro Jesse Owens sobre la raza aria. En los años de la guerra fría, cada vez que los atletas del mundo capitalista se enfrentaban a los del socialista la humanidad temblaba porque veía venir la trapatiesta atómica.

El tema da para mucho más. Hablemos nada más sobre las relaciones entre el narcotráfico y el deporte... Pero dejemos la cosa por aquí, que debemos continuar con un partido de ajedrez, ese agotador deporte que nadie sabe por qué es llamado "el juego-ciencia" cuando debería llamarse "la ciencia-juego".

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