sábado, 16 de abril de 2011

METROPOLITANOS


EL NACIONAL - LUNES 24 DE OCTUBRE DE 2005 B/14 / Cultura y Espectáculos
La urbe mítica y decadente de Karl Krispin
Este miércoles 26, el escritor venezolano presentará su más reciente novela, titulada Con la urbe al cuello
ALBINSON LINARES

Con la urbe al cuello constituye un enjundioso ensayo de mea culpa y análisis crítico que su personaje principal, Eloy Montáñez, se ve obligado a realizar ante la patética evidencia de su fracaso vital.

Fracaso como padre, como marido y como profesor, conclusiones que, con muy buen humor, el escritor va facilitando mientras avanza la trama.

Karl Krispin plantea desde el comienzo una arista distinta del tópico eterno y amargado que rodea el tema del desencanto. En él, la lenta pérdida y frustración de las aspiraciones se ve matizada por un ácido sarcasmo y brillantes burlas que llaman a la reflexión.

El sesgo planeado por el autor se hace evidente desde uno de los epígrafes del inicio, cuando cita la voz de Armando Rojas Guardia acerca del tema: "Sólo el fracaso preserva la lucidez espiritual. Este guarda todavía, en su rincón riguroso, ignotas posibilidades de realización humana que los triunfadores desconocen".

El escritor ordena el escenario vital de su trama como una propuesta que trasciende el plano narrativo de la obra, para convertirse en un agudo ejercicio que se adentra en el desencanto de toda una generación: "Es el fracaso del personaje, visto de alguna forma como metáfora nacional.

Desde hace muchos años, en Venezuela oímos que nosotros éramos el país del futuro, que íbamos a llegar a una especie de estadio de híper-país desarrollado.

Entonces, todos nos imaginábamos, cuando éramos niños, que viviríamos en una especie de geografía cruzada por autopistas infinitas, con aeropuertos, industrias, es decir, una especie de súper país. Cuando crecimos nos dimos cuenta de cómo nos habían engañado".

En los primeros capítulos, el libro establece cierta tendencia al monólogo, con el cual el profesor Montáñez da rienda suelta a todas sus opiniones acerca de una gran variedad de tópicos, que abarca desde los manejos del país hasta su vida personal.

Lo cierto es que el escritor logra un efecto catártico con pasajes como la divertida y lúcida perorata del profesor acerca de los mitos nacionales: "Generacionalmente, nos venían diciendo que íbamos a ser los líderes y todo eso era una absoluta mentira que formaba parte de unos mitos nacionales en los cuales se creía. El personaje vive un poco esa metáfora del fracaso nacional que se traduce en su modus vivendi, que se destruye, y de la promesa del éxito pasó a una especie de soledad real, que es el lugar en donde el fracaso y la realidad se encuentran", afirma Krispin.

París, ajado en el recuerdo

Notables son las descripciones que el escritor realiza de ese París románticamente hippie, durante el Mayo Francés, que es el escenario idílico en donde Montáñez se enamora de su esposa y fija la promesa "eterna" de amor hasta la muerte.

Estupefacto aún por la noticia del divorcio inminente, el personaje comienza a rememorar el itinerario juvenil de los bares del Barrio Latino, los poemas de Supervielle y Mallarmé, la sala Pleyel, el Louvre, mientras se pregunta: "¿Qué no daría por recobrar tus sudores y recobrar de nuevo tus gracias?... ¿A quién buscaré para mirar en el silencio de la madrugada?".

"Creo que París siempre fue la meca de toda la intelectualidad latinoamericana -explica el autor-. Se decía que los escritores latinoamericanos sentían mucho calor en estas tierras y se tenían que ir a París a ver si las ideas afloraban.

Pero esa ciudad idealizada ya no existe, ahora está llena de unos señores franceses, muy serios, que lo cobran todo carísimo, en euros, y no quieren saber absolutamente nada de algo llamado la literatura latinoamericana" Otra de las reflexiones que el escritor plantea es sobre la clase media venezolana, a la que retrata en su pugna por seguir existiendo a pesar de las crisis políticas y las debacles económicas: "Creo que puede ser el retrato de una sociedad que no sé hacia dónde va. Yo no sé hacia dónde va la clase media.

No sé si es que todos estamos en esa caricatura de Quino en la que todas las clases sociales van cayendo precipitadamente al foso de la pobreza. Intenté hacer una especie de fotografía de un tiempo, pero no con el propósito de leerla en un futuro, cuando todos estemos en una caverna, escondidos. La idea era soportar la estructura narrativa con un contexto que fuera un escenario válido".

Boceto de una urbe mítica

-¿En qué momento se planteó desarrollar una obra tan urbana como Con la urbe al cuello ?
-Creo que el escritor que de verdad cree en su oficio no piensa en etiquetas, ni en lectores, ni en lo que se va a ganar. El que piense en ese trípode está condenado al fracaso.

Uno escribe alentado por los fantasmas que tiene interiormente.

Y en el caso de esta novela, creo que en el fondo, cuando se dice que la ciudad carece de una novela literaria que la sustente de alguna forma, es porque no queremos ver realmente lo que está alrededor de nosotros.

-¿Cómo influye Caracas en su escritura?

-Pateo esta ciudad, manejo, leo en ella, vivo en ella, así que no tengo otra referencia para usar.

Tampoco esto quiere decir que hay que ceñirse solamente a lo que nos propone. La literatura es una recreación de la realidad y una especie de mirada alterna, una mentira que se le hace a la propia realidad.

-¿Cree que aún falta la gran novela de Caracas, o por lo menos la de este siglo que empieza?
-En esta ciudad pueden darse tantos argumentos literarios como en el Buenos Aires de Borges, la Ciudad de México de Bolaño, el Londres de Arthur Macken y la Lima de Bryce Echenique. No tenemos que inventar una especie de supraurbe, una ciudad distinta a la que nosotros vivimos. Caracas da para eso y mucho más.

Con la urbe al cuello

de Karl Krispin Editorial Alfaguara Caracas, 2005 155 páginas

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