lunes, 25 de abril de 2011

BREVE NOTA PARA UN DESBLOQUEO MUSICAL


Del concierto pendiente
Luis Barragán


Nunca es tarde para (re) descubrir el gusto musical, a contrapelo de los condicionantes ambientales. Una lejana intuición personal puede sobrevivir a los ritmos dominantes, cuya primera ventaja reside en el exceso de información que nos permite apreciarlos o, si fuere el caso, despreciarlos.

Digamos que la moda es – ante todo – convencimiento, frente al gusto no ponderado. E, incluso, bloqueo de otra búsqueda: tan familiarizados con una determinada creación musical hasta distinguir timbres o instrumentos de trasfondo, renunciamos a probar con tendencias diferentes a las socialmente celebradas y, como si no bastara, excepto algunos atrevimientos de la red de redes, a desechar distintas innovaciones en el propio género.

Meses atrás, la revista SIC del Centro Gumilla, publicó los resultados de sendos estudios de opinión que deban cuenta de los gustos musicales de la Venezuela actual, pugnando el vallenato, la salsa y el merengue por las más altas referencias en diversos sectores sociales, en contraste con las más bajas como el rock, el ska o la llamada “música clásica”. De harta comprobación en los espacios públicos, transportes y urbanizaciones – incluso – de la vanidosa y escandalizante clase media, el trópico se impone, aunque – asunto propio del mercado – luce de una inagotable repetición, añadidas las animaciones grabadas para fiestas y rumbas menores que tienen por emblema la denominada “hora loca”.

La más notable renuncia a indagar la propia inquietud, reside en el prejuicio bien alimentado hacia la música académica o sinfónica, u otra afín, de la que muy escasos referentes hay, por lo menos, no con la intensidad y el aprendizaje permanentes que hoy caracterizan a las audiciones de moda. Ilustrado por el taxista de la novela “D” de José Balza, versado y atento a la diaria programación de la otrora Radio Nacional, ahora condensación del culto a la personalidad presidencial, fue posible una difusión alternativa que, en el mejor estilo de Les Luthiers, no lo logran las plantas televisivas del Estado al transmitir sus escasos conciertos en el horario estelar de las madrugadas.

Todavía tímidas son las presentaciones gratuitas de la octogenaria Orquesta Sinfónica de Venezuela, por lo demás, conocedora de una modalidad autogestionaria que habrá que evaluar sin predisposición alguna. Formidables las presentaciones dominicales gratuitas de la Orquesta Sinfónica Municipal de Caracas, estupendamente didácticas, que auspicia o tolera la alcaldía menor de la ciudad, como el extraordinario programa de promoción musical en las escuelas de la gobernación del Táchira, incluyendo la presentación misma del artista.

Los conciertos de bajo precio en la Sala José Félix Rivas, como una vez disfrutamos de la batuta de Aldemaro Romero, al oeste de la capital de la Filarmónica de Caracas en el Teatro Israel Peña, cercano a casa, lucen indispensables. El país que festeja el Sistema Nacional de Orquestas Infantiles y Juveniles, conoce únicamente a Gustavo Dudamel y sus maravillosas incursiones en Los Caobos o La Vega, todavía ha de descubrir el género más allá del fetichismo que cultiva.

La libertad merece oportunidades y, lejos de estatizar y condicionar toda iniciativa, musicalmente ha de conocer los múltiples Beethoven que alguna vez angustiaron legítimamente a Arturo Uslar Pietri, en una sociedad de masas. Y es también libertad de difusión y tolerancia, porque el trópico puede aportar otras experiencias más allá de los seriales en boga, como el barroco, el clásico, el neoclásico, lo contemporáneo o lo moderno, en las más elaboradas y rigurosas interpretaciones que tampoco malentenderían al jazz, por citar un caso.

Recordamos la programación impresa de la Emisora Cultural de Caracas (97.7 FM) que retirábamos religiosamente cada mes, sin mayores pretensiones de exquisitez. La emisora que ofrecía “estrictamente de todo”, fue una escuela como también – respecto al rock – Radio Capital o Radiodifusora Venezuela, desconocida en una actualidad de tupidos escombros musicales, piezas efímeras y extenuantes.

Ojalá atravesáramos inéditas fronteras musicales desde la escuela, aún salsosos o merengueros, golpe-tocuyaneros o calipseros, operáticos o atonales, jazzísticos o rockeros. Por lo pronto, deben abrirse las puertas al público para las mismísimas sesiones de ensayo, pues, lo manifestaba Leopold Stokowski, los directores suelen disfrutarlos más al moldear poco a poco una pieza.

Fuente:
http://www.medios24.com/del-concierto-pendiente-por-luis-barragan.html

Fotografía: LB (Plaza Miranda, Caracas, 03/11)

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