domingo, 24 de abril de 2011

ALEGRÍA PASCUAL


El Nacional, Caracas, 29 de Marzo de 1997
Pascua cristiana
OVIDIO PEREZ MORALES

La existencia cristiana puede ser definida como pascual . En efecto, su sentido y su dinamismo derivan de la Pascua de Cristo.

El Domingo de Ramos conmemoró la entrada triunfal de Cristo en Jerusalén, para padecer y morir. Inauguró la Semana Santa, la principal de todas desde la perspectiva litúrgica de la Iglesia. Hay quienes la llaman ``Semana de dolor''; tal denominación refleja, sin embargo, una interpretación parcial de lo que este tiempo conmemora y significa. La Semana Mayor hace memoria, ciertamente, del padecimiento (pasión) y de la muerte de Jesús, mas conjugando este aspecto con otro, luminoso y culminante, a saber, la resurrección del Señor. El conjunto constituye el ``misterio pascual'' o Pascua del Señor. Es ``Semana de dolor'', pero más todavía de alegría. Es fiesta pascual, porque la cruz, hecha para dar muerte, se ha transformado en árbol de vida, en victoria sobre todo lo que constituye destrucción y ocaso humanos.

Pascua quiere decir ``paso''. De la muerte a la vida, de la esclavitud a la libertad, de las tinieblas a la luz. La Pascua cristiana es potencial renovador de toda la Humanidad. Porque Cristo es Salvador no sólo de quienes lo reconocen como Mesías, sino también de todos los seres humanos de este mundo, a los cuales Dios Padre ha enviado a su Hijo como liberador y reconciliador.

La Semana Santa es ``memorial'' de la Pascua. Se trata aquí no de simple recuerdo, pues la celebración litúrgica del misterio pascual entraña también acción salvadora actual de Dios. Los días que se iniciaron con la solemnidad de Ramos se han orientado como hacia su momento culminante, al Triduo Pascual; éste comenzó el Jueves Santo con la misa vespertina de la Cena del Señor, continuó con la celebración de la Pasión el Viernes Santo para culminar con la solemne Vigilia Pascual del Sábado y el Domingo de Resurrección. El Domingo (esta palabra traduce el término latino ``dominicus'', que quiere decir ``del Señor'') de Resurrección viene a constituir el día por excelencia de todo el año celebrante cristiano, porque es el día de la Pascua del Señor, de su ``paso'' como resucitado a la gloria del Padre. Todo domingo del año recibe de este día nuclear y frontal su significación y fuerza.

Para el pueblo judío, la Pascua es la fiesta nacional-religiosa por excelencia. Celebra la liberación de la esclavitud en Egipto y la constitución formal como pueblo luego del éxodo , cuando a través del dramático peregrinar por el desierto selló el Pacto con Yahveh, asumió la Ley y se integró progresivamente marchando hacia la Tierra de la Promesa. Así el ``paso'' constituyente fue para ese pequeño pero importante conglomerado, causa de liberación y unidad. La primera Pascua judía se celebró en plena tormenta, cuando la última plaga produjo la muerte de los primogénitos de Egipto y la salvación de aquellos que vivían en la opresión. La sangre del cordero untada a la entrada de las casas de los hebreos constituyó garantía de vida. En recuerdo de aquella Pascua primordial, la historia del pueblo de Israel tendrá en la celebración anual pascual la reafirmación de su elección, de sus ideales y esperanzas. La cena con cordero asado, ácimos y hierbas amargas, recuerdan el ``paso'' primigenio. Hay vino que se bendice y ofrece y pan que se parte y distribuye. Ocasión para que el padre de familia cuente la historia de eventos maravillosos, fruto de la poderosa intervención divina. Un pasado que asegura asistencia divina e impulsa en esperanza al porvenir.

La Iglesia de Cristo realiza la fiesta de Pascua en una dialéctica de continuidad-ruptura y, en definitiva, de cumplimiento pleno, con respecto a la correspondiente celebración hebrea. El cristianismo habla de Antigua y de Nueva Alianza (Testamento). La primera viene a ser anuncio, figura y preparación del acontecimiento pascual de Cristo, que trae la novedad definitiva, la realidad salvadora plena. Jesús celebró en la Ultima Cena la Pascua con sus discípulos y llevó a ésta a la plenitud que prefiguraba. Ya Juan el Bautista en el río Jordán lo había llamado ``cordero de Dios, que quita el pecado del mundo'' (Jn 1,29). Y en la vigilia de su muerte, el Señor hizo del pan y del vino cuerpo y sangre suyos, entregados para la liberación y unidad de todos los hombres. Así lo que hizo de modo patente y doloroso con su muerte en cruz lo comunicó como Eucaristía para todos los tiempos, hasta su retorno glorioso.

En Domingo de Resurrección se lee en los templos este texto tomado de la primera carta de San Pablo a los Corintios: ``Porque ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo. Así, pues, celebremos la Pascua, no con levadura vieja (levadura de corrupción y de maldad), sino con los panes ácimos de la sinceridad y la verdad'' (vv. 7-8).

Jesucristo, el Hijo de Dios venido a este mundo para salvar la historia desde dentro, realizó su misión a través de toda su vida, pero de modo central y culminante con su muerte y resurrección; es decir, con su misterio (realidad salvadora) pascual. En una palabra, con su Pascua, ofrecida a todos los seres humanos, como vocación y regalo.

La celebración cristiana de la Pascua es eficacia actual de liberación y unidad, pero es también, en una dinámica del ``ya, pero todavía no'', adelanto, germen, anuncio de lo definitivo: la plenitud del Reino de los Cielos, que se vivirá en la Pascua definitiva, que el libro del Apocalipsis describe como Jerusalén celestial.

El saludo de los cristianos el Domingo de Resurrección es ``feliz pascua'' o, ampliándolo en plural, ``felices pascuas''. Un saludo que refleja la misma convicción y la misma alegría del ``aleluya'', exclamación laudatoria litúrgica, que en hebreo significa ``alabad a Yahveh'', muy frecuente en los salmos y asumida por la liturgia y la oración de los cristianos. Pero tiene que ser también saludo-compromiso: Cristo reclama de quienes lo confiesan resucitado y han sido bautizados en su nombre, un estilo de vida que corresponda al ``hombre nuevo'', a la ``nueva criatura'' de que habla la Escritura.

Ilustración: Ugo (El Nacional, Caracas, 20/04/11)

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